Elección judicial: sin cadena de confianza
No hay momento más delicado de una elección que la jornada de votación. De la pulcritud en el ejercicio del sufragio y de la publicación oportuna de los resultados depende en buena medida la integridad de todo el proceso. Para desterrar el fraude y generar certeza, fue necesario definir y seguir al pie de la letra una cadena de procedimientos de confianza que estarán ausentes en la elección judicial. Veamos cinco eslabones de la certeza que se han dinamitado.
Uno. Casillas supervisadas por representantes de los actores. La casilla es la célula vital de una elección. En las votaciones genuinas, las casillas se integran por ciudadanos independientes que trabajan bajo la presencia, vigilancia y observación de los representantes de partidos y candidatos. No basta con que el Instituto Nacional Electoral presuma de imparcialidad y pulcritud: lo tiene que demostrar y por eso nada oculta. Cada paso es supervisado por los partidos. Cada actor está presente desde que se abre la casilla hasta que se cierra, el cómputo de votos se hace delante de sus ojos y tiene una copia de las actas de escrutinio.
En la elección judicial no habrá representantes de las partes, de las candidaturas. Las casillas operarán sin supervisión de los actores.
Dos. Procedimiento claro para la emisión del voto. En las votaciones bien hechas, el elector llega a la casilla y sigue uno a uno estos pasos: a) se identifica ante la mesa directiva con su credencial para votar; b) recibe las boletas; c) emite el sufragio dentro de una mampara; d) deposita cada boleta en la urna correspondiente y, luego, e) tras impregnársele líquido indeleble en el pulgar, recoge su credencial. La mesa directiva de casilla se despide de cada ciudadano que efectivamente sufragó.
En la elección judicial no será así: llegará el ciudadano y, al identificarse, recibirá sus boletas, se le impregnará el pulgar y se le devolverá la credencial antes de votar. La persona podrá retirarse de la casilla con las boletas en mano, sin cruzarlas ni depositarlas en la urna. Las mesas directivas de casilla no tendrán control de que en efecto se hayan emitido ni depositado los votos.
Tres. Una urna para cada elección. En las elecciones en serio hay una boleta por cada cargo que se deposita en la urna respectiva. Cada urna implica un cómputo diferenciado; una votación no compromete a la otra.
En la elección judicial habrá una sola urna para depositar las distintas boletas de todos los cargos federales (mínimo seis, pero pueden ser hasta 18 según el lugar de residencia) más los cargos locales donde se renueve el Poder Judicial de la entidad. Se mezclarán, sin distinguir, todas las votaciones. Un revoltijo de boletas y votos.
Cuatro. Escrutinio y cómputo en la casilla. En los comicios auténticos, las mesas directivas de casilla (integradas por un presidente, un secretario y dos escrutadores), además de recibir la votación, tienen la tarea fundamental de contar los votos y asentar los resultados en cada acta de escrutinio. Esas actas llenadas por los ciudadanos que integraron la casilla son la verdad jurídica de la votación.
Lo más grave: en la elección judicial en las casillas no se van a escrutar los votos. No se contarán los sufragios, sino que se remitirán en bolsas al INE sin saber cuántos votos obtuvo cada candidatura. Encima, no se anularán con dos rayas diagonales las boletas sobrantes para así inutilizarlas. Las boletas no usadas se devolverán nuevas, ¿para qué?, ¿quién garantiza que no se marcarán después?
Cinco. Resultados oportunos y verificables. En las elecciones “de a deveras”, la noche de la jornada electoral, el INE difunde el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) con información casilla por casilla para cada cargo en juego. Se publica no sólo el número de votos emitidos, sino la imagen del acta de escrutinio y cómputo. Además, se da a conocer el resultado del conteo rápido. Todo mundo se va a dormir conociendo el veredicto de las urnas.
En la elección judicial no habrá escrutinio y cómputo, tampoco PREP ni conteo rápido. Nadie sabrá nada: cuánta gente votó ni a favor de quién. El cómputo lo hará el INE después. Esa noche puro vacío informativo. En vez de transparencia, opacidad. No se caerá el sistema: ni siquiera habrá sistema.
Todos los eslabones de confianza están fijados en la ley electoral. Pero el INE y el Tribunal los han ignorado. Mientras la Constitución ordena elecciones auténticas, ahora asistimos a una patraña.