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Dos mentiras que los generales alemanes extendieron tras la IIGM... y todavía crees

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Abc.es 
Mayo de 1945 fue un mes de contrastes. Con Adolf Hitler calcinado en las afueras del ' Führerbunker ', los aliados arrancaron una nueva cacería: la de cualquier científico, funcionario y militar germano dispuesto a poner luz sobre los enigmas del conflicto. «El caso de los americanos fue llamativo. Quisieron analizar temas como la capacidad operativa de la 'Wehrmacht' y estudiar la visión de sus oficiales sobre lo que había sucedido en determinados episodios del conflicto», explica Olivier Wieviorka a ABC. El profesor de la École Normale Supérieure y miembro del Institut Universitaire de France sostiene que, sobre la base de sus declaraciones, se forjaron dos grandes leyendas que hoy perduran. «La historia también se fabrica, y hay que adentrarse en ella para diferenciar la realidad del mito», completa. Los libros alumbrados con esta ingente cantidad de entrevistas se cuentan por decenas. El militar y escritor Basil Liddell Hart recopiló una infinidad de ellas en 'Los generales alemanes hablan', un ensayo que llegó a las estanterías en 1948. Fue uno de los muchos. Y en buena parte de ellos, defiende Wieviorka, los oficiales superiores alegaron que «la 'Wehrmacht' era un ejército profesional que no había participado en los crímenes abominables que se habían sucedido durante la Segunda Guerra Mundial». Para ellos, mantiene el experto, «los tremendos y brutales» habían sido los soldados de las SS . «La mayoría insistió en que la 'Wehrmacht' combatió de acuerdo con las leyes internacionales», completa. Ese es el primer mito. Aunque se sabe controvertido, Wieviorka mantiene que ese mito de la 'Wehrmacht' limpia, pura y profesional perduró hasta los años 90: «Es lógico. Los alemanes no podían ni querían imaginar que su Ejército había participado en la destrucción de los judíos de Europa». Tanto para la sociedad como para el alto mando, era mucho más fácil cargar contra cuerpos ideologizados en extremo como los temibles Einsatzgruppen, unidades constituidas por miembros de las Waffen-SS con el objetivo de acabar con la vida de judíos y gitanos en el Frente del Este desde que arrancó la Operación Barbarroja en el verano de 1941. El debate es complejo y causó controversia a partir de 1945. De hecho, ya se trató en los Juicios de Núremberg, las causas internacionales contra los gerifaltes del Tercer Reich. En ellos, Wilhelm Keitel, comandante en jefe del 'Oberkommando der Wehrmacht' (OKW), y Alfred Jodl , jefe del mando de operaciones de las fuerzas armadas, fueron declarados culpables de crímenes de guerra y ejecutados poco después. A su vez, los aliados organizaron otros doce procesos más entre diciembre de 1946 y abril de 1949 para juzgar a otros tantos cargos medios. La 'Wehrmacht' no fue declarada organización criminal, como sí sucedió con otros cuerpos como las SS o la Gestapo . Aunque el historiador alemán Wolfram Wette, uno de los autores que más se ha zambullido en este debate, confirma en su ensayo 'The Wehrmacht: History, Myth, Reality' que la decisión se apoyó en un defecto de forma. Los tribunales aliados consideraron que la falta de coordinación que había entre los tres cuerpos que formaban las fuerzas armadas germanas –la ' Luftwaffe ', la ' Kriegsmarine ' y el ' Heer '–, hizo imposible aunar sus esfuerzos para perpetrar matanzas en masa. A cambio, se dieron a conocer una larga lista de órdenes firmadas por la cúpula del OKW para asesinar a comisarios políticos y civiles. El tema siguió latente durante cuatro décadas. Según explica el doctor en Historia Moderna Francisco Miguel del Toro en su dossier 'El debate sobre los crímenes de la 'Wehrmacht', esa idea de las fuerzas armadas 'limpias' y nada ideologizadas se hizo pedazos en 1995. Y es que, ese año abrió sus puertas una exposición, ' Vernichtungskrieg. Verbrechen der Wehrmacht 1941 bis 1944 ', que puso rostro a los perpetradores de los crímenes, demostró que muchos de ellos no pertenecían a las SS y abrió nuevas líneas de investigación relacionadas con la mentalidad de los combatientes, las fuentes que se habían utilizado para analizar el conflicto tras 1945 y los motivos de los asesinos. Aquella fue la primera vez, según sostiene el autor español, en la que la sociedad germana «se enfrentó directamente a esos crímenes». La segunda gran mentira que extendieron los generales alemanes tras la Segunda Guerra Mundial fue que había sido el invierno el que había vencido a sus hombres en la Unión Soviética. Con ello, insiste Wieviorka, ocultaron una serie de catastróficas desdichas muy difíciles de deglutir. La primera, el resurgir de la industria rusa después de que sus fábricas fuesen trasladadas hasta el norte del país en apenas tres años. «La realidad es que la economía soviética fue superior a la germana en números y en eficacia. Eso fue algo muy duro de admitir para los militares del Tercer Reich; ellos siempre habían mantenido que su capacidad industrial era mucho mayor que la de sus enemigos», añade. Las cifras son demoledoras y denotan que la industria alemana no fue tan eficiente como siempre se ha pensado. Ejemplo de ello es que los Estados Unidos fueron los reyes en lo que a construcción de camiones de transporte se refiere (con un total de 2.382.311, un 62,5% del total) y que la URSS pulverizó los datos de producción de blindados al ensamblar la friolera de 105.251 (el 38,4% de toda la Segunda Guerra Mundial). Adolf Hitler , por el contrario, apenas fabricó unos 300.000 de los primeros y algo más de 46.000 de los segundos. Lo que sí es innegable es que, a partir de 1943, el Tercer Reich apostó por los tanques superpesados (como el Tiger I) para defenderse del aluvión de enemigos que habían puesto sus ojos en Berlín. Los alemanes, añade el experto, avivaron también la leyenda del General Invierno para ocultar el talento de sus homólogos soviéticos. « Zhúkov es el mejor ejemplo. Apenas tenía formación académica ni militar. Era una persona de unos orígenes muy humildes, pero se convirtió en uno de los grandes generales de la historia y en uno de los principales arietes contra el nazismo en la Segunda Guerra Mundial», sentencia. Para la élite militar del Tercer Reich, admitir esa realidad era muy doloroso. «La solución fue mantener que el culpable había sido el frío. Lo que no dijeron es que sus enemigos también tuvieron que enfrentarse a él. ¡Los soviéticos no iban en manga corta!», completa. El debate sigue abierto en este sentido, pues la teoría del General Invierno fue enarbolada por oficiales de la talla de Heinz Guderian , uno de los generales más críticos con las decisiones de Hitler tras la Segunda Guerra Mundial. El militar, que había estudiado las expediciones previas que otros tantos ejércitos habían hecho a Rusia, afirmó en sus memorias que había defendido ante el líder nazi que la llegada del frío sería letal para sus fuerzas: «El invierno y la primavera de 1941 transcurrieron en una horrible pesadilla. El renovado estudio de las campañas de Carlos XII de Suecia y de Napoleón I, y de la que esperábamos con preocupación, ponía claramente ante nuestra vista todas las dificultades del teatro de operaciones y demostraba nuestra falta de preparación para la ingente empresa».