Crítica de "The smashing machine": La Roca está en plena forma, y lo sabíamos ★★ 1/2
Confesémoslo: habría preferido que “The Smashing Machine” la hubiera dirigido el Benny Safdie de “The Curse”, el que interpreta a un realizador de ‘realitys’ capaz de sacar lo peor de sus objetos de estudio mientras finge interesarse por ellos. Sería, claro, otra película, quizás más cínica, también menos acomodaticia. Porque ahí está el problema: este es un filme que pretende ser un ‘biopic’ distinto y acaba resultando idéntico a los modelos de los que quiere escapar.
Ni siquiera lo que hace Dwayne Johnson es tan diferente: hay una operación de ‘makeover’, peluca negra y maquillaje mediante, pero la Roca solo tiene que revolver el baúl de sus recuerdos (fue, lo saben, estrella del ‘wrestling’) y demostrar que siempre ha sido un buen actor (cálido, empático, honesto) para que este papel no suponga ninguna resurrección, sobre todo teniendo en cuenta que está en su salsa, conoce el ambiente y la presión de la competición, tiene esa conciencia del cuerpo como un templo que se idolatra o se derrumba.
¿Dónde están los cambios? Safdie se apropia de un estilo documental, mimetizando la pieza del mismo título que dirigió John Hyams en 2002 sobre el luchador Mark Kerr, su objeto de estudio. Sí, porque el filme es un estudio de personaje sometido al imperativo categórico del auge y caída, pero rodado a cierta distancia, casi de pájaro cuando se trata de grabar las peleas en el ring, y más entomológica cuando se inmiscuye, en plan dramatización doméstica, en la vida cotidiana y emocional de Kerr, donde hay espacio para las adicciones marca de la casa, para las discusiones con su pareja (desaprovechada Emily Blunt), para la amistad que le une con uno de sus rivales, Ryan Bader (que se interpreta a sí mismo). Puede que el tono sea deliberadamente desapegado, pero la narrativa es la de siempre, correcta y sin sorpresas.
Lo mejor:
Dwayne Johnson corroborando algo que ya sabíamos, que era un buen actor, matizado y honesto.
Lo peor:
Que cree ser mucho más original de lo que la fórmula del auge y caída le permite ser.