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Elena Congost: "Correr era mi salvavidas, me sentía igual a los otros niños”

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Elena Congost (Castelldefels, 1987) se hizo más famosa por un gesto humano que por ser una campeona. Fue oro en maratón en los Juegos Paralímpicos de Río 2016. Perdió el bronce en París 2024 por ayudar a su guía cuando se iba a caer, por soltar la cuerda que los une a apenas unos metros de la meta, una injusta descalificación que fue un golpe duro en su momento, pero que le dio nuevas oportunidades. El 7 de diciembre, en Valencia, volvió a competir y batió el récord de Europa de los míticos 42 kilómetros y 195 metros, en un año en el que le han detectado un cáncer en el nervio óptico.

¿No ve desde niña?

Tengo atrofia del nervio óptico. Es de nacimiento, de hecho, es una malformación. Yo ya nazco sin ver. No se dan cuenta, nadie lo aprecia, hasta que tengo tres o cuatro meses. Mi visión siempre ha sido la misma, entonces muchas veces cuando me preguntan: “¿Cómo ves?”, mi respuesta es: “Bien”; porque yo no sé otra manera de ver que la que he visto siempre, que es muy poco, bultos, sombras, y además es degenerativo, porque el nervio óptico se va rompiendo, es como una cuerda, que la vas estirando y se va rompiendo hasta que peta.

¿Recuerda una infancia feliz?

Sí, yo recuerdo una infancia feliz, aunque dura, porque cuando yo era pequeña lo que es la inclusión y la educación especial en los colegios no se trabajaba, no se era tan consciente o no habían tantos profesionales como hay ahora. Entonces yo creo que los niños con discapacidad estábamos un poco dejados de la mano de Dios y era un poco supervivencia. En esa época era mucho libros y pizarra y yo no veía ni los libros ni la pizarra, y entonces era complicado. También recuerdo que me daba como vergüenza decirlo, luego los niños siempre con las bromas, así chinchando, a marchas forzadas tuve que aprender a gestionarlo. También, por ejemplo, a mí me gustaba mucho la asignatura de Educación Física, pero lo pasaba muy mal, porque siempre era jugar a voley, a básquet, a hockey, todo era pelotas volando y yo casi huyendo más que jugando. Entonces los días que tocaba correr lo recuerdo como... Bueno, me frotaba las manos y decía: “Os vais a enterar. Hoy es mi día, y quien me quiera ganar va a tener que correr mucho”. Esos momentos me hacían sentir muy bien y yo creo que también vino un poco por ahí el quererme dedicar a correr, porque se me daba bien y realmente eran pequeños momentos en los que yo me sentía la mejor y me sentía totalmente integrada dentro del grupo.

¿Cree que ha evolucionado de alguna forma la sociedad para estar más concienciada y más preparada?

Yo creo que sí, pienso que a nivel profesional se ha mejorado, se ha avanzado muchísimo. Creo que hay mucha más conciencia de la discapacidad, de lo que es, y no sólo de la discapacidad sino de la inclusión, porque siempre pongo el ejemplo que una cosa es que te inviten a la fiesta y tú estar allí y la otra es que te saquen a bailar. Es decir, que la persona con discapacidad realmente puede ser protagonista igual que cualquier otro niño. Entonces yo creo que a nivel profesional sí que se es consciente y cada vez se tiene más en cuenta, aunque los recursos son los que son, pero también creo que falta a nivel social más conciencia y más apertura, quizás. Me refiero a los prejuicios que tenemos los adultos, o dar más oportunidades, o dar más altavoz a las personas con discapacidad. Yo veo, por ejemplo, que tengo cuatro niños pequeños y ellos desde que han nacido han convivido con mi discapacidad o las dificultades que yo puedo tener o a lo que me puedo enfrentar cada día. Y ver cómo ellos normalizan la discapacidad de una manera increíble, es lo que te hace pensar: ojalá que a todos los niños se les pudiera acercar de alguna manera a la discapacidad y la pudieran normalizar, porque creo que al final tendríamos una sociedad sin prejuicios y se vería a las personas con discapacidad como a cualquier otra. Pienso que aquí hace falta un trabajo importante.

