Los oficios se van de los barrios
Por la puerta lateral, en la estrecha y empedrada calle de Miguel Soler, se escapa la melodía del órgano de la Concatedral. Sin querer se cuela en la cerrajería de Adolfo, un local ubicado apenas un par de metros más allá, rodeado de turistas, tuctucs y terrazas de bares. Es pequeño, sin alardes en su fachada, imperceptible para muchos pero que siempre estuvo ahí. La motillo aparcada en la puerta es síntoma de que Adolfo está pasando consulta en una oficina donde parece que no cabe nada pero hay de todo. Lleva más de 40 años al pie del cañón y aún hoy se entretiene rodeado de llaves en un negocio tradicional de los que escasean en Alicante.