El caso Hildebrando Pérez Huarancca y el cuentario “Los ilegítimos”
Durante muchos años, busqué el cuentario Los ilegítimos del narrador ayacuchano Hildebrando Pérez Huarancca (1946 - ¿?). Tuve la suerte de encontrarlo en la feria La Independiente del Ministerio de Cultura, en el año 2017.
Hasta ese entonces, no había leído a Pérez Huarancca en formato de libro, solo en antologías, como Toda la sangre (2006) de Gustavo Faverón y El cuento peruano 1980 – 1989 (1997) de Ricardo González Vigil. Los cuentos antologados, “La oración de la tarde” y “Somos de Chukara”, respectivamente, daban cuenta del talento de Pérez Huarancca en el terreno de las distancias cortas.
Pero cuando hablamos de este autor, no solo nos referimos a uno con potencial narrativo, sino igualmente a uno con leyenda oscura. No es para menos. El informe de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), señala que Pérez Huarancca fue el líder senderista que comandó en 1983 la masacre de Lucanamarca.
A lo largo de los años se han tejido no pocas leyendas sobre Pérez Huarancca, al punto que su figura ha servido para configurar personajes de cuentos y novelas. De esas leyendas, algunas indican que se encuentra viviendo, con otra identidad, en Europa, específicamente en Francia, desde mediados de los 80.
Por lo dicho, estamos ante un personaje fascinante, si lo vemos en términos literarios. Y entiendo todas las polémicas que Pérez Huarancca pueda despertar, pero lo que nunca entenderé es el sentido de legitimidad literaria que cierta crítica académica pretende adjudicarle a causa de su opción política. Por ello, para hablar con fundamento sobre Pérez Huarancca, hay que hacerlo partiendo de su documento literario.
Los ilegítimos es un libro irregular, pero ello no impide subrayar sus aportes narrativos, como los cuentos consignados en el segundo párrafo más “Cuando eso dicen” y, en menor medida, “Día de mucho trajín”. Cualquiera de estos relatos puede figurar en toda antología/muestra de narrativa peruana que se respete. No solo asistimos a la eficiencia del dominio técnico, sino también al fuego que alimenta el espíritu de la prosa del autor, que podemos relacionar con una voz dispuesta a denunciar, pero controlada para no torcer o desviar su fin narrativo: la calidad estética. Además, resaltemos el trabajo con el lenguaje que, salvando las distancias, nos remite a la exploración de la oralidad andina del gran Eleodoro Vargas Vicuña.
Sin embargo, no podemos decir lo mismo de “Entonces abuelo aparecía”, “Los hijos de Marcelino Medina”, “Mientras dormían se contaban”, “La tierra que dejamos está muy abajo”, “La leva”, “Ya nos iremos, señor”, “Nuevamente la sequía” y “Pascual Gutiérrez ha muerto”, maculados por el apuro en los desenlaces a razón de la exposición de la denuncia social, prisa que llevó a Pérez Huarancca a cometer errores técnicos imperdonables para el género. El ripio, la arenga camuflada y el mensaje forzado, por ejemplo, se pagan muy caro en el cuento.
Los ilegítimos ganó en 1975, hace 50 años, el concurso José María Arguedas convocado por la Asociación Universitaria Nisei del Perú. Hildebrando Pérez Huarancca tenía 29 años. Se deduce, entonces, que no había alcanzado la plenitud de la madurez narrativa, pero tampoco era un neófito en el asunto literario. Se sabía con talento, pero decidió, seguramente eclipsado por la fiebre revolucionaria, dejar la literatura. Esta decisión lo terminó ubicando en la historia peruana como un asesino de campesinos. Esa es la dimensión de la contradicción humana. En una persona pueden habitar el artista y a la vez el monstruo. Y estas dimensiones no deben mezclarse al momento de erigir un juicio valorativo en lo literario. La historia del arte es, lamentablemente, generosa en este tipo de casos.
El libro fue publicado por primera vez en 1980, por Ediciones Narración; en 2004, por Ediciones Altazor; y en 2015, por la editorial ayacuchana Amarti (esta es la edición que poseo). Las tres ediciones están agotadas. Sería ideal que alguna editorial independiente lo vuelva a editar y así discutir sobre Hildebrando Pérez Huarancca en su faceta de escritor y constatar, en el cruce de ideas, lo siguiente: 1) no es mejor escritor por tener un trasfondo ideológico radical y 2) la peor decisión de su vida fue haber dejado la literatura por las armas.