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El duelo en pausa por los desaparecidos de la dana: «No asumo que está muerto porque no hay cuerpo»

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Abc.es 
Un año después de la fatídica dana que dejó 229 víctimas mortales en la provincia de Valencia, el dolor y la incertidumbre siguen muy presentes entre las familias de los desaparecidos, que todavía esperan respuestas. Hasta hace una semana, la posibilidad de recuperar a sus seres queridos parecía mínima. Sin embargo, la aparición del cuerpo de José Javier Vicent el pasado 21 de octubre, apenas unos días antes del aniversario, ha devuelto la esperanza a quienes continúan buscando. Para muchos, este hallazgo simboliza algo más que el cierre de una búsqueda, es una señal de que, incluso un año después del desastre, la memoria y la esperanza siguen vivas. Así lo asegura la hija de Francisco , uno de los todavía desaparecidos, Saray, quien señala a ABC que encontrar el cuerpo de Javier les ha «devuelto la esperanza». Así, reconoce que se trata de una noticia que «necesitábamos las familias», puesto que su único objetivo es «despedirse como toca». Al respecto, Saray asegura que sintió «muchísima alegría» por Susana, la mujer de Javier, «que por fin podrá descansar y empezar el duel o », un duelo que todavía la hija de Francisco no ha podido comenzar. No obstante, esta noticia, aunque significativa, no pone fin al sufrimiento. Y es que a pesar de que el hallazgo de Javier ha sido como un rayo de luz después de un año de oscuridad, la realidad es que todavía dos personas siguen desaparecidas: Francisco, de 64 años, desaparecido en Montserrat , y Elisabeth de 38 años, a la que se le perdió la pista en el municipio de Cheste . Ambos, junto con Javier, fueron dados por fallecidos por la Justicia el pasado mes de marzo. Los equipos de búsqueda prometieron hace un año a sus familiares que «no pararían de buscar hasta encontrarlos », y aunque esa promesa sigue intacta y los rastreos no han cesado, la hija de Francisco asegura que resulta «muy doloroso» esperar cada día la llamada que les comunique que ha aparecido el cuerpo de su familiar, para «por fin» poder «comenzar el duelo en condiciones». En su caso, Francisco, fue arrastrado por la corriente al resbalar en el techo de su coche, donde permaneció durante dos horas junto a sus nietos de cinco y diez años, a los que subió para ponerlos a salvo de la dureza del temporal. Un años después, su hija Saray explica a este periódico que «poco a poco» va asumiendo «la realidad de que no aparece», pero tampoco puedes «asumir que está muerto porque no hay un cuerpo », lo que hace «muy difícil acallar esa mente que tiene tantas incógnitas». El duelo, dice, es una palabra que no encaja del todo, dado que «no puedes cerrar este capítulo sin tener un cuerpo». El 29 de octubre de 2024 estará marcado para siempre en el calendario de Saray como una herida que no cicatriza. Aunque ya ha pasado un año de la tragedia, la hija de Francisco todavía vive entre la esperanza y la incertidumbre de que quizá nunca pueda recuperar su cuerpo. Como a tantas otras familias, la riada les sorprendió en plena rutina. Saray había salido de trabajar sobre las cinco de la tarde, mientras su padre, Francisco, cuidaba de sus dos hijos en el chalet familiar de Montroy, aunque ellos vivían en Montserrat. Era habitual que a esa hora Francisco llevara de vuelta a los niños a casa, pero aquel día, al empezar a ser consciente de la magnitud de la tormenta, Saray decidió avisarles para que no salieran. «Les mandé un audio para decirles que se quedaran donde estaban, pero el mensaje nunca llegó , se perdió la comunicación», recuerda Saray. Francisco, sin saberlo, emprendió el regreso hacia Montserrat, donde de camino, la riada los alcanzó. Aunque el agua los rodeó en pocos minutos, logró subir a sus dos nietos al capó del coche, hasta que, debido a la fuerza de la riada, se r esbaló a las dos horas y la corriente se lo llevó . Saray no supo nada de ellos hasta las once y media de la noche, cuando la policía llegó a su casa con los niños y