ru24.pro
World News in Spanish
Март
2025
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31

Leonor Watling

0

No le den a elegir entre la música y la interpretación. Entre otras cosas, porque no tiene ninguna necesidad de renunciar a lo uno para volcarse en lo otro. A estas alturas de la trama, Leonor Watling sabe perfectamente cómo y cuando toca ponerse frente a una cámara y cuando coger los bártulos y subirse a un escenario con Marlango. Pareja de Jorge Drexler y madre de dos hijos, esta madrileña, a la que el personal conoció como la novia de Quique en Farmacia de guardia, ha sabido nadar y bucear con una soltura tal en sus más de tres décadas de oficio que ha dejado atrás cualquier complejo por sentirse juzgada o encasillada. Porque Leonor Watling se escapa a toda etiqueta simplista por mérito propio.

Presentar la gala de los Goya, con varias nominaciones a la espalda, pero sin uno en la estantería de casa, ¿da rabia?

¡No, qué va! Soy feliz, ha sido un honor que me lo pidieran y hacerlo de la mano de Maribel Verdú es un regalo.

¿Matarías por un Goya?

Ni por un Goya ni por un trabajo ni por una bandera ni por un país. Tan solo en defensa de alguien a quien quiero porque le estuvieran haciendo daño.

¿Te consideras una superviviente, en el mejor sentido de la palabra, en una profesión que no pocas veces es cruel y olvidadiza?

Es verdad que empecé muy chiquitita y he seguido trabajando. Es cierto que podemos considerarla una profesión dura, en el sentido de que es muy inestable y siempre puede provocar cierta ‘neurosis’ porque dependes mucho de miradas externas. Pero no es más complicado salir adelante que cualquier autónomo freelance que se dedique a otras cosas. Y, por supuesto, doy por descontado que te tiene que gustar mucho para compensar los malos ratos, que los hay. En definitiva, es muy vocacional. Pero también lo es el que trabaja en producción, en maquillaje, en fotografía...

Vas camino de los 50…

¡Me resulta tan ajeno! Cuando cumplí los 49, no lo acabé de asimilar, pero no por sumar años, sino porque siempre tienes en el imaginario que la gente que llega a esta edad tiene las cosas muy claras en la vida o con una conciencia de que todo lo sabe. Yo no me identifico con nada de eso. No sé si nuestros mayores tenían todo atado o simplemente nos hacían ver que estaban seguros cuando realmente también albergaban dudas, crisis…

Es cierto que la vida y el propio contexto laboral, social o político es más inestable hoy que hace medio siglo…

Es lo que percibo cuando hablo con mis amigos. Tengo la sensación de que ahora es cuando estoy empezando a vivir de verdad.

En esta nueva vida, ¿qué quieres ser de mayor?

Sigo queriendo tener una granja y ser arquitecta a la vez, que era lo que soñaba cuando tenía diez años y era fácil mezclar ilusiones tan dispares. Más allá de este viaje a la niñez, me encantaría aprender a dibujar, a pintar y a esculpir. También me gustaría tener buena memoria, porque soy un desastre para recordar una fecha, recomendar un libro que me acabo de leer…

¿Has perdido algo de interés cuando llega un guion nuevo a tus manos?

¡Para nada! La cabeza me sigue dando vueltas y no puedo controlarme, me lo bebo entero y empiezo a pensar de inmediato en cómo construir el personaje, en cómo hablaría, cómo reaccionaría, que sentiría en cada escena… Es un virus, una droga.

¿Es un lujo poder vivir la vida de otros cuando suena la claqueta?

Cuando estoy en un rodaje me permito descansar de mí, apagas tu ‘yo’ para ser ese otro. De hecho, cuando paso un tiempo sin rodar, noto que me agoto a mí misma. Además, cada personaje me permite llegar a hacer cosas que como Leonor jamás me atrevería porque soy tímida y cobarde. Por ejemplo, nunca discutiría con mi pareja tirándome los trastos. Es como estar en un ring de boxeo. Te metes dentro, lo das todo, pero cuando suena la campana, se acabó, te bajas y vuelves a tu vida.

Al echar la vista atrás en tu carrera, da la sensación de que eres una actriz ‘gourmet’ que sabido adentrarse en personajes ‘delicatessen’, de alta cocina…

¡Me gusta mucho que me vean así! Pero no como esos restaurantes de catorce platos de degustación. Yo soy más de un buen tomate, un buen queso y un buen trozo de carne. Eso es para mí la calidad, con eso soy feliz: con una buena materia prima bien cocinada. Si es así como se me percibe, lo recibo con agrado.

Lograr mantenerse ¿es fruto de coger todo lo que le ofrecen o de saber decir ‘no’ a papeles que no encajan aunque te arriesgues a un tiempo de sequía?

Para permanecer aquí y, en general en la vida, es necesario tener suerte. Eso no le resta mérito a todo tu esfuerzo, tu trabajo y tu bagaje, pero creo que hay un factor ahí que no acabas de controlar. A la vez, también considero que es importante decir que no a determinados proyectos por razones personales, esto es, cuando no te ves capaz de afrontar un trabajo. Además, el hecho de que digas a una propuesta que no porque no te gusta no significa que no sean buenos, sino que pueden ser maravillosos pero simplemente no se ajustan a ti. Cuando no te escuchas a ti misma, te pasa factura.

