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Enrique Arnaldo: «La sociedad contemporánea no se puede entender sin el deporte»

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Abc.es 
En el principio fue el juego. Homero cantó los juegos fúnebres de Patroclo y, desde entonces, la literatura no ha podido sustraerse del magnetismo de ese pulso entre cuerpo y palabra. «La sociedad contemporánea no se puede entender sin el deporte», sostiene Enrique Arnaldo , magistrado del Tribunal Constitucional y autor de 'El deporte en la literatura' (Espasa), donde reivindica el deporte como categoría cultural. El libro, presentado este lunes en el auditorio de la Mutua Madrileña con Jorge Valdano y Santiago Segurola como padrinos, traza un recorrido apasionado por las huellas del deporte en la literatura universal: de Píndaro a Alberti, de Unamuno a Joyce Carol Oates, de los torneos del 'Cantar de Mío Cid' a los relatos modernos sobre fútbol o boxeo. Arnaldo muestra cómo los escritores han interpretado el fenómeno deportivo como reflejo del alma humana. «Nunca fue el deporte una cosa propia de las personas incapaces de pensar –afirma Arnaldo–, sino de aquellos que entienden que cultivar y ejercitar el cuerpo son tareas complementarias». El libro parte de la idea de que el deporte no es una evasión de la inteligencia, sino su prolongación en otro plano. Ortega lo formuló con claridad cuando integró el ejercicio físico en su ideal educativo. El resultado es un ensayo que mezcla lecturas y confesiones con una defensa de la «sociedad deportivizada»: una civilización que se contempla a sí misma en los estadios como antes lo hacía en los templos o los teatros. «El espectáculo –dice Arnaldo– siempre estuvo ahí. En los primeros Juegos Olímpicos los griegos iban también a contemplar, a especular, a disfrutar de la belleza del movimiento. La contemplación del ejercicio, como la de una obra de arte, forma parte de lo bello. Es como asistir a un cuadro de Velázquez o de Tiziano». El periodista deportivo Santiago Segurola , que abrió con su intervención la presentación ante un nutrido auditorio, aseguró que «no hay resquicios en el deporte que no acepten la mirada de la literatura». El deporte, añadió, «dice mucho de un país, de la sociedad, de la economía, de las pasiones y de cada uno». Trasciende al ser humano: «Informa más de nosotros y de nuestras vivencias que muchas de esas grandes artes que se ponen como parangón de lo esencial de la vida. Este libro recoge todo eso de una forma exhaustiva». En ese sentido, Jorge Valdano –exjugador, exentrenador, a estas alturas un filósofo del fútbol–, dijo que el libro de Arnaldo le ha puesto ante una evidencia: «La literatura está llena de citas que ponen al deporte en la dimensión que el deporte merece: atado a la cultura popular». Valdano recordó que durante mucho tiempo la intelectualidad «le quitó el saludo al deporte», pero que eso comenzó a cambiar, en Argentina, con el libro 'Literatura de la pelota' (de Roberto Santoro), y en España con Manuel Vázquez Montalbán. «Hay mucha gente que no tiene acceso a la gran cultura y ve en Messi o en Mbappe expresiones de belleza que son capaces de apreciar y valorar, y que el deporte ofrece», dijo Valdano, y añadió: «El fútbol sin la palabra es muy poca cosa». Entre jugar al fútbol y escribir hay muchos paralelismos: «Cuando uno juega al fútbol hay un héroe, una trama, una incertidumbre, un desenlace (ganar o perder). La literatura tiene otra elevación, pero son dos maneras que tenemos los seres humanos de manifestarnos». De Unamuno a Torrente Ballester, de los ensayos de Virginia Woolf a los cuentos de John Irving, Arnaldo rescata textos en los que la competición aparece como metáfora moral o existencial. El boxeo, recuerda con Oates, es «el más trágico de los deportes» porque devora la misma excelencia que genera; el fútbol, en cambio, es el terreno de lo colectivo, «una forma de compartir la vida». «El deporte –resume Arnaldo– representa el conjunto de cosas de la vida. Nos apasionamos, reímos, lloramos, nos ejercitamos, creemos. Es una mezcla de todo. Metafóricamente, representa la vida de alguien». Arnaldo retoma la metáfora del estadio como catedral. «El árbitro es el sacerdote, los hinchas son los feligreses. Se puede concebir religiosamente el deporte, entendido como una fe». A lo largo de cuatrocientas páginas, el autor combina citas y análisis de una forma de compartir. Revisa las visiones del deporte como negocio, arte o ideología; la instrumentalización política de los regímenes totalitarios; la épica del amateurismo y la melancolía de los perdedores. El deporte ha sido un espejo de la condición humana desde que el hombre compite contra sí mismo.