comenzó a reconstruir lo ocurrido con lo que contaban sus hijos. «Fue todo tan rápido y tan brutal que todavía a veces me cuesta entenderlo», lamenta la hija de Francisco. Los primeros días fueron de confusión, en los que «no hubo prácticamente búsqueda», asegura Saray. « Buscábamos nosotros mismos, los familiares, hasta que llegaron los equipos de fuera: la UME de León, bomberos de Granada y la K9 de Benidorm, pero enseguida los retiraron», lamenta. La UME sí continuó la búsqueda durante semanas, pero el cuerpo de su padre nunca apareció. Con el paso de los meses, las batidas se fueron reduciendo, pero la promesa se mantuvo: «Nos decían que no iban a parar hasta encontrarlos». Un año después, la promesa permanece, y aunque las búsquedas ahora son más puntuales y discretas, continúan activas. «Al principio nos llamaban cada semana para decirnos que seguían buscando, pero luego, las llamadas fueron menos frecuentes. También entiendo que para ellos debe ser duro llamar solo para decir que no hay novedades», señala Saray. Justo cuando se cumple un año, Saray confiesa que la esperanza se ha transformado. «Los primeros días piensas que puede estar hospitalizado y que igual perdió la memoria, como le pasó a otras personas, te lo replanteas todo. Luego llega la realidad: no hay noticias, no hay cuerpo. Entonces pasas de esperar que esté vivo, a esperar al menos poder encontrarlo ». En esta línea, la hija de Francisco denuncia que esta situación «posiblemente» se podría haber evitado si los equipos de búsqueda hubieran realizado los rastreos los primeros días tras la tragedia, dado que «empezaron a buscar demasiado tarde», lamenta. En su caso, los expertos les han trasladado que el cuerpo de su familiar podría haber sido arrastrado hasta Cullera, «desde aquí hasta Cullera hay mucho tramo de río. La fuerza del agua fue tan grande que podría haberlo arrastrado kilómetros o sepultado en cualquier sitio. Es muy duro imaginarlo, pero también es lo único que nos queda», señala. Sin embargo, a pesar de no encontrar el cuerpo, la familia decidió darlo por fallecido el pasado mes de marzo, «fuimos nosotros los que tuvimos que iniciar el trámite». Y «aunque a nivel emocional, no cambió nada», el documento les sirvió para desbloquear ayudas y trámites administrativos. Aunque en el relato de Saray hay gratitud hacia los equipos de búsqueda, también un «sentimiento profundo de abandono institucional », ya que en su caso, la ayuda psicológica tuvo que buscarla por su cuenta, mientras que para sus hijos «no hubo nada hasta hace poco»: «Durante meses, estuvimos completamente solos», critica. En este sentido, insiste en que «nos hemos sentido desamparados porque no ha habido una asistencia psicológica ni ha habido un seguimiento, no ha habido nada ni antes, ni después, ni durante», pero sí agradece que «continúen las búsquedas y que se pongan los recursos». Un año después de la tragedia, Saray no solo lamenta la ausencia de su padre, sino también «la indiferencia institucional», la que percibe como una «forma de maltrato». A pocas horas de la celebración del funeral de Estado, en el que se homenajearán a las 237 víctimas de la dana, la hija de Francisco denuncia que es «incomprensible» que acuda al presidente de la Generalitat, Carlos Mazón . «Es un maltrato total hacia las víctimas», sostiene. «Ya no solo porque por su negligencia yo no tenga a mi padre, sino porque encima nos están engañando cuando manipulan la información y cambian las versiones». Asimismo, Saray insiste en que «nosotros no estamos politizados, como algunos dicen, solo pedimos justicia y que se depuren responsabilidades». En esta línea, Saray reconoce que le resulta «insoportable» la idea de tener que ver en el funeral al que considera «el principal culpable». «El acto debería ser para honrar a nuestros muertos, no para ver la cara del que creemos responsable. Es como si el asesino estuviera en primera fila en tu propio entierro », asevera. «Ojalá la justicia ponga a cada uno en su lugar, porque ahora mismo todo sigue igual: promesas que llegan tarde y responsabilidades que nadie quiere asumir», concluye.