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No era una final anticipada

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En las últimas temporadas, los trepidantes encuentros de Champions entre Manchester City y Real Madrid eran finales anticipadas. Uno intuía que el ganador de esa eliminatoria terminaría por ganar la competición. Y así fue en cada ocasión. No es el caso de este año. No era una final anticipada, por tres motivos. Porque el encuentro es tan solo para clasificarse para octavos de final, porque hay otros equipos más en forma que ellos en Europa y porque el City, en su estado actual de atonía, difícilmente ganará ni la Premier ni la Champions. El partido de ayer, eso sí, fue igualmente atractivo, emocionante y divertido para los culés que, como dijo Hansi Flick, nos lo miramos desde el sofá. El resultado final fue justo. Incluso corto para los méritos del Real Madrid, pero fue especialmente cruel para el City que iba por delante en el marcador en el minuto 85 de partido. Para cerrar el partido y asegurar el resultado, entró Gündogan al campo. El turco apenas tocó el balón y el Manchester hizo dos regalos impropios de la alta competición. Ederson, que en el empate de churro de Mbappé ya podía haber hecho mucho más, regaló el balón en un mal saque y Brahim aprovechó el regalo. Ya en el descuento, otro regalo de Rico Lewis y otro fallo del portero Ederson permitió que Bellingham culminara la acción letal de Vinicius. 2-3. En esta ocasión no les hizo falta la magia del Bernabéu para la remontada europea. Queda el partido de vuelta pero anoche vimos que los de Ancelotti, de nuevo en el mes de febrero, se han empezado a tomar la Champions en serio. Lo anterior, en Lille, en Brest, en… ya no cuenta. Si ayer no golearon fue por los postes, porque Mbappé y Bellingham perdonaron lo que nunca fallan y porque Mendy no supo marcar el gol más fácil de su vida. ¿Y Vinicius? Se veía a venir que esa gran pancarta con la que la afición del Manchester City le recibió, con la imagen de Rodri besando el Balón de Oro y la frase “Deja de llorar”, acabaría siendo gasolina para motivar a Vini y girándose en contra de la afición local. Él hizo el disparo del 2-2 y la jugada y asistencia del 2-3. Al final, no le vimos llorar, precisamente. Antes del partido sonó, como siempre, el Blue Moon en el Etihad, pero la luna de Manchester ayer lució bien negra. Los errores se pagan muy caros. Pero la eliminatoria no ha terminado y, en la vuelta, que el hecho de que el Real no tenga que salir a atacar y marcar puede volver a brindarnos un partido loco como el de anoche.

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