"Mis hijos lo normalizan, ven a una persona haciendo deporte, no una a la que le falta un brazo o las piernas. Esa mirada nos falta a los adultos"

Es alucinante la mirada esa limpia de los niños...

Claro, ellos te ven, pues que tú para ir por la calle necesitas un bastón y lo ven normal y lo quieren llevar, y si te vas a chocar te lo dicen. O si ven, yo qué sé, yo las he llevado a propósito a competiciones de personas con discapacidad para que vean amputados, gente en silla de ruedas, ciegos... Y ellos lo ven normal, ven una persona haciendo deporte, no ven a una persona a la que le falta un brazo o las piernas. Esa mirada a nivel social nos falta a los adultos.

Entonces, el atletismo llegó muy pronto a su vida

Sí, sí, desde muy pequeña. Yo creo que sobre los 7-8 años, en el colegio hacíamos carreras de cross, también en la Educación Física corríamos, y yo ahí me di cuenta de que se me daba bien y supongo que fue eso... Yo no he sido nunca consciente hasta ahora de mayor, pensar, ostras, seguramente, aparte de que se me daba bien, a lo mejor se me daba bien otra cosa, pero yo ahí sentí como un salvavidas, era un momento en el que yo era feliz, en el que me sentía realizada y me sentía igual a los otros niños.

Es profesora.

Sí, de Educación Física y de primaria. Trabajé un año, pero entonces ya conseguí mi primera medalla en un Campeonato del Mundo, y cuando tienes una beca de deportista profesional sí que se pide que sea como un trabajo exclusivo y plena dedicación; entonces, la verdad que no he tenido la oportunidad de ejercer, pero siempre que puedo sí me acerco a los niños, a los colegios, a dar charlas, a hacer actividades. La verdad que lo disfruto porque creo que es una labor importante que quizá tenemos que hacer las propias personas con discapacidad, aunque tienen que ser otros quienes nos abran las puertas.

Vamos a la maratón de Valencia del 7 de diciembre: récord de Europa, segunda mejor marca de la historia... Qué locura.

Pues Valencia era la primera competición después de los Juegos de París, en los que, bueno, tuve una descalificación por ayudar a mi guía, y me quedé con la espinita. Nadie me había exigido ahora correr en Valencia, no tenía ninguna obligación de hacerlo, pero me surgió la oportunidad en julio, me invitaron, y pensé, por un lado, que me iba a ir bien tener un objetivo porque entre Juegos y Juegos hay un periodo en el que el deportista queda un poco desamparado, también puedes caer como en el desánimo, en la apatía de ahora qué hago, queda mucho tiempo para los Juegos; y no quería que me sucediera eso. También se daba que después de los Juegos de París cambié de guía, Roger Sans; que era la primera competición después de París, mi entrenador me decía que lo podíamos hacer muy bien y yo también, y de alguna manera quería dar las gracias a todo el mundo que este año me ha apoyado, sobre todo al Comité Paralímpico. Era como esa responsabilidad de que la gente me ha apoyado, me han abierto las puertas, están conmigo, como que les debo ahora una respuesta, y para un deportista la mejor respuesta es un resultado deportivo, es dar un golpe sobre la mesa y decir: “Aquí estoy yo, las cosas fallaron, me habéis apoyado y ahora yo os lo devuelvo”. Y me hacía mucha ilusión, la verdad, correr y que saliera bien. Me quité un peso de encima muy grande.

La relación con el guía tiene que ser muy especial.

