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¡Que empiece el espectáculo! De cómo convertir Toledo en un circo

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Abc.es 
Los paisajistas chinos tenían una palabra para lo que ellos consideraban un paisaje esencial: san-shui , montaña-agua, o san-shuan , montaña-río, evocando con el ideograma correspondiente la interacción entre lo macizo vertical y lo fluido horizontal. La montaña, como el peñón toledano, engloba y estructura; el río circula y fluye. Cuando nos apostamos en las inmediaciones de la ermita de Nuestra Señora del Valle y disfrutamos de este festín para la mirada, comprendemos por qué generaciones de pintores se han arrimado a este rincón del mundo para pintar un paisaje que en su polaridad esencial es monte y abismo. Ante nuestros ojos aparece esta urbe milenaria como una revelación, erguida sobre su granítico basamento, con su profundo abrazo de agua y roca. Todos nos rendimos ante el abigarrado caserío de Toledo, nacido de una alianza única entre historia y naturaleza, con su festón de campanarios, cúpulas y torres mudéjares. Nada le sobra; nada le falta. No le hace falta desde luego un gran auditorio o mirador, con sus bancales de hormigón incluidos, ni un teleférico que conecte el paseo del Tránsito con las laderas escarpadas de los cigarrales, recuperando un viejo proyecto de sugestivo nombre, 'Take me to the river' . Ocurrencias de nuestras autoridades municipales, que, sin ser capaces de arreglar las escaleras mecánicas de la Estación de Autobuses ni el último tramo del remonte del Miradero, sueñan con teleféricos y funiculares financiados con fondos europeos (que estos proyectos cumplan los requisitos para pedir dichos fondos es cuestión aparte), muy adecuados y espectaculares si lo que queremos es hacer de Toledo un parque de atracciones. Ya tenemos la mayor tirolina urbana de Europa, el trenecito turístico, y una media de sesenta autobuses diarios que se detienen en el Valle en esas visitas express organizadas por los turoperadores de Madrid. Pero como si no contáramos ya en las proximidades de la ciudad con un parque temático y no existiesen otras urgencias y prioridades, autoridades políticas como el alcalde o el concejal de urbanismo imaginan ahora un gran auditorio-mirador a cielo abierto para contemplar desde el Valle grandiosos espectáculos de luz y sonido, lo que, combinado con el teleférico y a juicio del citado concejal, Florentino Delgado , «sería muy bonito». No nos basta la belleza geológica y vegetal del entorno del Valle; ahora hay que crear lo que con gran ingenio y creatividad han bautizado como el «Montmatre natural» de Toledo, en las proximidades del Parador de turismo. Pero la personalidad inigualable de nuestra ciudad y de su entorno no necesita de revistas o televisiones japonesas (debidamente remuneradas por nuestras administraciones) que declaren la panorámica de la ciudad desde la carretera de circunvalación como el paisaje más bello del mundo. Ya lo sabemos los paseantes toledanos que disfrutamos con asiduidad de la vuelta al Valle. Mas no acaban aquí las ocurrencias del actual consistorio. Quizás algún día veamos sobresalir, detrás del apiñado caserío, una gran torre como la que se pretende proyectar en el solar del antiguo hospital Virgen de la Salud y que tal vez quiera rivalizar con la torre Sevilla, el primer rascacielos de la ciudad andaluza, divisable (permítasenos una pequeña exageración) desde Mérida. Si de algún concejal dependiera, se construiría un Guggenheim en pleno casco histórico. Podríamos comentar otros proyectos sobresalientes, como el hotel de la Cava, pero no quiero terminar este artículo sin hablar del proyecto estrella del equipo de gobierno municipal, la remodelación del paseo de la Vega, que comenzará a ejecutarse en los próximos meses. Francamente, salvo los aparcamientos en línea, que suprimiría, y un plan razonable de ajardinamiento y rearbolado que paliase los estragos de danas y filomenas, a mí, y creo que a muchos toledanos, nos gusta como está. No nos molestan los viejos quioscos revestidos de corcho que ahora quieren suprimir y desplazar con nuevo formato al otro extremo del parque. Seremos unos sentimentales, pero estamos tan acostumbrados a ellos que los sentimos como nuestros. Podemos prescindir de muchos políticos, incluso de concejalías y consejerías enteras, pero de lo que no podemos privarnos los toledanos es del Catalino. Que se prepare nuestro edil, pues el cierre temporal de la mundialmente famosa churrería podría provocar un motín que haría palidecer al de Aranjuez. El plan es ambicioso: se trata sobre todo de rediseñar el paseo para disponer de una entrada muy espectacular, digna de nuestra histórica ciudad, con la puerta de Bisagra como telón de fondo y con un gran bulevar imperial que permita, y esto es lo más importante para una ciudad que aspira a ser un parque de atracciones turísticas, acoger todo tipo de eventos y espectáculos multitudinarios mediante la instalación de escenarios portátiles y grandes medios audiovisuales. Creemos que la ciudad de Toledo es ya lo suficientemente atractiva por sí misma como para no «adornarla» con estos proyectos tan grandilocuentes como horteras. ¿Creen ustedes, por ejemplo, que una catedral como la de Toledo, con uno de los patrimonios artísticos más ricos de toda la cristiandad, necesita de un espectáculo como el de Lumina? Te lo venden, y no a módicos precios precisamente, como una experiencia inmersiva nocturna y como un recorrido sensorial único, es decir, como una vivencia tan fácil como superficial. Durante estos días están circulando por las redes sociales algunas encuestas para que el consistorio conozca la opinión de los toledanos sobre estas iniciativas urbanísticas, pero ya conocemos la credibilidad que merecen estas encuestas. En fin; tanto empeño vamos a poner en estas «reformas» de la histórica ciudad para adaptarla al uso turístico (reformas que esconden, como no podía ser de otra manera, importantes intereses económicos), que, como se suele decir, entre todos la mataremos y ella sola se morirá. Por mi parte, reservaré mi voto en las próximas elecciones para aquel partido que prometa no hacer nada, nada, naturalmente, salvo aquellas medidas destinadas a facilitar la vida de los toledanos, en especial la de los ciudadanos que residen en el casco histórico.