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Un convento canario se alía con un proyecto de inserción social y da trabajo a jóvenes migrantes

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La congregación de Las Dominicas del municipio de Teror abre sus puertas y airea sus estancias con arreglo a los tiempos que corren y las necesidades de la sociedad, con la vista puesta en el feminismo y la justicia social

En Teror, Gran Canaria, existe un convento que este año cumple un siglo y tiene previstos, al menos, otros cien años de justicia social. Las Dominicas canarias, conscientes de que lo que necesita el mundo no son más instituciones que vivan de espaldas a la realidad social, se han aliado con la Asociación Incluye de inserción sociolaboral para dar trabajo a personas migrantes que llegan al Archipiélago. “Uno no sabe que esto está en la isla”, nos cuenta Nieves Ramos, coordinadora del espacio sostenible de la asociación, mientras sube Las escaleras al cielo (Scala Coelli), que dan nombre al convento.

Es normal que este espacio se use para retiros espirituales porque el tiempo aquí no existe y solo se escucha el ruido que el viento hace con las ramas de los árboles y las ramas que Suleymán, Jon y sus compañeros están limpiando porque “en un jardín siempre hay trabajo”. Cuando se le pregunta a Jon cómo está, siempre responde “firme como la gelatina”. Será que vino huyendo de una de las violencias más crueles de América Latina, las que dejó enquistada el tráfico de drogas. Sus hijas están allá, y él les habla de lo bonito que es trabajar en este apacible lugar, tan lejos de cualquier violencia. “Cuando les mando fotos me dicen que es un lugar como de película”. Jon habla mientras hace un tutorial en los tallos para que las rosas crezcan rectas y Suleymán le observa, hoy algo melancólico, porque mañana se marcha para Bilbao a seguir trabajando allí. Su intención nunca fue quedarse en Canarias, pero es la peligrosa puerta que Europa ofrece a jóvenes como él, que salieron como pudieron de Guinea Conakry.

Todo esto nace de un sueño de justicia social, pero no partió de un discurso político como el Luther King, sino que se le ocurrió a Nieves Ramos, oriunda de Teror, “de toda la vida”, de las que prefieren ver a la Virgen del Pino despojada de los oros, “solo la talla”. Un día estaba paseando por el camino que separa la finca de Osorio del convento y aunque lo había visto mil veces en su vida se le ocurrió un plan para él: abrirlo al resto del mundo y dar un ejemplo.

“Entonces, fui a hablar la madre superiora general en Madrid, Nieves Báez”, relata Ramos. “Ella era la responsable de la congregación a nivel mundial, porque la congregación tiene casas en Chile, Venezuela, Colombia, Bolivia, Camerún y aquí, en Canarias, y cuando le conté el proyecto, se vino a vivir al convento de Teror tras terminar su mandato para que esto saliera adelante”.

El proyecto está atravesado por conceptos como equidad social, feminismo, justicia económica y con vistas de permanencia en el tiempo. Esta redacción quiso saber cómo cazaba todo ello con los postulados presumiblemente conservadores de la idea que se suele tener de lo que es un convento. “La fundadora de la congregación, la madre Pilar, decía que el cambio social vendría por las mujeres. En eso también coincidimos. Por eso yo creo que hay un elemento fundamental, que es el feminismo como plataforma de igualdad. Yo siempre digo que hay quienes vienen al feminismo desde el marxismo y otras que venimos al feminismo desde el Evangelio”.

Precisamente el eje de las mujeres será uno de los más importantes que la asociación quiere trabajar en este centenario. “Tanto las mujeres aquí, como proyectos que estamos haciendo en América Latina y en la República Democrática del Congo, ”donde ahora hay una guerra bestial de la que nadie habla“.

Nieves Ramos se refiere a la hipocresía en la que incurre Occidente al alarmar de la llegada de personas migrantes, entre ellos menores que no están acompañados y apoyados por la gente que habla su lengua materna, ni con su madre, pero se siguen expoliando recursos naturales de lo que ha interesado llamar tercer mundo. “Personas desplazadas hasta donde pueden, huyendo de una guerra que, además, tiene todos los intereses en torno a los minerales y al coltán, de la que no se habla, porque si se habla, se conoce qué es lo que está pasando en África, y a nadie nos gustaría porque nos daría muchísima vergüenza cambiar los ordenadores, cambiar los teléfonos móviles, o decir cómo es que la gente nos viene a quitar el puesto de trabajo, cuando estamos nosotros utilizando sus minerales y sus recursos naturales”.

Ramos no sabe si dentro de cien años estará celebrando los 200 años del Convento (ríe), “pero lo que pretendemos es que esto sea un proyecto de permanencia y que tenga todos estos criterios a mantener. Muy probablemente, como le pasó a la fundadora, a la madre Pilar, los tiempos cambian. ”En función de cómo van cambiando los tiempos, habrá que irse acomodando a esa nueva realidad“, sentencia mientras quita a un árbol un par de nísperos muy maduros y sospecha que acertó quien pensó que desde una óptica religiosa cada escalón de este convento está un poco más cerca 'del cielo'.