Sí, con un guía la relación es muy especial, porque al final es una persona que comparte sufrimiento contigo. Aparte de estar corriendo contigo, primero tú le das confianza de que sea tus ojos y él también acepta esa responsabilidad. Te tiene que dar toda la información que tú no puedes tener, desde el ritmo de carrera, al terreno, las calles, los avituallamientos, dónde colocarte cuando hay curvas. Entonces es un trabajo de coordinación, que son kilómetros y son horas entrenando juntos, y luego esa amistad tan especial de confianza. Además, te tienes que entender muy bien, porque en una maratón sí que puedes hablar, pero no puedes ir de charleta todo el rato. Hay informaciones que también se van aprendiendo sobre la marcha, él al principio, por ejemplo, cuando teníamos que girar, en vez de decirme a lo mejor izquierda o derecha, pues abría la mano, ese instinto que te sale de señalizarlo con la mano, entonces yo le decía: “No, no, no me lo señalices con la mano porque yo no te veo. No sé lo que me estás diciendo, ya nos habremos estampado”. Luego ya lo aprendes y te dice “curva a la izquierda”, pero sobre carrera mi labor también es decirle: “Ostras, no me digas curva a la izquierda porque no sé si es una curva de 180, de 90 o de 35 grados. Cuando venga una curva, hazla tú. Te pones como un poquito delante mío y tú marcas la curva”. Yo me pongo en su piel y tiene que ser muy difícil porque una cosa que para ti es obvia, que estás viendo una curva o estás viendo un agujero en el suelo, tienes que ser plenamente consciente de que la otra persona no la ve, tienes que avisarle al momento, son cosas que te encuentras, que tienes que ir improvisando sobre la carrera y son muchas a controlar. Nos hemos entendido muy bien. Para los Juegos de París él era mi nutricionista, es por ahí que lo conocí, y justo él daba el salto a maratón y pensé que podíamos formar muy buen equipo.

Para bien y para mal, está marcada por lo que sucedió en París.

Sí, totalmente. En un primer momento fue algo muy negativo, porque tú al final como deportista cada día te levantas y te esfuerzas para ser la mejor, para conseguir una medalla, porque es lo más alto a lo que puede llegar un deportista, una medalla en unos Juegos; y de repente, después de una prueba tan larga y tan dura como la maratón, que te arrebaten la medalla por un accidente, porque además es un accidente, en meta, que no alteras el resultado, pues en el primer momento no entiendes esa situación, no entiendes que no puedan ver el contexto y no entiendes que alguien así a la ligera pueda decir: descalificado. Pero luego sí que es verdad que en los medios de comunicación se hizo una labor increíble, le dieron mucha visibilidad y aunque yo ya había ganado una medalla de oro en los Juegos de Río, con esto se me abren las puertas de una manera increíble, desde darme altavoz a patrocinadores, a dar charlas, a poder acceder a muchas empresas y poder explicar mi historia e inspirar a la gente. Ahora, después de un año y poco, lo veo y lo vivo como una oportunidad muy grande.

¿La medalla está perdida del todo?

El 23 de marzo tenemos una vista en los juzgados de París. Y bueno, pues a la expectativa, la verdad.

"¿Qué pasa si un atleta tiene que ir al lavabo? Porque también se da ¿Cómo lo hacemos? ¿Los dos dentro? ¿La mano fuera?"

Es lo que comenta, que no sacó ventaja...

