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Arbolar o asolar

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Abc.es 
El Parque del Campo Escolar ha sido, durante los últimos 125 años, el guardián del Circo Romano de Toledo . Se lo debemos a la corporación municipal de 1906, en la que Luis de Hoyos Sainz -ingeniero agrónomo y antropólogo, licenciado en Derecho y doctor en Ciencias Naturales; erudito concejal de la Comisión de Paseos, Jardines y Arbolados del Ayuntamiento- promovió y facilitó la celebración de una Fiesta del Árbol junto a las ruinas del Circo. Aquella plantación de pinos carrascos protegió el Circo cuando la ciudad desbordó sus murallas a mediados de los años cincuenta . Como en Roma, donde sus pinetas urbanas -como la del Monte Testaccio - son reservas de memoria arqueológica y, al mismo tiempo, sus mejores parques. Antes, otro ilustrado y aficionado al buen urbanismo, Carlos III -quien da nombre al campo de fútbol que, con razón, se propone recuperar la ciudad- ya había aplicado ideas fisiocráticas , ordenando arbolar los caminos de llegada a Toledo con olmos y moreras. Algunos de estos ejemplares, también patrimonio natural, resisten maltrechos a las mutiladoras podas contemporáneas. Al lado, con buen criterio, el vacío hoy mal llamado 'parking disuasorio' -capaz de acoger mil vehículos- en Santa Teresa, ha comenzado su saneamiento superficial. Son 39.782 metros cuadrados de ciudad, el equivalente a cinco campos de fútbol: una gran oportunidad para transformar y renombrar este lugar, más allá del simple bacheado con decenas de miles de toneladas de zahorra, mezcla inerte de gravas y cemento. También nosotros, con nuestra gran Fiesta del Árbol , podríamos plantar allí un millar de árboles que, al tiempo que permitieran dejar vehículos, nos dieran sombra. Algo que el gran arquitecto toledano Manolo Casas, fundador de la Escuela de Arquitectura de Toledo, ya aconsejó para la Vega Baja: «Una cuadrícula de almeces a seis metros, cuyas raíces no comen restos arqueológicos» . Árboles ordenados según un marco de plantación orientado como el Circo, siguiendo la traza fundacional de la ciudad clásica de Toletum. Una plantación que, además de respetar el genius loci del lugar, favorecería el aparcamiento ordenado, propiciando un esplendoroso bosque futuro : un lugar persuasorio, convincente. Y, siguiendo ese camino trazado por otros ilustres, podríamos escribir -como figura en la inscripción real de Carlos III, junto a la Fuente Nueva de Alcántara-: «Se formó y hermoseó el próximo delicioso paseo de árboles, para la mayor comodidad y recreo del público, para ilustre ornamento de la Patria, para Monumento Perpetuo del Buen Gusto» . O arbolar la ciudad, o ser recordados como los de la Fiesta de la Zahorra. (*) Javier Vellés M. y José Ramón de la Cal son doctores arquitectos y profesores de Rehabilitación del Patrimonio Urbano y Edificado de la Escuela de Arquitectura de Toledo