Familia poliamorosa: “Después de mucha terapia y empatía logramos superarlo”
El número de familias poliafectivas que comparten su rutina en redes sociales no deja de crecer. Una de ellas es la formada por Priscilla Mira, Marcel Mira y Regiane Gabarra, quienes viven juntos desde hace siete años en Bragança Paulista, en São Paulo, junto a los hijos que cada uno aportó de relaciones anteriores. Lo que comenzó como un matrimonio monógamo entre Priscilla y Marcel se transformó con la llegada de Regiane, cuando Priscilla, tras conocerla en el trabajo, empezó a desarrollar un vínculo que pasó de la amistad al amor.
Lejos de esconderse, hoy relatan públicamente cómo es su vida en común, cómo organizan la crianza, reparten tareas y se enfrentan al prejuicio. En su caso, el poliamor no solo fortaleció la estructura familiar, sino que trajo orden, colaboración y red de apoyo emocional.
Lo que para muchos es caos, para ellos es organización y amor compartido
El amor no-monógamo, lejos de ser "una locura", como algunos podrían pensar, les dio una nueva lógica de convivencia. Con Marcel viajando por trabajo casi toda la semana, la carga doméstica y emocional ya no recae sobre una sola persona. Regiane y Priscilla comparten responsabilidades y afecto en un sistema que, aunque poco convencional, funciona para ellos.
Desde el inicio, los hijos aceptaron con naturalidad la nueva dinámica. El mayor obstáculo vino del entorno de Priscilla, criada en un hogar evangélico que reaccionó con dureza ante su elección. "Ser homosexual ya era visto como algo terrible. Estar con dos personas, eso ya es promiscuidad. Casi toda mi familia se alejó", explica. A pesar del rechazo, encontró en Regiane y Marcel un espacio seguro para reconstruirse desde el amor libre de juicios.
Un activismo que va más allá de lo privado
Lejos de quedarse solo en lo doméstico, el trisal ha comenzado a organizar espacios de encuentro y visibilidad para otras familias poliafectivas. En septiembre celebrarán el primer encuentro de trisales en Brasil, con la participación de 35 familias.
Con este evento, buscan que más personas comprendan su realidad desde dentro, sin mitos ni prejuicios. Luchan, además, para que su relación sea reconocida legalmente. "No se trata de tener más amor, sino de construir nuevas formas de vivirlo sin sufrimiento", afirman.
Aprender a amar sin posesión
Uno de los mayores desafíos del poliamor no es logístico, sino emocional. Priscilla lo dice sin rodeos: "Los tres primeros años fueron muy difíciles, con celos, con sensación de posesión. Aprendimos a ser monógamos, y tuvimos que desaprender eso". Superar ese patrón implicó trabajo personal, mucha conversación, convivencia y ayuda profesional. Pero hoy, sienten que el esfuerzo valió la pena.
Para este trío, el amor no es estático ni limitado a una fórmula única. Es una construcción diaria basada en respeto, acuerdos claros y presencia afectiva. "Después de mucha terapia, convivencia, diálogo y empatía, conseguimos superar los obstáculos", resume Priscilla. Su historia no es solo una crónica de amor atípico, sino también un reflejo de cuán diversas -y válidas- pueden ser las formas de familia en el siglo XXI.