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No sabían dónde quedaba Costa Rica, pero aquí terminaron: así viven ahora los migrantes que Trump envió al país; del Catem a un destino improbable

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Monteverde, Puntarenas. “Yo no conocía Costa Rica. Nunca había oído hablar de ese país y no quería ir. Pero nos esposaron, nos pusieron grilletes en las manos y piernas, y nos subieron al avión por la fuerza”.

Tras ese viaje forzoso que duró cinco horas y 17 minutos, desde San Diego, en California, Azar Yusifov, de 40 años y originario de Azerbaiyán, aterrizó en febrero pasado en la base dos del Aeropuerto Internacional Juan Santamaría, en Alajuela. Llegó en compañía de esposa y su hija de ocho años.

De esa manera se truncó su intentó de ingresar a Estados Unidos, donde iban a pedir asilo, alegando que corrían peligro en su país. La familia Yusifov fue parte del grupo de 200 migrantes que fue deportado por el presidente Donald Trump y enviado a suelo costarricense, tras firmar un acuerdo con el gobierno de Rodrigo Chaves.

De Azerbaiyán, una antigua república soviética, había huido seis años antes y, desde entonces, vivía en Turquía, donde trabajaba como mecánico en barcos.

“Trabajaba en una agencia de publicidad en Azerbaiyán y un cliente me pidió imprimir carteles para otro partido político y mientras los pegaba, la policía me detuvo, me golpeó y me encarceló. Eso se repitió varias veces.

Siempre me arrestaban, me golpeaban, me quitaban el dinero y no me dejaban trabajar en ningún lugar. Incluso amenazaron a mi familia. Como no podía trabajar ahí, llevaba seis años trabajando en Turquía. Trabajo en barcos, soy mecánico, y cada vez que regreso a mi país, me arrestan y me quitan el dinero“, contó Yusifov a La Nación.

‘No fue bueno. No sé cómo decirlo’

Azar, de 40 años; su esposa Vusala, de 43 años; y su hija Inji, de ocho años, llegaron a Estados Unidos a principios de febrero, se entregaron, de manera voluntaria a un puesto fronterizo, con la intención de solicitar asilo político.

Optaron por esa vía, luego de que la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP) les canceló una cita para pedir refugio. Con la llegada de Trump al poder, el pasado 20 de enero, el denominado programa CBP One fue cancelado y, en su lugar se implementó otra iniciativa enfocada en la “autodeportación” de los migrantes irregulares.

En suelo estadounidense los Yusifov estuvieron detenidos 16 días hasta que se negaron a firmar una deportación voluntaria a su país de origen (Azerbaiyán). De inmediato los montaron en un avión rumbo a Costa Rica.

Sobre su estadía en EE. UU., Azar fue escueto: “No fue bueno. No sé cómo decirlo. No estuvo bien”, le limitó a decir.

Tras su arribo al Santamaría fueron montados en un bus y enviados al Centro de Atención Temporal a Migrantes (Catem), una antigua fábrica de lápices, en Paso Canoas, cerca de la frontera con Panamá.

En el Catem permanecieron hasta el 12 de julio anterior, cuando viajaron hasta Monteverde donde un grupo de cuáqueros los acogió, de manera temporal, junto a otras cinco familias, dándoles un lugar donde vivir, ropa, comida y un dispendio semanal para sus gastos básicos.

Ellos fueron acogidos por miembros de la Asociación Los Amigos de Monteverde, una comunidad cuáquera, integrada principalmente por estadounidenses, quienes se pusieron de acuerdo para recibir a algunos de los migrantes que estaban varados en el Catem.

Para ello, contaron con la ayuda de la organización, también cuáquera, American Friends Service Committee (AFSC), que fue el contacto con los deportados por Trump mientras estaban en Paso Canoas.

En total, recibieron a seis familias, 17 personas, entre adultos y niños. Cinco viven en Monteverde, Puntarenas, y una en Liberia, Guanacaste.

Azar dice sentirse muy agradecido; sin embargo, le atormenta su futuro. Si bien existe una orden de la Sala Constitucional para que la Dirección General de Migración y Extranjería les dé un estatus migratorio, en la práctica eso no ha ocurrido.

No cuenta con un Documento de Identidad Migratorio para Extranjeros (Dimex) y, en consecuencia, no pueden conseguir trabajo. Sumado a eso, es consciente de que la ayuda de los cuáqueros es temporal.

“Nos tratan muy bien aquí en Monteverde. Nos dieron un lugar donde quedarnos y nos dan comida. Mi hija va a la escuela. Pero aún así, este lugar no es para nosotros. ¿Cuánto tiempo puede durar esto? Nadie va a darme siempre comida o alojamiento. Necesito tener mi propia casa, trabajar por mi cuenta.

Me da vergüenza seguir recibiendo dinero de los demás. Quiero trabajar y mantener a mi familia con mi propio dinero”, afirmó Azar Yusifov, a quien tampoco se le ha hecho una valoración médica, pese a que así lo ordenó la Sala IV.