¿Te sientes libre a la hora de tomar ese tipo de decisiones?

Siempre he sentido mucha libertad y eso me permite dormir bien por las noches. Porque, al final, si te equivocas, te equivocas tú y lo asumes tú.

Y cuando no hay un personaje, siempre queda una canción…

Siempre he tenido la suerte de tener dos carreras: la música y la actuación. Poder jugar con las dos, ayuda mucho.

¿Cantar es una terapia?

Los dos oficios me gustan mucho, pero cantar me obliga a respirar en todos los sentidos y, todavía más, en directo.

¿Qué tienes en tu lista de Spotify ahora mismo?

Me he vuelto a poner a gente que me hace mucho bien como Ella Fitzgerald y Chuck Mosley.

¿Te escuchas a ti misma?

No.

¿Y te ves tus propias películas?

Nunca.

¿Quién ejerce de crítico de confianza para tener una opinión certera de su trabajo?

Cuando interpretas o cantas ya tienes una ligera noción, no siempre acertada, de si el resultado es más o menos decente. Me fío mucho de la gente con la que trabajo y

si proponen grabar de nuevo, repetimos. Me dejo llevar.

¿Qué libro tienes entre manos ahora o qué tienes?

Estoy a la vez con una novela policiaca de Colin Dexter y con un ensayo sobre los códigos del arte en Instagram. Pensamos que la red social es tan moderna que ha establecido sus propias reglas y, sin embargo, si analizas detenidamente, más allá del factor tecnológico, da continuidad a un lenguaje común con unas reglas ya establecidas.

¿El algoritmo es una dictadura?

El algoritmo no nos hace bien, porque nos acaba haciendo dualistas: o blanco o negro. Y nosotros somos humanos, somos más complejos que todo eso y estamos llenos de matices y contradicciones que nos enriquecen. Somos elásticos. Si nos dejamos llevar por el algoritmo, corremos el riesgo de acabar en un conmigo o contra mí. Cuando todos tus pensamientos caben en un tuit y no dejas sitio para el desarrollo y el diálogo, entramos en una dinámica muy peligrosa.

Hay productores y directores que eligen sus ‘castings’, no tanto por la calidad del actor como por sus seguidores en TikTok…

Claro que sucede, pero no es nuevo. Yo he vivido otro fenómeno similar: se medía tu calidad como actriz según las portadas en las hubieras salido. Siempre ha habido maneras injustas de medir el talento. También he visto cómo muchos promotores llevaban a teatros a bandas que aparentemente tenían muchos seguidores y luego

pinchaban. Y a la inversa.

¿Te condiciona?

Hasta cierto punto, sí. Porque al final un productor que se encuentra entre dos actrices que le gustan es un factor que influye, pero también hay otros muchos como la facilidad para trabajar en equipo, cuánto cobras… Todo suma.

Cuando posas para una sesión de moda, ¿te creas tu propio personaje o eres Leonor?

Al principio sufría mucho delante de la cámara, porque me costaba encajar que esto formaba parte de mi ser actriz. No acababa de asimilarlo, a pesar de que luego me veía estupenda en las fotos. Tenía una especie de síndrome de la burguesía media exigiéndome que todo lo que hacía tenía que cuadrar con un determinado discurso. Ahora, lo integro y lo disfruto, sé que es una parte más, como lo es para un profesor las tutorías con los padres o rellenar los informes de calidad del colegio.

Estrenaste hace poco ‘Anatema’, una película en la que interpretas a una religiosa. ¿La primera monja con la que te topas en un guion?

Tal cual. Y, además, en una película de terror, con todas las reglas y códigos propios del género y con el lujo de trabajar a las órdenes de Pablo Derqui como compañero de rodaje.

Ahora andas inmersa en dar a conocer ‘La vida breve’, una serie de Movistar que da un salto hasta el siglo XVIII…

¡Ha sido maravilloso! Si ya me parecía brillantísimo el libreto cuando llegó a mis manos, el resultado ha sido insuperable porque se ha juntado la fotografía de María Codina con el vestuario de Helena Sanchis y Ana Locking, además de mis compañeros Javier Gutiérrez y Carlos Scholz.

Hablas de los demás, pero tú como una Isabel de Farnesio conspiradora no tienes precio…

Conspiradora o superviviente. La jubilan y ella no quiere aceptarlo en un momento en el que las mujeres tenían que hacer lo que les decían los maridos y, sobre todo, si tu marido era el rey. Al final, consigue hacer lo que quiere.

¿Tienes algo en común con ella?

Bigas Luna siempre decía que hay dos tipos de personajes para un actor: el que deja algo que ya no le sirve y del que aprende algo. De Isabel he aprendido a venirme arriba. En eso me ayudó mucho la caracterización. En cuanto me vestía con el terciopelo bueno y me ponía la peluca, entraba de lleno.

En Amazon Prime te podemos ver en ‘El fin’, una serie de David Sáez que nos sitúa en un eventual fin del mundo en una semana por culpa de un meteorito y cómo el personal reacciona ante una inmediata destrucción.

Es una serie muy especial, con un humor que mezcla Amanece que no es poco con Tarantino.

¿Qué haría Leonor Watling ante ese apocalipsis anunciado?

No podría con la ansiedad. Una cápsula de cianuro, y listo.