Hemos arado en el mar, por Harold Forsyth
Es difícil predecir cuanto tiempo van a durar las bravatas del presidente Donald Trump pero, conociendo el estilo que imprime a su actividad política, está claro que lo que busca es consolidar un apoyo muy sólido, dándole a la mayoría que lo eligió justamente lo que quiere oír. Y esto, por otra parte, es la lógica de los movimientos ultraderechistas que pululan en diversas partes del planeta, incluido el Perú.
La utilización de los migrantes y los aranceles como arma de poder, especialmente si se hace a expensas de países amigos o aliados, puede repercutir en contra del propio Estados Unidos a pesar de lo cual va a durar mientras la prensa mantenga el impactante interés que ahora le concitan estos asuntos. Y cuando esto ocurra, se pondrán en vigor otras estrategias igualmente disruptivas.
El problema es que eso divide en forma dramática a las sociedades y allí están Vladimir Putin y Xi Jinping para pescar a rio revuelto, con los graves riesgos que cabe imaginar.
Pero lo que todo esto pone de manifiesto patéticamente es hasta qué punto América Latina, la región a la que pertenecemos desde hace siglos, se encuentra dividida como nunca ha ocurrido en la historia y a un punto tal que no nos es posible reconocer señales de identidad entre nosotros mismos. Ahora es fácil comprender por qué el bicentenario de la batalla de Ayacucho, que selló la independencia de América, pasó sin pena ni gloria por nuestros ojos y ante un gobierno carente de una mínima noción de la magnitud del hecho.
Desde el Congreso Anfictiónico de Panamá, convocado por el libertador Simón Bolívar, los latinoamericanos (o hispanoamericanos para seguir una tendencia ahora en boga) nos hemos visto como pueblos hermanos y nuestros discursos políticos y sociales siempre han estado inmersos en la lógica de la unidad regional.
¿Alguien podría imaginar que ningún país de América Latina ha sido capaz de reaccionar ante los planteamientos públicos del gobierno norteamericano sobre el canal de Panamá? ¿O sobre la acusación de que el gobierno de México tiene vinculaciones con los carteles de la droga? Es que el silencio de todos es ensordecedor.
Lo cierto es que nadie ha dicho nada, la OEA se ha callado en sus cuatro idiomas, la llamada Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) ha firmado su acta de defunción y nadie tiene la menor intención de coordinar nada. Y pensar que el Perú ha sido un histórico promotor de la unidad.
El tema de Venezuela es un factor de desunión, como lo es la retórica del presidente argentino, el divisionismo ideológico sin precedentes y el crimen organizado que campea en la región cada vez con más fuerza y lo corrompe todo.
Europa, en cambio, que ha conocido de guerras devastadoras, nos da con la Unión Europea una verdadera lección de unidad. Un solo país que sufra un agravio tendrá la solidaridad inmediata de los otros 26.
Bolivar dijo “he arado en el mar” y, a juzgar por los resultados, esa profecía sigue más presente que nunca en una región incapaz de actuar colectivamente en defensa de su dignidad.