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‘Todo se cura con amor’: Ignacio Russo anotó luego de hacer el minuto de silencio por la muerte de su padre

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Horas después de la vela de su padre en la Bombonera, el histórico entrenador Miguel Ángel Russo, Ignacio Russo, delantero de Tigre, dio una lección de entereza y amor por el fútbol, que conmueve, y que le dio la vuelta al mundo, dejando a muchos sin palabras.

Viajó a Rosario para jugar contra Newell’s, cumpliendo la voluntad de su progenitor, y el destino le tenía reservado un obsequio inigualable para su “viejo”: un gol que fue un desahogo incontrolable y un homenaje eterno.

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El fútbol argentino presenció una jornada que trascendió la pelota, un momento donde el dolor más íntimo se convirtió en una demostración pública de amor y fortaleza.

Tras un velatorio que conmovió a todo el país en la Bombonera, Ignacio Russo, hijo del recordado Miguel Ángel, fallecido el miércoles tras una larga batalla de años contra el cáncer, tomó una decisión que hablaba de herencia y convicción: no faltar al partido de Tigre contra Newell’s en Rosario.

“Voy a jugar, él hubiese querido eso. Si no, se levanta y me caga a puteadas”, mencionó el futbolista, quien no quiso tomarse el tiempo que necesitara, como se lo dijeron en su club.

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Horas después de la cremación de su padre, Ignacio se subió a un auto y viajó a Rosario para sumarse a la concentración, llevando su mate y su semblante serio, aunque en su interior se gestaba un torbellino de emociones.

Al pisar el césped del Coloso Marcelo Bielsa, la atmósfera ya era densa. Miguel Ángel Russo, ídolo en el clásico rival, Rosario Central, y figura mundial del fútbol, recibía un minuto de silencio que detuvo el tiempo.

Fue en ese instante, frente a compañeros, rivales y la hinchada rosarina, que Ignacio no pudo más: se quebró en un llanto incontenible.

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Abrazado por sus compañeros de Tigre y arropado por la solidaridad de los jugadores de Newell’s (incluido un emotivo abrazo con el técnico Cristian Fabbiani, a quien Russo padre hizo debutar), el joven delantero canalizó el dolor.

El gol más emotivo y desgarrador

Pero el fútbol es caprichoso y, a veces, un narrador poético. Apenas a los 21 minutos del partido, la historia se reescribió en clave de leyenda. Tras un pase preciso, Ignacio Russo encontró el arco vacío y definió para el 1-0 de Tigre.

Lo que siguió fue un desahogo total: el delantero se dejó caer de rodillas, estallando en llanto. Sus compañeros corrieron a abrazarlo, en un festejo que fue más contención que euforia. Era su cuarto gol en el Clausura, pero ninguno se acercaba a la carga emocional de este.

En medio de las lágrimas, Ignacio se levantó la camiseta y mostró un tatuaje que llevaba bajo el pecho: “Todo se cura con amor”.

La frase, un mantra que inmortalizó su padre en 2017 tras ganar un título con Millonarios en Colombia, refiriéndose a su propia lucha contra el cáncer de próstata.

Aquellas palabras revivieron en el cuerpo de su hijo como un legado indeleble. Un mensaje de resiliencia que hoy, más que nunca, cobraba sentido, porque todo se cura con amor.

Con el 1-1 final en el marcador, y la figura del partido a cuestas, Ignacio Russo mostró la entereza que le heredó su padre en sus declaraciones: “Tomé la decisión de jugar, porque lo necesitaba para mí y porque él también quería que juegue”.

Con una madurez impactante, relativizó la figura pública de Miguel: “Yo no tomaba magnitud de lo que él generaba o de lo que era. Para mí, simplemente era Miguel, mi papá. Con el que tenía charlas, con el que discutía...”.

Después de eso, pronunció una reflexión más: “Me quedo con las enseñanzas que te deja. Nunca tirar la toalla. De que todos los días, por más que hayas ganado o perdido, hay que empezar de cero”.

Ignacio Russo honró la memoria de su padre de la única forma en que Miguel Ángel Russo hubiera querido: en la cancha, con el mate en la mano y la convicción de no rendirse.

El gol no solo le dio un punto a Tigre, sino que le dio al mundo del fútbol una imagen de respeto, dolor y amor real que perdurará por siempre.

Un beso al cielo, un grito ahogado y un tatuaje que resume la vida y el legado de un grande: “Todo se cura con amor”.