Cómo crear una rutina flexible que no te frustre
El trabajo o los estudios, los niños, el deporte, la rutina
de belleza, cuidar de las amigas… no sé cómo lo haréis vosotros, pero el día a
día para mí a veces es interminable. La organización del día puede traernos
mucha frustración porque no conseguimos llegar a todo. De hecho, las
rutinas perfectas parecen estar llenas de tareas donde no puede faltar tiempo para:
el trabajo, el ejercicio, la comida saludable, la meditación, tiempo en familia
y claro, el descanso reparador.
Sin embargo, ¿cuántas podéis dedicarle tiempo a diario a
todo lo nombrado? Como veo pocas manos levantadas, porque no me creo que lo
consigáis, seguramente os estáis enfrentando a sentimientos como la culpa,
el agobio e incluso la sensación de fracaso. Todo esto hace mella en
nuestro bienestar e incluso puede llegar a afectar nuestra salud mental.
Por eso, quiero que trabajemos juntas para conseguir días
más armoniosos y sobre todo que podamos sentirnos satisfechas al final del día
con una rutina que no nos frustre. La clave no está en tener una rutina
rígida, sino en construir una estructura flexible que se adapte a tus
ritmos, prioridades y energía. Descubramos cómo lograrlo sin caer en la trampa
del perfeccionismo., hoy lo aprenderemos juntas.
1. Empieza por lo esencial
Una rutina flexible no significa improvisar cada día. Al
contrario, requiere identificar qué actividades son realmente importantes para
ti, esto te ayudará a organizar mejor tus prioridades. Según expertos en
productividad, lo ideal es definir entre 2 y 3 prioridades diarias y
dejar espacio para lo inesperado.
Puedes usar el método de bloques: reservar franjas
horarias para tareas clave. Por ejemplo, puedes definir que tus dos
primeras horas de trabajo se centrarán en revisar el correo electrónico o en
labores que de gestión u organización que tengas que hacer a diario y que no
pueden quedar aparcadas. Por otro lado, puedes dejar otras franjas más abierta
como la primera hora de la tarde para pequeñas tareas pendientes.
2. Ajusta según tu energía
No todos los días son iguales, y tú tampoco, así que no
pretendas conseguir hacer siempre lo mismo. Hay momentos en que estás más
creativa, otros más dispersa, y eso debe reflejarse en tu rutina. En lugar de
forzarte a cumplir un horario fijo, observa tus niveles de energía y adapta
tus actividades en consecuencia.
Por ejemplo, si sabes que rindes mejor por la mañana,
reserva ese tiempo para tareas exigentes. Si por la tarde te cuesta
concentrarte, dedica ese espacio a gestiones simples o actividades que te
relajen. Yo por ejemplo siempre intento empezar en día con tareas sencillas y cuando
ya cojo ritmo empiezo con las tareas más exigentes.
3. Incorpora pausas reales (con
respaldo médico)
Una rutina sin pausas no es sostenible. El descanso no es
un lujo, es parte de la productividad. Las pausas conscientes ,aunque sean
cortas, tienen un impacto directo en tu salud física, mental y emocional. De
hecho, publicaciones médicas como “Ocronos” hablan de su importancia durante la
jornada laboral porque ayudan a prevenir el síndrome de burnout, contribuye a
mejorar la concentración y fomenta un clima laboral más saludable. Nos hablan
de unos 5 minutos cada dos horas donde cambies de postura y realices ligeros
movimientos para evitar la fatiga.
Incluso a nivel de prevención de riesgos laborales estas
pausas son recomendables. Porque podemos aprovechar para estirar, lo que
ayudará a nuestra circulación y evitará lesiones. Pero también benefician a la
empresa porque estas pausas consiguen aumentar la productividad. A nivel
neurocienfífico incluso ayuda a mejorar la memoria y la creatividad. Pero ¿Cómo
hacerlo?
Una herramienta útil para integrar estas pausas es la técnica
Pomodoro, desarrollada por Francesco Cirillo. Consiste en trabajar durante
25 minutos y descansar 5, alternando entre concentración y recuperación. Según
el Dr. Roberto Rosler, este método activa el modo difuso del cerebro,
facilitando la consolidación de la memoria y la creatividad.
4. Sé amable con los cambios
La flexibilidad implica aceptar que habrá días en que no
cumplas todo lo planeado. Y está bien. En lugar de castigarte, revisa qué
funcionó, qué no, y ajusta. Porque puede que fueras demasiado exigente contigo
y debas cargarte con menos tareas diarias. La rutina ideal no es la que se
cumple al 100%, sino la que te acompaña sin presionarte.
Para conseguir que esto no te abrume evalúa lo que has
conseguido y ajusta tu rutina para que el final del día no sea una decepción
por todo lo que no has podido completar.
5. Usa herramientas que te ayuden (no que te esclavicen)
Las apps de organización pueden ser aliadas si las usas con
criterio. Evita llenar tu calendario de tareas que no caben en un día
humano. Prioriza, agrupa y deja espacio para lo espontáneo.
También puedes usar recordatorios visuales, como post-its
con frases que te conecten con tu propósito: “Hoy no tengo que hacerlo todo,
solo lo importante”. Y si para ti tener recordatorios constantes de lo que
tienes pendiente no te ayuda, déjalo a un lado. No consultes todo el tiempo tus
pendientes, termina táchalo y pasa al siguiente, pero sin pensar en lo que
queda solo en lo que estás.
6. Celebra lo que sí hiciste
Al final del día, en lugar de enfocarte en lo que quedó
pendiente, reconoce lo que sí lograste. Consigue que se convierta en la celebración
de todo lo que ya has conseguido terminar. Puede que te sigan quedando tareas
pendientes, siempre hay cosas por hacer, pero verás el día más como un
triunfo que si solo te quedas con lo que falta. Esto refuerza tu motivación
y te ayuda a construir una rutina que te empodera, no que te castiga.
Recuerda que la rutina flexible no es una excusa para no
hacer nada, sino una estrategia para hacer lo que importa, cuando
puedes, como puedes. De este modo conseguirás organizar tu día y solventar
aquello que no puedes controlar, adaptándote para conseguir tus objetivos
diarios.