Es una norma que se pone para evitar una situación que se daba hace unos años que no tiene nada que ver con esta. Es decir, hace 4 o 5 años, en las pruebas de velocidad, dentro de la pista de atletismo, cuando se llegaba a la línea de meta estaba permitido que los atletas y los guías se soltaran. Y entonces los guías hacían como una catapulta, empujaban por la espalda al atleta para esos últimos metros. ¿Qué pasó? Pues imagínate, atletas ciegos, guías soltándose, que se tuerce, que se desvía, pues empezaron a haber accidentes y al final ya no era atletismo, era ver quién daba el empujón más grande. Entonces, para evitar eso, se puso una norma que es que la cuerda no se puede soltar. De esa situación a que una persona a tu lado se esté cayendo y a ti al girarte se te patine la cuerda sin ningún beneficio de ningún tipo, creo que hay una distancia muy grande y que no tiene nada que ver una cosa con la otra, pero en ese momento el equipo japonés reclamó y se amparó en esa norma de que la cuerda no se puede soltar. Estamos todos de acuerdo en que la cuerda no se puede soltar, pero hay que tener un contexto, entonces, me parece totalmente fuera de lugar. Espero que se modifique el reglamento, eso sí, porque creo que estas situaciones no las tiene que vivir ningún deportista. Y con eso yo me daría por satisfecha, porque la verdad es que es surrealista. Que tú por ir con guía no puedas ayudar a alguien... De la misma manera, también lo preguntamos, ya por curiosidad, que y si en vez de caerse el guía me tengo que atar la zapatilla, porque le puede pasar a cualquier deportista, pues la respuesta fue que estaríamos igualmente descalificados, entonces no tiene sentido. Y en las maratones, durante el circuito, hay lavabos. ¿Qué pasa si un atleta tiene que ir al lavabo? Porque también se da ¿Cómo lo hacemos? ¿Los dos dentro? ¿La mano fuera?

 

Actúa un poco por instinto, supongo.

Totalmente, claro, es una cosa que te sale automática, es que no la puedes pensar. Si una persona que está a tu lado se va a caer, tu instinto es sujetarla. Y la cuerda, no piensas en la cuerda, la cuerda se lleva en la palma de la mano, que si abres los dedos de la mano ya salta, porque no se puede regular, es muy grande. Entonces, bueno, pues es lo que digo, yo creo que aquí habría que revisar un poco la normativa y los contextos de las situaciones.

El Comité Paralímpico prometió mantener la beca. ¿Lo ha cumplido?

Sí, sí, sí. La misma noche de la maratón se comprometieron en una rueda de prensa y lo han hecho. La verdad es que yo estoy muy satisfecha, por eso también te comentaba esa responsabilidad que sentía de hacer una competición bien hecha y demostrarles que esa ayuda la estoy aprovechando y que esa medalla me la merecía.

Se habla de ser madre deportista, usted es madre de cuatro hijos. ¿Cómo lo hace?

Bueno, al final esto es mi trabajo, como cualquier otra madre tengo que organizarme. Cuando los dejo en el cole me voy a hacer mis sesiones de entreno. Quizá la única diferencia cuando eres deportista es que al final tu trabajo es totalmente físico, tu cuerpo es tu herramienta de trabajo y eres deportista 24 horas, 7 días a la semana. Tienes que vigilar mucho lo que comes, lo que descansas, lo que haces. Todo va en torno al entreno, a la competición, te condiciona mucho el día a día, pero el resto al final es organizarse y yo, por ejemplo, una de las cosas que priorizo es ponerlos a dormir muy pronto para poder dormir y descansar muchas horas, ya que durante el día como madre no paras y como deportista tampoco. Tienes que ir adaptando los ritmos de la familia a las necesidades.

Muchas horas, aunque seguramente no sean seguidas, si se despiertan por la noche.

Claro, cuando son pequeñitos es más difícil poder tener esas horas de descanso. A medida que van creciendo las tienes más, pero van llegando virus, entonces es complicado descansar.

A París va como un año después de dar a luz.

Tuve el niño en mayo de 2023 y en septiembre de 24 estoy en París. Entonces fue una preparación exprés que aún ni yo ni mi entrenador sabemos bien cómo lo conseguimos. Pero la verdad que creemos que hicimos todo con mucho cuidado y con pies de plomo para no lesionarme y para poder llegar en un muy buen estado de forma.

"Al día siguiente de nacer mi hija, a cinco meses de los Juegos de Tokio, me dicen que me quedo sin baja de maternidad, sin beca y sin Juegos"

Porque había parado ocho años.