A esa situación se suma que en Monteverde, salvo con los otros migrantes, no tiene con quién hablar en su idioma. Incluso, la entrevista que concedió a este diario, el pasado 27 de setiembre, se realizó en español y en turco, y con la ayuda de una aplicación móvil se logró traducir la conversación de un idioma a otro, en tiempo real.

“Me da vergüenza seguir recibiendo dinero de los demás”

Azar Yusifov

La Salida del Catem

De previo a llegar a Monteverde, esta familia de azerbaiyanos estuvo cuatro meses y medio recluida en el Catem. Durante los primeros dos meses, ellos no podían salir y estuvieron sin su pasaporte y demás documentos de identidad. Solo podían ir al supermercado y en compañía de policías.

Todo cambió el 24 de junio pasado, cuando la Sala Constitucional resolvió favorablemente, por mayoría, un recurso de hábeas corpus y ordenó su liberación y la de otras decenas de migrantes, quienes no habían escapado o optado por la deportación voluntaria a sus países de origen.

A raíz de esa resolución fue que lograron salir y refugiarse en las montañas de Monteverde, donde conviven con con otros migrantes de Rusia, Armenia y Afganistán.

Sobre su paso en el Catem, contó que las condiciones no fueron las mejores: “Al principio no nos trataron bien. Durante los primeros meses no nos dejaban salir. Estábamos detenidos dentro y hacía mucho calor. Las condiciones del baño y del inodoro no eran buenas. Las camas tampoco. Pero después de dos meses, nos consiguieron permiso para salir y nos devolvieron nuestros pasaportes”.

‘Puede que algún banco o institución le ponga alguna traba’

Omer Badilla, viceministro de Gobernación y Policía, y director general de Migración, aseguró que, evidentemente el Catem no tenía las condición de un hotel, pero insistió en que sí reunía “las condiciones básicas para albergar migrantes”.

Negó que se les hubiese dado un mal trato. Alegó que en un principio se les negó la salida y se les quitó los pasaportes por la propia seguridad de los migrantes.

“Al principio nos daba miedo que personas tan vulnerables cayeran en manos de una red de trata o de tráfico de personas. Nuestra principal razón, al principio, fue asegurarnos de que las personas estuvieran bien. Conforme pasaron los días, se fue entendiendo más la dinámica y se empezó a flexibilizar esas medidas para que las personas pudieran tener verdaderamente satisfechos todos sus derechos”, afirmó Badilla.

El jerarca también reconoció que a esos migrantes, si bien se les otorgó un estatus migratorio, no se les facilitó un carnet de identidad, pese al fallo de la Sala IV. Adujo que ellos se negaron a solicitar refugio y, en consecuencia, no se les brindó un permiso temporal para buscar trabajo y reinsertarse en la sociedad, pero si lo hacen, se les otorgará. También dijo que pueden optar por un Dimex, pero que ese trámite tiene un costo asociado.

Recalcó que si alguno tiene problemas para realizar algún trámite, debe pedir ayuda a la Dirección de Integración, de la Dirección de Migración.

Puede que tenga toda la razón, que algún banco o institución le ponga alguna traba, pero justamente en esos momentos es cuando ocupamos que nos informen para que la Dirección de Integración se comunique con esas instituciones y pueda coordinar todo lo relacionado a la petición que están haciendo”, manifestó Badilla.

Cuando se le cuestionó que eso no fue lo que sentenció la Sala Constitucional, dijo que iba a ver cómo atendía la situación.

Nuevo intento para ingresar a EE. UU.

Ahora, Azar y su familia no descartan intentar ingresar de nuevo a EE. UU. En Costa Rica no conocen a nadie y en cambio, en la nación norteamericana sí tienen conocidos. Allá viven algunos familiares de su esposa y tienen amigos en Boston y en Washington.

“Quiero volver a Estados Unidos. Allí tengo familiares, un lugar donde quedarme y trabajo. Pero aquí llevo mucho tiempo sin poder encontrar trabajo. Me han dado un lugar donde quedarme, pero no sé cuánto tiempo durará. Necesito un lugar propio. Quiero trabajar. Al menos quiero estar cerca de familiares. Aquí no tengo a nadie”, se lamentó.

La entrevista con Azar se realizó el pasado 27 de setiembre, quizás al momento de esta publicación su familia o alguno de los otros migrantes que llevaron a Monteverde ya no estén ahí. La mayoría está en Costa Rica de manera temporal, esperando el momento para intentar volver a Estados Unidos, o bien, a otro país de Occidente.

Lo cierto es que en el bosque nuboso de Monteverde encontraron amigos entre la comunidad cuáquera.

“Quiero volver a Estados Unidos. Allí tengo familiares, un lugar donde quedarme y trabajo. Aquí no tengo a nadie”

Azar Yusifov