Generación Z del mundo demanda cambios políticos
Durante años, la llamada generación Z fue señalada como apática, distraída o indiferente a la política. Sin embargo, lo que hoy ocurre en distintas partes del mundo demuestra que esa lectura era superficial.
Esta generación, nacida en medio de crisis sucesivas, ha comenzado a comprender que la falta de participación colectiva en los asuntos públicos tiene consecuencias directas sobre sus vidas.
Desde Nepal hasta Perú, los ciudadanos del grueso de la población están experimentando menos oportunidades, más desigualdad y, por ende, un futuro incierto.
En el Perú, este despertar político ha tomado fuerza en los últimos meses. Jóvenes que crecieron bajo un sistema político deteriorado, marcado por la corrupción, el clientelismo y la falta de meritocracia, hoy se organizan y salen a las calles para exigir un cambio real.
Como sostienen los reportes periodísticos de las diferentes sociedad movilizadas, los jóvenes se sienten ajenos al debate público, descreídos de los partidos y distantes del Estado. En ese sentido, la consciencia de la desafección ha dado paso a la acción.
Lo visto en Lima y en otras capitales del mundo refleja una convicción creciente en una generación con códigos comunicacionales inéditos a nivel digital: la política no puede seguir siendo un coto cerrado de élites que gobiernan de espaldas a la ciudadanía.
La generación Z entiende que no participar también es una forma de perder. Y, por eso, ha decidido alzar la voz.
Quienes los superan en edad deben observar estas dinámicas que surgen, además, en un mundo que sufre la revolución de la información que ha provocado cambios estructurales en diversas dinámicas humanas.
En ese contexto, su lenguaje no siempre institucional tiende a ser invisibilizado. Y mal harían las ofertas políticas que pretendan ser serias en el país en no considerarlos de forma seria.
Este fenómeno, global en su alcance, constituye un llamado urgente a las clases políticas tradicionales. La juventud exige espacios reales de representación y poder. Si los Gobiernos y los líderes democráticos no escuchan ni se renuevan, el descontento seguirá creciendo.
Porque lo que se ha iniciado no es tan solo una moda, sino el nacimiento de una nueva conciencia generacional que entiende que el cambio no vendrá de arriba, sino de la participación activa y sostenida desde abajo.