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La máscara de USA

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No, no era Papa Noel quien venía. Con las prisas se le ha desprendido su disfraz de revolucionario del sentido común. No traía el regalo del imperio de la razón, de la liberación de los dogmas del ideario izquierdista. El lúcido envoltorio ocultaba el juego de someternos a su interés, que hábilmente identificó con el de su país. Y ante sus conciudadanos se presentó con el mismo lema de los amigos del brazo en alto, “¡America first!”.

¡Qué pronto se le ha caído la careta de hombre de paz, apesadumbrado por el número de seres humanos muertos en los conflictos bélicos!. Dice querer la paz, y la reclama con el acuerdo sí o sí. Dispuesto a imponerla desde posiciones de dominio, y desentendiéndose de la justicia. La pretensión de un imposible.

Reacciona con despecho a la negativa del presidente ucraniano de aceptar sus exigencias, y de devolverle con intereses la “inversión” norteamericana en Ucrania. Por ello lo denosta acusándole de iniciar el ataque, y de no convocar elecciones, a pesar de ser un país en guerra. Ni tiene reparo en conjurarse con Putin para colocar en el puesto un mandatario prorruso, que esté dispuesto a saldar las cuentas que el echa. Sin embargo, se desentiende de las elecciones robadas por el dictador Maduro al pueblo venezolano, en la persona de González Urrutia. También por conveniencia, no por justicia, por respeto a la democracia o por anticomunista.

Promete infiernos bélicos a los gazatíes que no abandonen sus tierras, para que se apodere de ellas otro investigado por crímenes de guerra. Se frota las manos imaginando allí urbanizaciones de lujo y resorts, que harán un paraíso para disfrute de los adinerados judíos y americanos, lacerando aún más al pueblo deportado. 

Se le ve crecido, gozando de su poder, ametrallando órdenes ejecutivas. Quiere ser el primero y, para ello, derribará barreras, arrollará a quien se oponga, comprará voluntades, pagará favores, “negociará” sin limitaciones: dará Taiwan a Xi Jinping; el Sáhara, incluso Ceuta, Melilla y las Canarias a Marruecos; y lo que sea, con quien haga falta

En su engreimiento llega a reconocerse como enviado divino, por haber sobrevivido a intentos de asesinato. Ignora que la ceguera producida por el brillo del vil metal impide ver que no se puede servir a dos señores: a Dios y al dinero.

En fin, nada nuevo bajo el sol. Todo se rinde ante el criterio económico.

Otros líderes norteamericanos supieron disimular con más aseo esa misma tendencia y adoración. Pero, los hechos, tozudos, siguen ahí para quienes los quieran mirar. Así lo reconoció el general Butler, el capitán más joven y el militar más galardonado de la historia de los Estados Unidos, y uno de los dos únicos marines que recibió por heroísmo en combate la Medalla al Honor, la más alta condecoración de su país. Compartiendo sus reflexiones, declaraba que sentía que “había actuado como un bandido altamente cualificado a las órdenes de Wall Street… De tal manera, en 1914 afirmé la seguridad de los intereses petroleros en México, Tampico en particular. Contribuí a transformar a Cuba en un país donde la gente del National City Bank podía burlar tranquilamente los beneficios. Participé en la "limpieza" de Nicaragua, de 1902 a 1912, por cuenta de la firma bancaria internacional Brown Brothers Harriman. En 1916, por cuenta de los grandes azucareros norteamericanos, aporté a la República Dominicana la "civilización". En 1923 "enderecé" los asuntos en Honduras en interés de las compañías fruteras  norteamericanas. En 1927, en China, afiancé los intereses de la Standard Oil.

Nos ha ido bastante bien con Luisiana, Florida, Texas, Hawái y California y el Tío Sam puede tragarse a México y Centroamérica, con Cuba y las islas de las Indias Occidentales como postres y sin intoxicarse. La bandera sigue al dólar y los soldados siguen a la bandera”.

El hecho más relevante, en el sentido de la primacía del beneficio económico en esa casta dirigente, es -a mi juicio- el lanzamiento de las dos bombas atómicas por parte de los norteamericanos, precisamente sobre las poblaciones de las dos ciudades japonesas Hiroshima y Nagasaky. Masacre justificada por economía de guerra.

Ahora empiezan a desfilar, en un nuevo y vergonzante paseíllo ante el magnate, los patéticos líderes europeos, como hicieron anteriormente ante el jerarca ruso. Supongo que para solicitar medidas de gracia particulares, sin importarles hacer patente ante el mundo que Europa no sabe hablar con una sola voz. Sea por inocencia, en el mejor de los casos, o por intereses espurios, en el peor, se constituyen en cómplices de quienes buscan ahondar la brecha de la desconfianza y desunión europea.

En este contexto, resulta paradójico que surja la figura de Sánchez postulándose como líder de la oposición frente a las disposiciones de Trump.  Aparentan encontrarse en las antípodas, pero muchos modales delatan sus semejanzas. Así, por ejemplo, la descalificación de jueces, el indulto a los suyos condenados, el situarlos en posición de enriquecerse, la ridiculización y destrucción del adversario político, los muros, la división en buenos y malos, la persecución de medios no afines, la dificultad para reconocer resultados electorales, el apego al poder justificando cualquier medio para conservarlo, etc. Una nueva constatación del adagio: “los extremos se tocan”.
En este punto nos conviene a todos considerar aquello de “el que esté libre de pecado, tire la primera piedra”. ¿No tenemos parte de responsabilidad de la situación en la que nos encontramos? Una vez más vuelve a cumplirse aquello de “lo barato sale caro”.

Deslocalizamos la producción por economía y ecología, para beneficiarnos del trabajo duro y  precario de otros y de su salario de indigente, impropio de un ser humano, y miramos para otro lado. Y aquí abonamos el paro. Aceptamos la obsolescencia para acrecentar el consumo y alimentar un ego exacerbado. Y lo pagamos. Nos amoldamos a la mediocridad, a que nos lo den todo hecho y ya. Rehuimos el esfuerzo, ansiamos la comodidad. Y esa factura también nos la van a pasar. Y es que el cargo del bienestar, de una forma u otra, al final se ha de pagar.

Como firme convencido de que no hay mal que por bien no venga, y de que los errores son una oportunidad de mejorar, pienso que Europa puede aprovechar esta encrucijada para cambiar de rumbo, volviendo a sus raíces. No tiene otro camino para subsistir, como sabiamente advirtió San Juan Pablo II.  Y España puede colaborar de manera relevante poniendo en valor esa forma de hacer civilización, como hizo en el descubrimiento de las Américas, llevando a la vez la cultura y la fe cristiana. Sin Dios no es posible alcanzar una paz justa y duradera, ni hacer realidad la fraternidad de todo el género humano.

Los jóvenes representan esa esperanza, si afrontan el reto de tomar las riendas de su propio futuro, y abandonan el círculo vicioso que les han pintado sus mayores.


Francisco Javier Lage Ferrón

24/02/2025