Daimler «Star of India», el encargo del Maharajá que no aceptó Rolls
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Los antepasados de Gulab Singh Deo Bahadur y de otros maharajás, viajaban en espectaculares carruajes arrastrados por elefantes o cazaban montados en ellos. Pero a finales del S XIX llegó el automóvil, y se desencadenó una locura entre los rajás, maharajás, nawabs…, lo que dio lugar a una apasionada historia de amor por los « los carruajes sin caballos» y, sobre todo, con la marca Rolls-Royce. Esta pasión por los «RR» comenzó con el maharajá de Gwalior, Madhavrao Sindhia II, cuando adquirió el Rolls-Royce apodado la «Perla del Este» (un Silver Ghost de 40/50 CV) después de su récord de carrera a través de la India, en 1908. Y eso se consolidó cuando se encargaron ocho Rolls-Royce más para el gran Durbar de la Coronación de 1911, en Delhi, cuando el rey Jorge V fue proclamado Rey-Emperador de la India. A Gulab Singh Deo Bahadur, admirador de los avances tecnológicos (instaló la electricidad en su estado) también le sedujo el nuevo invento del automóvil. Así era poseedor de varios Hispano-Suiza y Rolls-Royce, entre otros. Y, precisamente, sería a la marca británica a la que se dirigió para hacer el encargo de construir un Phantom … ¡en plata! Pero los responsables de la firma de Manchester consideraron el proyecto de mal gusto, impropio para «The Best Car in The World», y no aceptaron el encargo. Un Maharajá es un Maharajá, pero Rolls es Rolls, debieron pensar... En cualquier caso, Gulab Singh Deo Bahadur no se rindió y se dirigió a la otra gran firma británica de automóviles de lujo «By appointment to His Majesty» es decir, «Proveedores de la Real Casa», de la que también él era cliente: Daimler. Y adquirió por 1.400 libras esterlinas de la época un chasis (otras fuentes hablan de que fueron tres) del modelo de 45 CV con motor seis cilindros de 10 litros de cilindrada que daba 200 CV a 2000 rpm. Y lo entregó a la empresa Barker & Company, de Londres, para ser carrozado. La carrocería convertible del Daimler, «Saloon-Cabriolet» para ser precisos, se realizó, conforme al encargo, en láminas de plata alemana sobre un intrincado marco interior de madera, con el capó en cuero plateado, y una sola puerta en el lado del pasajero. El diseño incorporaba una capota que desaparecía debajo de una lona, así como dos juegos de ventanas independientes, que corrían paralelas entre sí. Uno era de vidrio transparente, para usar con el Maharajá a bordo. El segunda era de vidrio ahumado oscuro, el llamado vidrio «purdah», para cuando las dos esposas del Maharajá viajaban…, y debían estar ocultas de las miradas de los súbditos de su marido. También hay un cristal retráctil en azul oscuro, entre el compartimiento del «chauffeur» y el de los pasajeros traseros. Se instalaron asientos de ratán en los estribos para el transporte de asistentes y portadores de armas, mientras que los guardabarros delanteros llevaban bocinas tipo «boa constrictor» y en el frontal cuatro enormes faros Lucas para iluminar la noche en la selva india Los pilotos Toby con forma de linterna ocupaban la parte trasera, y el escudo del Maharajá anunciaba su presencia a todos los que contemplaban el espectacular automóvil. En el interior, se situaban dos asientos delanteros tipo butaca, y un espacioso asiento trasero para el propietario. Se utilizaron elaborados trabajos de carpintería y cuero fino en todo el vehículo, pero, está claro, que al maharajá le preocupaba más el exterior, lo que se veía. Eso sí, y quizás para compensar, el tablero de instrumentos no solo estaba equipado con un velocímetro y un tacómetro, sino también con indicadores para medir la temperatura exterior, del agua y del aceite, la presión en cada uno de los cilindros, un comprobador de bujías Radamax, un medidor de pendiente para medir el ángulo del Daimler sobre el terreno, otro para la altitud… No es extraño que alguien comparara en la época aquel panorama a «una sala de control de dirigibles». Una vez terminado, el Daimler apareció en 1926, en las revistas «Autocar» y «The Motor», y en un dibujo en la edición de junio de 1927 de la revista «Vanity Fair», titulado «The Car of an Indian Potentate» («El coche de un Potentado Indio»). Una fotografía del automóvil tomada por James Burke para Life, cuando era propiedad del Maharajá, lo muestra con un asistente y señala que fue «utilizado por el Maharajá de Rewa para la caza del tigre». Gulab Singh gobernó Rewa hasta 1946, cuando fue depuesto, envuelto en acusaciones de asesinato y corrupción Su Daimler no le siguió al exilio, sino que permaneció en la zona utilizado primero por uno de los hijos de Maharajá, y posteriormente en actos religiosos. De las fotografías de los años 60 se desprende que el coche siempre permaneció en bastante buen estado, como una supuestamente tomada para National Geographic, que muestra el coche en la India con todos sus accesorios actuales, menos la imponente tapa del radiador y con vidrios tintados en los dos faros superiores. Una leyenda cuenta que quedó escondido en la jungla y que lo recuperaron en una eslinga gigante sostenida por cuatro elefantes, una historia maravillosa pero apócrifa. Pero lo que es cierto es que, en 1967, fue vendido al barón de Mont-Falcon, que lo conservó hasta sus últimos meses de vida. Es entonces cuando pasa a manos de un multimillonario coleccionista americano, Tom Barry. Luego se podrá contemplar en la colección Blackhawk, en California, y en 2022 es subastado por Sotheby's.