ru24.pro
World News in Spanish
Март
2025
1 2 3 4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31

La factura ideológica de un gobierno inexperto: entre incapacidad, deuda y pobreza

0

La semana pasada mencionamos cinco cambios estructurales urgentes para Guatemala, entre ellos uno fundamental: gastar mejor, no más. Varios lectores me sugirieron ampliar esta idea, especialmente porque el gobierno actual está cayendo exactamente en ese error. Y no es solo un problema técnico, es un problema ideológico. En su mayoría, los funcionarios del actual gobierno son seguidores de John Maynard Keynes, un economista británico que, tras la Gran Depresión de 1929, propuso que los gobiernos podían gastar más dinero público para reactivar la economía en tiempos de crisis. Sin embargo, Keynes pensaba en países desarrollados y con riqueza acumulada, no en economías pobres que deben endeudarse para gastar. Keynes nunca recomendó gastar sin límites, ni endeudarse para financiar clientelismo o proyectos sin impacto. Ese es un error histórico de enormes proporciones.

Las naciones que hoy son ricas no se enriquecieron gastando sin control. Primero dieron libertad económica, establecieron reglas claras y facilitaron el comercio y la empresa privada. Solo cuando esas sociedades ya habían acumulado riqueza, algunos gobiernos —como el británico— usaron el gasto público para reactivar la economía en épocas de recesión. Pero hay un detalle clave que los keynesianos tropicalizados ignoran: ese gasto se financia con deuda, y esa deuda no es gratis. Cada quetzal prestado hoy es un quetzal que mañana pagarán nuestros hijos, con intereses.

Ese es justamente el peligro que describió Adam Ferguson, el sabio escocés contemporáneo de Adam Smith. Ferguson advirtió que las naciones entran en decadencia cuando gastan más en intereses de su deuda que en inversión estratégica o defensa nacional. Así cayó el Imperio español. Así colapsó la monarquía francesa antes de la Revolución. Y así, desde 2004, Estados Unidos ha cruzado esa línea roja al gastar más en intereses que en defensa, una de las razones detrás de los recortes masivos y el repliegue global que hoy promueve Donald Trump.

¿Y Guatemala? Aquí, el gobierno cree que estamos poco endeudados, pero los números cuentan otra historia. El presupuesto 2025 es de Q. 148.5 mil millones, equivalente al 15.8 % del PIB. La deuda pública ya es un 27 % del PIB, un nivel que sigue creciendo año con año, empujado por programas sociales dispersos y proyectos cuya rentabilidad social es prácticamente nula. El pago de intereses absorbe el 2.7 % del PIB, más que todo el gasto en salud pública (apenas un 2.45 % del PIB). En otras palabras, ya cruzamos nuestro propio límite de Ferguson. Hoy, pagamos más por deuda que por salud. Y la respuesta oficial es… endeudarse más.

Ese gasto adicional no está enfocado en grandes transformaciones ni en infraestructura estratégica. El gobierno asignó Q. 12.5 mil millones a proyectos de inversión pública, de los cuales Q. 4.3 mil millones fueron para los CODEDES, que deben planificar y ejecutar obras en cada departamento. Sin embargo, hasta la fecha, los CODEDES han ejecutado cero quetzales. Cero. Nos endeudamos, pagamos intereses… y no hay obra. Solo papeles, discursos y buenas intenciones.

Si el gobierno de Arévalo realmente quiere transformar Guatemala, debería dejar de gastar a ciegas y comenzar a construir puentes entre el potencial de su gente y las oportunidades que el mercado puede ofrecerles. O gastamos con inteligencia, o hipotecamos el futuro de todos

Pero el problema no es solo de ejecución, es de visión. Revisemos un caso concreto: Alta Verapaz, el departamento con algunos de los municipios más pobres y aislados del país. En Panzós, San Agustín Lanquín, San Miguel Tucurú y Santa María Cahabón, más del 97 % de la población vive en pobreza. ¿Qué propone el gobierno? Seis proyectos para Panzós: un centro comunitario, tres ampliaciones de escuelas, un puesto de salud y la mejora de una calle. Nada de eso ha comenzado. Nada. Y cuando comenzó —como el instituto diversificado del municipio en 2024—, lo único que hay es un terreno y unas columnas solitarias.

Ahora imaginemos otra cosa. En vez de 118 proyectos dispersos en el departamento, sin impacto real, ¿qué pasaría si el gobierno decidiera construir una carretera de primer nivel que conecte Panzós con Teculután, el centro comercial y logístico más cercano? Hoy, ese trayecto toma cuatro horas y media; con una carretera de cuatro carriles, serían apenas 60 minutos. El costo: Q. 400 millones, menos del 3 % de lo asignado para proyectos de inversión pública.

Con un índice de pobreza de apenas 34 %, Teculután es el municipio más próspero de la región, en buena parte gracias a su papel como centro logístico sobre la CA-9, que articula el comercio entre el Altiplano, el Caribe y el Oriente. Esa carretera abriría un futuro de empleo e inversión para las 120 mil personas que viven en los cuatro municipios más pobres de Guatemala. Esa sola carretera haría más por la pobreza de Alta Verapaz que cualquier plan social de escritorio.

El mensaje es claro: no necesitamos gastar más, necesitamos gastar con inteligencia. El desarrollo no es una lluvia de proyectos pequeños sin impacto, sino la construcción de oportunidades reales de riqueza y progreso. Y esas oportunidades no nacen de la deuda ni de la burocracia, nacen de la conexión entre la gente y los mercados, entre el esfuerzo y la recompensa.

La pobreza no se combate con discursos ni con crecimiento inútil de la burocracia estatal, sino con caminos que nos saquen de la selva de la incompetencia y nos lleven directo a la prosperidad. Si el gobierno de Arévalo realmente quiere transformar Guatemala, debería dejar de gastar a ciegas y comenzar a construir puentes entre el potencial de su gente y las oportunidades que el mercado puede ofrecerles.

O gastamos con inteligencia, o hipotecamos el futuro de todos. Cada quetzal que hoy se malgasta es una puerta que se cierra para nuestros hijos y nietos. Ellos heredarán nuestras decisiones, nuestros errores o nuestra indiferencia. No hay más.

PhD. Ramiro Bolaños