El largo camino hacia las elecciones: entre el show y el abismo
Argentina entra en la recta final antes de las elecciones de octubre con una economía exhausta y un clima político cada vez más enrarecido. A casi dos años del inicio del gobierno libertario, actualmente se encuentran ante un frente externo que se complica, una política cambiaria al límite y una sociedad que empieza a mostrar señales de cansancio.
El discurso de la "motosierra" y la "austeridad heroica" ya no alcanza para calmar los mercados ni para convencer a los votantes, sobre todo cuando los gestos oficiales parecen contradecir sus propias promesas.
El bloqueo de los demócratas: la llave que no gira
El rescate financiero que el gobierno de Milei esperaba conseguir de Estados Unidos se convirtió en un laberinto político. Lo que en principio se presentó como un amplio paquete de ayuda-negociado con el aval del FMI y el apoyo personal de Donald Trump- terminó topándose con una fuerte resistencia en el Congreso norteamericano. Parte de los senadores demócratas calificaron la asistencia como un "favor político" a un aliado ideológico y denunciaron que el dinero saldría de los bolsillos de los contribuyentes estadounidenses.
La senadora, una de las figuras más influyentes del Partido Demócrata, publico en la red social X (ex Twitter): "Esta es la persona a la que Donald Trump quiere darle 20 mil millones de dólares de nuestro dinero, mientras recorta la atención médica para los estadounidenses" acompañado de un video del recital que Milei dio en el Movistar Arena.
Elizabeth Warren, senadora del Partido Demócrata.
Aún más, en una carta enviada a la Casa Blanca, el bloque demócrata advirtió además que Argentina había suspendido sus impuestos a la exportación de soja, lo que perjudica directamente a los agricultores norteamericanos, ya golpeados por la guerra comercial con China. La escena política se completó con un discurso de los republicanos rurales que también criticaron la ayuda, acusando a Milei de "competir deslealmente" en los mercados agrícolas.
La Casa Blanca defendió el plan con el argumento de evitar un colapso financiero que arrastre precios agrícolas globales y, sobre todo, de frenar la creciente influencia de China en la región. Pero el debate dejó al descubierto una tensión incómoda: la política exterior estadounidense convertida en un campo de batalla doméstico. Si el paquete se traba en comisiones o pierde apoyo político, el "salvataje" podría no llegar a tiempo. Y para Argentina, que ya depende de ese oxígeno para sostener el tipo de cambio y cumplir con el FMI, esa demora sería devastadora.
Economía en jaque: reservas en rojo y dólar bajo presión
El corazón del problema sigue siendo el frente cambiario. Para frenar la devaluación del peso, solo entre finales de septiembre y la primera semana de octubre, el Banco Central habría vendido más de 1.500 millones de dólares de sus reservas, una cifra insostenible en un contexto donde los ingresos por exportaciones, ni siquiera con incentivos impositivos, alcanzan para compensar.
El Financial Times fue categórico: "El fracaso de Milei en acumular reservas ha inquietado a los inversores y provocó una liquidación de activos argentinos". El diario británico señaló además que el ánimo de los mercados cambió tras la derrota electoral en la provincia de Buenos Aires, cuando se encendieron las alarmas sobre la gobernabilidad del oficialismo. Desde entonces, los bonos cayeron, el riesgo país volvió a subir y la brecha cambiaria se amplió.
El intento de Milei de estabilizar la moneda a base de intervenciones en el mercado no solo erosiona el escaso stock de divisas, sino que deja en evidencia la falta de alternativas. Cada dólar vendido es una hora menos de oxígeno financiero. Y si el apoyo estadounidense no se concreta, el gobierno quedará atrapado en un círculo vicioso: cuanto más defiende el tipo de cambio, menos reservas le quedan; y cuanto menos reservas tiene, mayor es la desconfianza en el esquema cambiario.
Milei durante el "show" en el Movistar Arena.
El espectáculo del Movistar: un show político
En medio de la tormenta económica y política, el presidente argentino eligió un camino que sorprendió hasta a sus propios aliados. Milei volvió al escenario, literalmente. En el Movistar Arena, ante unas quince mil personas, ofreció un show con luces, humo, pantallas gigantes, arengas y su "banda presidencial".
El evento, pensado como una mezcla de mitin político y show de rock, terminó siendo un boomerang. En las redes sociales abundaron los memes, las burlas y la indignación. Desde opositores hasta artistas y periodistas coincidieron en el diagnóstico: el presidente se mostraba desconectado de la realidad de un país donde la inflación sigue erosionando salarios, las reservas caen a diario y la incertidumbre domina las calles. Ricardo López Murphy habló de "vergüenza ajena", mientras Axel Kicillof calificó el espectáculo de "gravísimo" en medio de una crisis social profunda.
La performance misma refuerza la narrativa de que el gobierno recurre a gestos extraordinarios para reanimar una gestión que, en lo económico, ya está erosionado.
En lugar de demostrar fuerza macroeconómica, el show subraya que necesitaban un golpe de teatro para recuperar algo de impulso. Lo paradójico es que se trata del mismo gobierno que construyó su identidad criticando el despilfarro, los gastos superfluos y la "casta" que usaba recursos públicos para espectáculos o propaganda y, sin embargo, terminó organizando un evento fastuoso en medio de una crisis.
Javier Milei y Donald Trump.
El tramo final: entre la épica del show y la fragilidad económica
En este contexto, la esperanza del equipo de Milei recae casi enteramente en el auxilio externo de EE. UU. Si bien el propio Trump afirmó: "Lo respaldamos al 100 %, creemos que está haciendo un trabajo fantástico", puertas adentro el plan de rescate está lejos de concretarse por las razones políticas mencionadas. Así las cosas, Argentina transita el último tramo hacia las elecciones legislativas de octubre en estado de alta vulnerabilidad.
Cada día sin definiciones acrecienta la incertidumbre: el dólar paralelo sube escalón a escalón, la gente protesta por salarios que no alcanzan, y el Gobierno se queda sin municiones para contener la crisis. La escena tiene algo de ironía, mientras se queman reservas para sostener el tipo de cambio y se multiplican los controles, el presidente canta sobre libertad en un estadio lleno.
El largo camino hasta las urnas se presenta empinado. Las elecciones de octubre no serán solo una batalla política, sino una prueba de resistencia económica y credibilidad. Si EE. UU. se retrasa, si las reservas se agotan, si el peso se desploma, el gobierno puede quedar sin margen. Y en ese momento, no habrá show, ni luces, ni épica de campaña que alcancen para tapar la falla de lo esencial.