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La Ñora, o el bar donde sirven los desayunos más potentes de Málaga

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Abc.es 
Hay desayunos que abren el apetito y otros que te hacen replantearte el resto del día. En La Ñora, lo habitual es lo segundo. Frente al Mesón Astorga, este pequeño restaurante familiar se ha convertido en una institución malagueña gracias a sus pitufos gigantes, cargados de ingredientes que desbordan el pan y la lógica. Las hermanas Paqui y Montse Moya abrieron el local hace más de veinte años, pero fue durante la crisis de 2008 cuando decidieron reinventarse. Hasta entonces solo ofrecían almuerzos y cenas; al abrir por las mañanas descubrieron que podían convertir el desayuno en un ritual. Hoy , entre las 8:00 y las 12:00, la barra se llena de parroquianos que ya saben a lo que vienen: a desayunar como si no hubiera mediodía. Aunque La Ñora tiene carta, aquí se elige mirando la barra y preguntando. El espectáculo está a la vista —bandejas repletas de carnes, tortillas, quesos y guisos del día— y las combinaciones parecen infinitas. Carne mechada, jamón asado con queso semicurado, solomillo en manteca blanca o colorá, lomo adobado, pollo con pimientos fritos, serranitos XL, mixtos rebosantes de lonchas o pitufos de chorizo picante con queso manchego son solo algunas de las opciones. El secreto está en la preparación previa: muchos ingredientes se cocinan el día anterior y se guisan a fuego lento en la cocina de Montse. No es raro que lleguen a servir hasta 40 kilos de carne asada en un solo día, un dato que da idea del fervor que despiertan estos desayunos. «Quien desayuna un pitufo entero de jamón asado con queso semicurado no vuelve a comer hasta la cena; es la dieta de La Ñora», bromea Paqui, que atiende tras la barra con la soltura de quien conoce a cada cliente por su café. Entre tanta variedad, hay uno que se ha convertido en emblema: el pitufo de la casa, nacido de la improvisación. «Un día compré una pata de cerdo y no sabía qué hacer con ella, así que mi hermana la guisó con especias. Luego me traje por error un queso semicurado en lugar de uno blanco, y lo conservé con guindillas para que durara más. Lo juntamos todo y gustó tanto que ya no ha salido de la barra», recuerda Paqui. La mezcla —carne de cerdo asada, queso picante y un toque de alioli o mayonesa— sigue siendo uno de los desayunos más demandados. El viernes tiene su propio culto: las tortillas rellenas de Montse, que se preparan con mimo y cambian cada semana. Las hay de jamón cocido y queso fundido, de espinacas y verduras, de jamón asado con pimientos y huevo frito, o de chorizo picante y manchego. A veces aparecen nuevas versiones «por inspiración del día», y vuelan antes del mediodía. Aunque la fama le viene del primer café del día, La Ñora sigue brillando en los almuerzos. Montse despliega ahí su cocina más tradicional con potajes de legumbres, gazpachuelo, caldereta de chivo lechal malagueño, paletilla al horno o cachopo asturiano, entre otros platos. Todo hecho en casa, con ese punto de generosidad que define a la familia Moya. Eso sí, conviene reservar con antelación: el local es pequeño, las mesas no se doblan y los clientes suelen alargar la sobremesa entre cafés, conversación y buena memoria gastronómica.