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Los celulares y la democracia, por Hernán Chaparro

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La democracia depende, en parte, del funcionamiento de las instituciones que la conforman y de la participación ciudadana.  Respecto a esto último, la población debería estar medianamente informada para participar en la discusión pública, sobre los asuntos de interés colectivo, a fin de ejercer presión, fiscalizar y orientar a quienes toman decisiones a nivel local, regional o nacional.

El seguimiento de la coyuntura política, en particular de la escena política oficial vinculada a los tres poderes del Estado, es cada vez menor.  El debate sobre estos asuntos se centraliza cada vez más en un pequeño sector.  La gente puede evaluar negativamente y estar ansiosa por la situación de inseguridad ciudadana, pero ya no sigue el día a día de lo que ocurre sobre estos temas en el Congreso, o en ministerio del sector, porque intuye que nada pasará ahí.  Lo que se percibe es que la agenda de quienes están en el poder no los incluye.  Hay desesperanza, aunque la indignación, silente, siga en la sala de espera.  Mientras tanto, cada uno se las arregla como puede. 

Un recurso a la mano es el celular.  La portabilidad siempre ha sido un elemento importante en los medios. El periódico tabloide o la radio de bolsillo acompañaron durante mucho tiempo al viajero de transporte público. En una lógica de costos versus beneficios, la pequeña pantalla nos da el poder de seleccionar sobre qué queremos informarnos, cuándo y cómo.  Además, nos permite opinar, compartir, comentar. Si bien los algoritmos tienen un rol, y los grupos que frecuentamos en redes tiene otro, el usuario también interviene alimentando el sistema con sus hábitos, suscribiéndose a determinadas plataformas, influencers, etc. 

La oferta de contenido se ha extendido exponencialmente, y todo ese material compite por aparecer en la mano.  Desde el celular se puede acceder a los llamados medios tradicionales, a los nativos digitales, a las redes sociales (influencers incluidos), mensajes de Whatsapp, juegos de diverso tipo, etc.  Una oferta variada e inmensa donde el contenido recreativo es lo que más se consume (datos de Comscore).  Los asuntos públicos deben competir con todo ello.  Pero este pone sobre la palestra temas de abuso de poder, corrupción, malos servicios, juicios que nunca terminan y un largo etcétera que ha llevado a que muchos tomen distancia de esta información ante la percepción de falta de alternativas de cambio.  En todo caso, informarse de ello corto y rápido. Y si es de forma entretenida, mejor.  Los medios podrían mejorar la forma en que abordan estos temas (algunos ya lo hacen), pero no van a inventar una realidad paralela. Sí, la política es fuente de información frustrante y/o irritante, los incentivos de consumo, en el contexto descrito, son bajos y dependen mucho del interés de las personas por estos asuntos.  Los temas de preocupación pública seguirán ahí, pero en la pantalla aparecen cada vez más los personales.  De vez en cuando, uno y otro se cruzan.

En otro artículo hemos hablado del fenómeno llamado “las noticias me encuentran a mí” (NFM, por sus siglas en inglés), que consiste en la creencia que pueden tener las personas de que no es necesario buscar fuentes diferentes de información, a las que aparecen en la pantalla del celular, porque ahí, finalmente, aparece todo.  Las personas que más usan este dispositivo son las más propensas a construir esta idea en su cabeza.  Está demostrado que, si esto ocurre, la desinformación sobre asuntos públicos es mayor, el cinismo político aumenta y es más fácil creer y difundir noticias falsas. RENIEC ha comunicado que en las próximas elecciones votarán por primera vez alrededor de 2.5 millones de personas, votantes que tendrán entre 18 y 25 años, donde el uso del celular como punto central de información es habitual.  Pero esto no es lo único.  Los estudios que se han hecho para evaluar cómo influye este nuevo acompañante en la forma de lectura, la atención visual y en el aprendizaje político debe llevar a diversos cambios.  Los mismos han tomado en cuenta variables como la proximidad, situación de consumo, tiempo y proceso perceptual.

Con relación a la búsqueda de información, se conoce que las personas usan el celular para hacer un escaneo general sobre lo que ocurre en sus redes, así como sobre sus temas de interés. En ese proceso, puede haber una exposición no intencional a ciertos asuntos públicos que en algunos casos llevará a una mayor lectura.  Si uno imagina un diario impreso como si fuera una pantalla, el recorrido visual llevaba a mirar de todo un poco, aunque fuese superficialmente. En el celular el recorrido perceptual es diferente.  Nuestra atención navega menos y se profundiza más en aquello que se ubica en el ámbito de interés particular. Se debilita el “radar” más amplio y la gente tiene menos información sobre asuntos más generales de su entorno.  Se profundiza solo en ciertas cosas y se salta de un tema a otro, porque así es como se presentan los datos en la pantalla.

Con relación a la lectura, escucha o visión de lo que interesa, y la retención de dicha información, la investigación existente señala que eso que llama la atención se lee, ve o escucha, se hace de manera muy rápida y el impacto en la recordación es menor que el que dan otros medios (Dunaway et al., 2018; Ohme et al, 2022).   La lectura es sobre la marcha y mientras estamos haciendo algo más, el tiempo dedicado es intermitente, entre una y otra cosa, y los distractores abundan. Por eso va cobrando mucha importancia el “streaming”, la comunicación en tiempo real.  Esta favorece la interacción y el compromiso del público con quien transmite.  Un nuevo público, y nuevos medios, que nos retan a pensar de manera diferente la democracia y la participación ciudadana.