Barbariscos y rapiña catalana

El litoral valenciano padeció entre los siglos XIV y hasta el XVIII repetidas incursiones de piratas berberiscos . Más frecuentes fueron los ataques sufridos por poblaciones de las costas alicantinas. Para su defensa se ordenó en varios momentos la movilización de milicias, así como la imposición de sisas y gravámenes con las que sufragar los cuantiosos gastos que suponía hacerles frente. Los berberiscos habían comprobado lo muy lucrativo que les resultaba el negocio del abordaje de navíos por el Mediterráneo. Que se lo pregunten a don Miguel de Cervantes, que acabó preso en Argel como tantos otros cautivos en espera de que los frailes mercedarios recaudasen fondos con los que pagar su rescate. Y lo que no conseguían en alta mar lo intentaban obtener con sus razias contra poblaciones ribereñas. Todavía se conservan torres vigías que son mudos testigos de un pasado de piratería. Tenemos los valencianos, o deberíamos tenerla, memoria y cicatrices de aquellas incursiones de rapiña de los corsarios otomanos y, en consecuencia, estar prevenidos ante la posibilidad de que alcanzado el primer cuarto del siglo XXI se repitiesen esas invasiones. Me temo que por culpa de un exceso de confianza, cuando no de indiferencia y apatía -que traduce por meninfotismo - hayamos bajado la guardia. «Esa temerosa hipótesis que usted plantea es del todo irreal y menos en estos tiempos», habrá sido el pensamiento cuando no reproche de algunos pánfilos lectores y paisanos. Además de llevarles la contraria, les invitaré a que reparen cómo ahora las posibilidades de ataques y rapiñas adquieren otras formas y los berberiscos se sirven de otros medios y métodos. Estos días se ha podido leer en estas páginas de ABC de la Comunidad Valenciana, testimonios de otro tipo de ataques, usurpaciones y asaltos. Algo de todo eso son los continuos y reiterados escamoteos que padecemos los valencianos, cuando desde Cataluña, y lo que es peor desde su gobierno autónomo, se nos catalaniza a base de usurpaciones que, por muy ridículas que resulten a ojos de los entendidos, no dejan de ser apropiaciones indebidas. Lo han hecho otras veces y en repetidas ocasiones. Amparados por idéntica impunidad/inmunidad a la que han gozado cuando han promovido actuaciones y refrendos por su independencia y contra la unidad de España, no se recatan lo más mínimo. Y así, se apropian del origen e historia pirotécnica valenciana para subsumirla en las fiestas del fuego de Cataluña , como se dice en la web del Departament de Cultura del gobierno catalán. O como hacen con las Fallas, que en el calendario del 2025 de Òmnium Cultural las incluyen en «las fiestas y tradiciones de los países catalanes». Es tanto el descaro, y durante tanto tiempo consentido, que cualquier día un envalentonado y siempre insaciable carpanta como lo es Puigdemont exigirá a Pedro Sánchez que por el pago del inquilinato del palacete de La Moncloa, tiene que manifestarse a favor de los países catalanes . Y conociendo la facilidad sanchista para ceder y conceder, con tal de poder seguir mandando en el BOE y volando en un Falcon, que los valencianos podemos temernos lo peor. Los berberiscos que hoy día nos asaltan no llegan por mar a bordo de galeras y provistos de alfanjes sino por la autopista del Mediterráneo. Han gozado de permisividad, cuando no de aplauso en gobiernos anteriores. Y cuenta con la complicidad de quintacolumnistas instalados en todos los centros de poder. Cambia la composición de un gobierno y ellos permanecen en sus puestos. Al igual que en las aulas , en donde no se recatan de ejercer su apostolado. Y eso de incluir a Morella como población catalana, tal como también se denuncia en las informaciones a que se ha hecho referencia, puede tener alguna explicación, que no razón. Si el editor de varios medios de comunicación de la comarca del Els Ports, Francis Puig Ferrer, no sólo obtiene subvenciones de la Generalitat valenciana, tanto si está presidida como si no por su hermano Ximo, también las consigue de la Generalitat catalana, que desde esta lo aprovechen tiene cierta lógica. Y mucha más cara dura.