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Декабрь
2025

Los otros cuatro Gordos de Navidad 'fake' acabaron en penas de cárcel de 22 años o premiados que murieron sin cobrar

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Abc.es 
La estadística no miente. En los últimos 74 años se han producido cuatro grandes estafas con el Gordo de la Lotería de Navidad, cinco si se tiene en cuenta el drama que desde este 22 de diciembre enfrenta a los vecinos de Villamanín (León). Todas ellas, eso sí, ocasionadas por la venta de participaciones. La probabilidad de que un décimo esté premiado con el Gordo es del 0,001% , es decir, de una entre 100.000. Si en 74 años ha habido cinco fraudes, cuántos habrán quedado encubiertos por la mala (en este caso buena) suerte de los estafadores. El primer gran escándalo estalló en 1951 y tuvo nombre propio: Miguel Escámez. Lotero sevillano y propietario de las administraciones La Europa y Doña Francisquita urdió un sistema sencillo pero muy peligroso potencialmente: vendió participaciones falsas. Escámez y sus colaboradores imprimieron y distribuyeron muchas más papeletas de las que estaban respaldadas por décimos reales de los números 2704 y 2703. El 22 de diciembre de 1951, el Gordo fue el 2704. En una España sumida en una dura crisis económica, miles de personas humildes creyeron haber visto caer del cielo una peseta convertida en 7.500. Según se calculó posteriormente, se vendieron más de 60.000 participaciones falsas. Escámez intentó sostener la ficción pagando premios con el dinero recaudado, pero el castillo de naipes se vino abajo. ABC recogió entonces cómo los periodistas de la época, lógicamente desconocedores de la estafa en los minutos siguientes a conocerse el resultado del sorteo, se explicaron después «el porqué de la forzada alegría de Escámez cuando fue entrevistado como adelantado rey mago para miles de familias sevillanas». Años después, este diario evocó aquel episodio como una «monumental estafa» que sacudió Sevilla y adquirió resonancia nacional. ABC recordó cómo aquella misma mañana del sorteo, José de las Cuevas publicaba en el periódico un artículo cargado de humor titulado ¿Qué haría usted si le tocara el gordo?, mientras la ciudad soñaba con un premio que aliviaría «apuros y fatigas». La alegría se tornó indignación al saberse que solo 1.030 participaciones eran legales frente a las miles que circulaban, pues incluso algunos recibos falsos habían llegado a otras provincias. En 1956, Escámez fue condenado a 22 años de cárcel . Pero el caso sirvió además para que se produjera un cambio normativo: se prohibió la venta de décimos y participaciones el mismo día del sorteo. Por eso, hay quien hoy se está planteando que el Estado prohíba la venta de participaciones después del error en Villamanín. Pero el hombre es el único animal que puede tropezar dos veces con la misma piedra. En 1957, Román Vázquez repitió el patrón de Escámez en Logroño . Tras comprar solo dos décimos del número 53.414 en Bilbao, vendió más del doble en participaciones. El Gordo volvió a caer sobre el número fraudulento y Vázquez fue condenado a nueve años de prisión. De nuevo, la suerte actuó como juez implacable. Décadas después, el fraude adoptó un rostro algo distinto en la barrio palentino de El Cristo. En 1986, el número 3772 llevó el Gordo al Hogar del Pensionista de Palencia . Jacinto Sánchez, encargado del club, había elegido el número y lo había dividido en participaciones de 500 pesetas. Vendió el equivalente a 48 décimos cuando solo había comprado 10. Sobre el papel, 1.150 millones de pesetas; en la realidad, un agujero imposible de tapar. La celebración inicial dio paso a la decepción entre jubilados que habían vivido la posguerra y veían en ese premio una oportunidad tardía de dignidad. El responsable fue condenado a una pena leve de 18 meses de cárcel , y algunos afectados solo llegaron a cobrar una quinta parte de lo que creían suyo. Otros murieron antes de ver un solo duro. El caso más reciente, antes del escándalo de Villamanín, fue en 2012, en el barrio gijonés de Portuarios. El número 69.345 dejó de celebrarse cuando se descubrió que muchas participaciones premiadas no tenían respaldo en ningún décimo. El quiosquero del barrio había comprado tres décimos, vendido uno y emitido participaciones con los otros dos, demasiadas. El establecimiento cerró de inmediato. El vendedor habló de un «error de comunicación con su novia» , como recoge 'El Comercio', pero el daño ya estaba hecho. Nadie cobró un euro.