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La armada de Estados Unidos está a punto de elegir su próximo avión de combate

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La industria de defensa norteamericana contiene la respiración ante una de las adjudicaciones más relevantes de los últimos años. Se trata del contrato para desarrollar y construir el futuro caza de sexta generación de la Marina de Estados Unidos, un proyecto multimillonario conocido como F/A-XX. La pugna final ha quedado reducida a un auténtico duelo de titanes entre dos gigantes del sector: Boeing y Northrop Grumman, después de que un tercer competidor, Lockheed Martin, fuera descartado en las fases previas.

Por un lado, para Boeing la victoria supondría la confirmación de su hegemonía en el sector de la aviación de combate. Un triunfo en este programa naval le permitiría consolidar su actual dominio, especialmente si se suma a la reciente adjudicación del caza F-47 para la Fuerza Aérea. Asegurarse este contrato sería un espaldarazo formidable para su cartera de pedidos y su influencia en el Pentágono durante las próximas décadas.

Por otro lado, para Northrop Grumman este proyecto representa la oportunidad de un regreso por la puerta grande al mercado de los cazas. La compañía no ha sido el contratista principal de un avión de ataque estadounidense desde los tiempos del legendario F-14 Tomcat, el aparato que reinó en los cielos desde los portaviones durante la Guerra Fría. Lograr el programa F/A-XX sería un hito histórico que, según informa el medio Breaking Defense, devolvería a la empresa a la primera línea en la construcción de este tipo de aeronaves.

El caza que definirá el futuro de la Armada

En esencia, el avión de combate que salga de esta competición está llamado a ser la nueva espina dorsal de la aviación embarcada estadounidense. Su misión será tomar el relevo de la actual flota de cazas F/A-18 Super Hornet y de su variante especializada en guerra electrónica, los E/A-18 Growler. La decisión de la Marina, que se espera en los próximos días, determinará el diseño del próximo gran caza naval. Este nuevo aparato se integrará en una fuerza aérea naval que ya cuenta con plataformas muy avanzadas, como el polifacético caza F-35, con el que deberá operar en perfecta sintonía.

De hecho, el F/A-XX no llega para sustituir al más moderno F-35 Joint Strike Fighter, sino para operar codo con codo junto a él. La estrategia del Pentágono es que ambas aeronaves conformen un tándem de capacidades complementarias, combinando las fortalezas de cada plataforma para garantizar la superioridad aérea desde sus portaviones en los escenarios del futuro. La expectación es máxima, pues el resultado de esta pugna industrial no solo entregará un nuevo avión, sino que también reconfigurará el tablero industrial de la defensa en Estados Unidos.