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¿Una grieta escatológica entre Estados Unidos e Israel?

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El genocidio en Gaza y la política de ocupación israelí han abierto un frente inesperado para el sionismo: el de su buena relación histórica con Estados Unidos. La alianza que parecía indestructible se ha visto sacudida por la creciente percepción de que Washington está subordinando sus propios intereses nacionales a los de Tel Aviv.

Este cuestionamiento no es exclusivo de los demócratas liberales y progresistas, o de los movimientos por la paz, críticos todos de Trump: se ha filtrado al debate en sectores conservadores y tradicionales estadounidenses, algo nunca antes visto en ese país.

La consigna de “America First” empieza a chocar con una realidad incómoda: la política exterior de EE. UU. parece priorizar a Israel incluso a costa de sus propios contribuyentes, de su seguridad internacional y de su imagen global.

No se puede dejar de lado que, detrás de lo geopolítico, late también un choque religioso y escatológico. Tanto en la tradición judía rabínica como en el cristianismo evangélico que nutre al conservadurismo estadounidense, el fin de los tiempos ocupa un lugar central.

En el Talmud y el judaísmo tradicional, la escatología está ligada a la restauración de Israel y la llegada del Mesías, un líder humano que traerá paz y redención para el pueblo judío. La tierra es parte irrenunciable de esa promesa.

Mientras que, en el Nuevo Testamento y la tradición evangélica, en cambio, la escatología gira en torno al regreso de Cristo, el juicio final y la salvación universal. La alianza con Israel se interpreta como cumplimiento de la profecía, pero el desenlace último no es la hegemonía de Israel, sino la instauración del Reino de Dios bajo Cristo.

Aquí se ubica la contradicción: el apoyo ciego de los evangélicos estadounidenses a Israel responde a una lectura apocalíptica en la que el destino de los judíos está subordinado al retorno de Jesús. Para muchos israelíes y sectores del judaísmo ortodoxo, en cambio, el proyecto mesiánico no depende de un mesías divino, sino de la consolidación territorial y política del Estado judío.

La tensión actual entre quienes exigen que se priorice “América primero” y quienes defienden un apoyo irrestricto a Israel podría leerse, en última instancia, como una lucha entre dos visiones escatológicas del mundo: una, centrada en la misión nacional y el juicio divino sobre todos los pueblos (visión cristiana del Nuevo Testamento), y otra, anclada en la redención histórica y nacional de Israel como pueblo elegido (visión talmúdica).

Si el vínculo entre ambos países ha sido tan sólido durante décadas es porque compartían una convergencia táctica: el sionismo político de Israel servía de soporte al excepcionalismo estadounidense. Pero cuando la violencia en Gaza se convierte en genocidio a ojos de la opinión pública global y de la misma Organización de Naciones Unidas, esa convergencia empieza a resquebrajarse.

La pregunta que emerge es si esa grieta que se ha abierto entre Washington y Tel Aviv puede transformarse en algo más que un desacuerdo estratégico. ¿Podría convertirse en un choque escatológico, donde dos pueblos profundamente convencidos de ser portadores de un destino trascendental entren en conflicto sobre cuál es la narrativa “final” de la historia?

No sabemos qué va a pasar entre estos dos aliados históricos. Lo que hoy parece un simple debate político-pragmático podría eventualmente convertirse en una fractura entre dos visiones religiosas del fin de los tiempos.

En el presente inmediato, la discusión se traduce en debates presupuestarios, en cuestionamientos sobre la ayuda militar y en tensiones diplomáticas. Pero en el trasfondo, el peligro es que se erosione la base misma de la alianza: la creencia compartida en un destino común.

mauricio.ramirez.nunez@gmail.com

Mauricio Ramírez Núñez es profesor de Relaciones Internacionales.