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Oportunidades y Riesgos ante la Estrategia de Seguridad de EU

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La Casa Blanca acaba de publicar un documento titulado “La Estrategia de Seguridad Nacional de los Estados Unidos de América”, que tiene profundas implicaciones para México. Describe un cambio profundo en la manera en que Washington entiende su papel en el mundo y, sobre todo, en el hemisferio occidental. Por primera vez en décadas, Estados Unidos declara abiertamente su intención de “reafirmar y hacer cumplir la Doctrina Monroe” y establece un “Corolario Trump” para reafirmar su preeminencia en la región, impedir la presencia de potencias externas y garantizar el control estratégico de los flujos económicos, migratorios y de seguridad en su entorno inmediato. Este enfoque plantea para México riesgos importantes, pero también oportunidades históricas para convertirse en un actor central en la arquitectura de seguridad, estabilidad y competitividad del hemisferio, pero principalmente en América del Norte.

El documento enfatiza que la estabilidad del hemisferio es un interés vital para Estados Unidos, pues permite detener la migración masiva, contener a los cárteles, reducir flujos ilícitos y asegurar cadenas de suministro estratégicas. La estrategia plantea que los países de la región deben ser ”reclutados” (“enlisted”) como socios activos para controlar migración, combatir organizaciones criminales y desarrollar economías locales más robustas. En este contexto, México es, por su ubicación, tamaño y nivel de integración económica, el país más relevante para el cumplimiento de ese objetivo. Esto abre la puerta a una cooperación ampliada en inteligencia, vigilancia fronteriza, capacidades tecnológicas y seguridad marítima, así como a la posibilidad de construir acuerdos de largo alcance que vinculen inversión, comercio, migración y seguridad de manera estructural.

La estrategia también resalta la necesidad de fortalecer las cadenas de suministro dentro del hemisferio y reducir dependencias con China, especialmente en sectores críticos como manufactura avanzada, tecnologías estratégicas y minerales esenciales. Al señalar que la relocalización industrial será un instrumento clave del poder económico estadounidense, el nearshoring se refuerza como elemento geopolítico, no solo económico. Esto representa una oportunidad histórica para México: atraer inversiones estratégicas, integrarse en nuevas cadenas de valor, escalar tecnológicamente y consolidarse como socio productivo indispensable de Estados Unidos. El Plan México tiene este enfoque, pero enfrenta barreras estructurales profundas derivadas de la fragilidad institucional, la insuficiencia energética, la infraestructura limitada, la inseguridad y la caída de la inversión privada, factores que reducen la capacidad del país para absorber y ejecutar proyectos de gran escala. Se requieren acciones decididas y, sobre todo, un reconocimiento explícito del gobierno federal sobre la necesidad de fortalecer las instituciones y garantizar el estado de derecho, así como impulsar la inversión con visión de largo plazo.

Esta nueva visión estratégica de Estados Unidos también plantea riesgos importantes para nuestro país. El hecho de que la seguridad fronteriza es el elemento primordial de la seguridad nacional estadounidense anticipa presiones crecientes sobre México para frenar flujos migratorios. También se puede prever un endurecimiento del discurso y de las expectativas de Washington hacia la acción mexicana contra el crimen organizado. Este punto representa una tensión potencial en términos de soberanía, cooperación bilateral y manejo de fuerzas de seguridad. Otro riesgo estratégico proviene de la relación con China, con un escrutinio más estricto sobre reglas de origen, prácticas de exportación y cadenas de suministro mexicanas. Esto podría derivar en nuevas medidas arancelarias, verificaciones más estrictas o condicionamientos dentro de la revisión del T-MEC en 2026.

Para México, la estrategia estadounidense presenta un escenario dual: por un lado, una ventana de oportunidad para fortalecer su industrialización, modernizar su infraestructura, atraer capital estratégico y profundizar su integración tecnológica y de seguridad con Estados Unidos; por otro, un conjunto de presiones sobre su política migratoria, su autonomía regulatoria, su relación con otros socios globales y su capacidad para mantener márgenes de soberanía en seguridad interior y decisiones de inversión.

El desafío para México es convertir este nuevo marco geopolítico en una estrategia de Estado. La proximidad geográfica y la interdependencia económica pueden ser palancas, no vulnerabilidades, si se traducen en una agenda proactiva que combine seguridad, comercio, energía, innovación y diplomacia. El reto no consiste en alinearse de manera automática con Washington, sino en construir una relación madura que permita negociar acuerdos integrales que generen beneficios recíprocos.