Empresas privadas y potencias mundiales apuestan por minar la Luna en busca del combustible del futuro, aunque ni siquiera saben cómo traerlo a la Tierra
No será sencillo - El terreno del satélite plantea desafíos extremos que han llevado a las potencias espaciales a desarrollar tecnologías para transformar un entorno costoso y hostil en un espacio de oportunidades económicas y científicas
El interés por volver a la Luna crece gracias a la posibilidad de extraer materiales que aquí resultan muy contaminantes
Las excavadoras terrestres funcionan con una eficiencia que la superficie lunar solo puede envidiar. En la Tierra, extraer minerales, transportarlos y refinarlos responde a un engranaje consolidado. Sin embargo, mover un solo grano de regolito en la Luna implica enfrentarse al vacío, a temperaturas extremas y a un polvo que se adhiere a cualquier superficie.
Esa diferencia convierte al satélite en un terreno de alto coste operativo, donde cada acción requiere una logística minuciosa y un soporte energético difícil de mantener. Esa complejidad ha dado paso a una carrera tecnológica en la que los mayores actores del planeta buscan transformar la dificultad en oportunidad.
Las empresas privadas toman el mando con contratos millonarios para extraer helio-3
Estados Unidos y China concentran los esfuerzos más ambiciosos en esa dirección. Ambos países planean misiones tripuladas para alcanzar la superficie lunar antes de 2030, con objetivos que van más allá de la exploración científica. La disputa se orienta a establecer presencia permanente y controlar los recursos que podrían impulsar una nueva economía espacial.
Las empresas privadas se han convertido en el motor visible de ese propósito. En septiembre, la compañía finlandesa Bluefors acordó con la estadounidense Interlune la compra de hasta 10.000 litros de helio-3 procedentes de la Luna, un contrato valorado en 300 millones de dólares.
Este gas, explicó Mustafa Bilal en un artículo publicado por SpaceNews, es un isótopo de helio que puede alimentar reactores nucleares o refrigerar ordenadores cuánticos. Su escasez en la Tierra y su mayor concentración en el regolito lunar lo han convertido en la materia prima más codiciada del sector espacial.
Interlune afronta una tarea de enorme escala. Tal y como informó Forbes, sus excavadoras deberán procesar millones de toneladas de suelo lunar para obtener cantidades útiles del isótopo. Además, el traslado del equipo desde la Tierra encarece cualquier intento de producción. La empresa planea enviar una cámara multiespectral en la misión Griffin-1 de Astrobotic para medir la concentración de helio-3 y determinar si la explotación resulta viable.
Otras compañías buscan rutas complementarias. Blue Origin firmó un acuerdo para elaborar mapas de recursos lunares desde la órbita y verificar su presencia sobre el terreno. Bilal detalló que, junto al helio-3, el hielo es un recurso esencial porque puede transformarse en agua potable, oxígeno y combustible. La explotación directamente en el satélite reduciría costes y abriría el camino a una industria autosuficiente.
La Luna se convierte en un mercado en construcción con enormes expectativas económicas
El abastecimiento energético marca la frontera entre la exploración y la permanencia. Las noches lunares duran el equivalente a dos semanas terrestres, lo que limita el uso exclusivo de paneles solares. Por ello, varios países desarrollan reactores nucleares destinados a las futuras bases. Según Bilal, disponer del primer generador operativo permitiría a un Estado establecer una “zona de seguridad” alrededor de su instalación y, con ella, condicionar el marco legal de las operaciones posteriores. Ese precedente podría determinar la estructura del derecho espacial en los próximos años.
China ha avanzado con constancia en esa dirección. La misión Chang’e 6 demostró capacidad técnica al traer muestras de la cara oculta del satélite. Poco después, Pekín ensayó su módulo Lanyue y el cohete Larga Marcha 10, pasos que consolidan su programa lunar. Su estrategia combina infraestructura tecnológica e influencia diplomática, al invitar a otros países a integrarse en la Estación Internacional de Investigación Lunar.
La Luna, en este sentido, ha dejado de ser un símbolo de conquista para convertirse en un mercado por construir. Las cifras avalan ese cambio: cerca de la mitad de las 450 misiones previstas para 2033 tienen fines comerciales y podrían generar 151 000 millones de dólares en ingresos. En ese tablero, cada perforadora, cada contrato y cada reactor definen un nuevo equilibrio. La carrera lunar del siglo XXI no busca plantar banderas, sino sostenerlas con energía, industria y permanencia.