Sí, paré en el 2016 después del oro de Río. Quería formar una familia, entonces tuve tres niñas. La tercera niña la tuve como cinco meses antes de los Juegos de Tokio. Yo estaba invitada porque era la actual campeona de los Juegos, pero la federación consideró que quedaban cinco meses para los Juegos y que no me llevaban. Me lo dijeron el día siguiente de nacer mi hija en el hospital. Me llaman y me dicen, mira, que te quedas sin baja de maternidad, sin beca y sin Juegos, no te llevamos, no confiamos en ti y ya está. Eso lo decidió una comisión. Y claro, yo me quedé alucinando. Lo primero que hice fue ponerme en contacto con un abogado que mandó una serie de burofax y pudimos solucionar el tema de la baja de maternidad. Pero me quedé sin esos Juegos, y entonces yo ahí me replanteo qué valores son los que quiero en mi vida y que yo no quiero formar parte de una empresa que es capaz de tratar así a sus trabajadores, por decirlo de alguna manera. Entonces no anuncio que me retiro ni me retiro, pero dejo de lado el deporte. Pienso que se ha acabado, que nunca más voy a volver a ser la que era, además, me habían dejado la estacada. Y claro, al final esto es tu trabajo, es tu sueldo, es tu estabilidad económica también, y familiar. Luego en 2023, cuando nace el pequeño, piensas que por ellos quizá merece la pena volver porque es una oportunidad de enseñarles los valores del deporte y todo lo que el deporte te puede aportar a nivel personal. Y vuelvo, pero con ninguna expectativa, y con un año por delante que no sabes si vas a ser capaz de volver a ser atleta o no. Fue un año complicado, pero bonito.

Durante este tiempo no tendría ayuda, beca...

No, ningún tipo de ayuda. De hecho, los Juegos de París los preparo sin ningún tipo de beca, sin ningún tipo de ayuda. Incluso cuando hago la mínima en febrero hasta los Juegos me quedaba medio año en el que tampoco tuve ningún tipo de ayuda. De hecho, mi disgusto después de la carrera de París también era que yo había corrido para volver a conseguir mi beca, aparte de volver después de ser madre. Yo también corro al final pensando que eso va a tener una recompensa económica. Y, ostras, me quedo sin medalla, me quedo sin beca, me quedo sin nada, habiendo llegado hasta allí ya sin ninguna ayuda. Piensas, pues se ha acabado mi carrera deportiva, es lo primero que pensé, porque un año he podido sostenerlo, pero yo no puedo seguir dedicándome a esto sin ningún tipo de apoyo. Entonces, claro, cuando esa misma noche me dicen que sí que me apoyan, que me darán la beca, me dio muchísima tranquilidad.

Recientemente ha tenido otra piedra en el camino, un cáncer en el nervio óptico.

Sí, en febrero me detectan... Bueno, tenía mucho dolor, me encontraba mal. Un dolor muy extraño, como una quemazón y un dolor muy fuerte en el ojo. Había días de quererme como quitar el ojo del dolor que tenía. Pero es ese dolor que lo vas pasando, ¿no? Como cuando a veces tienes una migraña muy fuerte y vas pasando, y por los niños va pasando un día, otro, otro. Vas aguantando y al final ya dije, mira voy a mirármelo porque es que no puedo, ya no aguanto más. Hicimos una serie de pruebas y encontraron que en el nervio óptico había algo que ahí no tenía que estar. Emocionalmente cuesta de asimilar, porque ya vienes de una situación que ahora veo como una oportunidad, pero en ese momento estaba más reciente, y por otro lado cuesta gestionar el regreso de unos Juegos, porque lo das todo y cuando se acaban te quedas como un poco desamparado. Entonces, bueno, pues ya es complicado emocionalmente a nivel deportivo para que encima se vayan añadiendo otras cosas. Ha sido un año complicado de sostener en el que todas estas habilidades que nos enseña el deporte, sacarlas a la vida diaria.

¿Pero se ha tenido que operar o tiene solución?

Bueno, me tuve que operar, solución no tiene. Entonces, pues es ir probando, es ir controlando y al final lo que quieres es encontrarte bien. Y sí, hay que irlo controlando, pero si está quieto y no pasa de ahí, pues bueno, al final lo que quieres es calidad de vida y poder irlo trampeando.