Servicios públicos como plagas apocalípticas
Este artículo fue publicado originalmente en El Día.
El deterioro significativo registrado en la prestación de los servicios públicos en los últimos cinco años, perfectamente podrían ser definidos como las plagas del apocalipsis moderno en República Dominicana.
Quejas generalizadas en la educación, la salud, la electricidad, el transporte, el sistema 911, el tránsito y la protección del medio ambiente y de los recursos naturales muestran a un gobierno incapaz e indolente ante la garantía de derechos que, constitucionalmente, está en el deber de satisfacer con eficiencia en beneficio de la población.
Lo peor radica en que la administración del Partido Revolucionario Dominicano (PRM) ve la situación con sordera, y prefiere recurrir a relatos que procuran construir una percepción positiva de realidades de retroceso que saltan a la vista del pueblo dominicano.
Lo ideal sería que reconozca el deterioro progresivo de los principales servicios públicos, lo que le serviría de punto de partida para la búsqueda de los consensos necesarios para solucionarlos en un tiempo prudente.
La actitud oficial es indolente, prepotente y soberbia en el ejercicio del poder. No comprende que un gobierno consiste en la administración temporal del Estado en las sociedades democráticas. En un abrir y cerrar de ojos de cuatro años llegan las elecciones, que son el medio a través del cual se verifica la participación política de las mayorías.
Estas no sólo sirven de fuente de legitimación, sino que constituyen procesos mediante los cuales se pueden encauzar los humores públicos y dirimir diferentes puntos de vista por vías pacíficas.
Otra lección para los soberbios del poder radica en que los certámenes electorales ayudan a que los ciudadanos reconozcan su papel de sujetos activos en la esfera pública y la capacidad de control sobre las actuaciones de los gobiernos.
De manera que los gobernantes actuales en República Dominicana podrían ir a la oposición en tres años, por lo que deberían ocuparse en dejar una sociedad en mejores condiciones que la que encontraron en el 2020.
Todo buen gobernante siempre habrá de alejarse de la soberbia y, por el contrario, ejercer el poder con amor. El escritor ruso León Tolstói, considerado uno de los más grandes novelistas del siglo XX, universalizado con obras como “Guerra y paz” y “Ana Karenina”, advirtió en una ocasión que “todos los males del mundo provienen de que el hombre cree que puede tratar a sus semejantes sin amor”.
La deshumanización, por ejemplo, que se observa en las atenciones sanitarias, expresada en la negación de los derechos de los pacientes a una salud de calidad en los centros públicos. Muchos usuarios parecen mendigos demandando una cama para un internamiento en un centro de salud del Estado o un medicamento de alto costo.
Esta desatención ocurre en violación del artículo 147 de la Constitución de la República que establece: “Los servicios públicos están destinados a satisfacer las necesidades de interés colectivo.
Serán declarados por ley. En consecuencia: 1) El Estado garantiza el acceso a servicios públicos de calidad, directamente o por delegación, mediante concesión, autorización, asociación en participación, transferencia de la propiedad accionaria u otra modalidad contractual, de conformidad con esta Constitución y la ley; 2) Los servicios públicos prestados por el Estado o por los particulares, en las modalidades legales o contractuales, deben responder a los principios de universalidad, accesibilidad, eficiencia, transparencia, responsabilidad, continuidad, calidad, razonabilidad y equidad tarifaria; 3) La regulación de los servicios públicos es facultad exclusiva del Estado…”.
Esperemos que un Moisés o un Aaron vengan a salvarnos de estas plagas apocalípticas de los pésimos servicios públicos.
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