El sabor mundialista de una remontada
Todo apuntaba a que la tarde de este sábado volvería a ser gris para la pelota cubana. Con el marcador debajo por tres anotaciones frente a México —en el último chance—, el boleto para el Mundial de béisbol sub-23 a celebrarse el próximo año parecía escurrirse nuevamente en la espiral de infortunios.
La pizarra del estadio Mariano Rivera, en Ciudad de Panamá, marcaba 4-1 a favor de los aztecas. Si sacaban los tres out sin complicaciones en el episodio definitivo, el cupo mundialista era suyo. Ambos equipos fueron los mejores en la etapa clasificatoria, pero ambos, igualmente, sucumbieron de forma sorpresiva en semifinales. Habían llegado a la discusión del último pasaje con (casi) idéntico recorrido.
Pero ahora Cuba tenía que anotar, y no una carrera, sino tres veces. Era cuestión de vida o regresar a casa apuntalando otra decepción en el abultado catálogo de reveses en los últimos lustros. La historia, sin embargo, cambió en cuestión de minutos, aún cuando los bates antillanos estuvieron todo el juego silenciados ante los mexicanos.
Fue una rebelión con la misma fórmula de antaño, a la hora buena. Los nuestros se acordaron de la estirpe que los precede y lograron empatar las acciones en un partido que reservó dramatismo hasta el cierre de las hostilidades.
Otra vez un jovencito con madera de gigante, santiaguero y talentoso, metió a la Isla de lleno en el juego. Raider Sánchez, con la casa llena, pegó un doblete dorado o, mejor dicho, mundialista. No solo limpió las almohadillas para empatar el choque, sino que dejó sin respuestas a los mexicanos.
Después de eso, el resto fue fácil para los antillanos, que anotaron la carrera definitiva en el inning extra (octavo), por fly de sacrificio del granmense Yulieski Remón. Con el pasaporte mundialista en el bolsillo, el diestro Yuniel Batista dio la estocada final a los aztecas desde el montículo.