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El perdón, imprescindible para curar las heridas del «bullying»

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Depresión, ataques de ansiedad, insomnio, pesadillas, cambios repentinos de conducta... son algunas de las secuelas que probablemente acompañarán de por vida a las víctimas de «bullying». La cicatriz que el acoso, ya proceda de menores o adultos, deja en ellas es imborrable. Sin embargo, existe un primer paso para calmar el dolor por el daño infligido: el perdón.

«El perdón es el único mecanismo psicológico que permite a las víctimas de estas situaciones pasar página; por lo tanto, es imprescindible que se pida. Hay que tener en cuenta que los chicos que sufren acoso, sobre todo por parte de las instituciones escolares, han padecido un daño muy intenso, ya que no entienden cómo figuras que, en teoría, deberían protegerles, como maestros o directores, les atacan. Por ello, un acto tan simple como pedir disculpas se convierte en un bálsamo que les alivia, ya que consideran que la persona ha recapacitado, lo que cambia sus emociones, que hasta ese momento son profundamente negativas», señala el psiquiatra forense José Cabrera.

El caso de Mónica

Mónica vivió en carne propia este hostigamiento en su entonces colegio, el British Council de Pozuelo de Alarcón, cuando solo tenía 13 años. Tan traumática fue aquella experiencia que acabó ingresada en la unidad de Psiquiatría de un hospital por anorexia nerviosa. La niña dejó de dormir y de comer, perdió más de nueve kilos y su masa muscular apenas alcanzaba el 16%. Tan delicado era su estado, que se llegó a temer por su vida. Los hechos se remontan a 2022, cuando Mónica denunció ante sus profesores el terrible «bullying» que sufría una compañera. Sin embargo, según relata su madre, la respuesta de los docentes no fue la esperada, ya que la instaron a mirar hacia otro lado, algo a lo que Mónica se negó. A partir de ahí, fue ella quien comenzó a sufrir un presunto acoso, con el agravante de que este no procedía de sus iguales, sino del propio centro. «A lo mejor este colegio no es para ti» o «te podemos abrir un expediente por acoso y no vas a poder estudiar en ningún colegio de Inglaterra» fueron algunas de las amenazas que recibió, según asegura su madre. Una situación de estrés que socavó gravemente no solo su equilibrio emocional, sino también su salud física, algo que ha sido refrendado por un minucioso informe pericial psiquiátrico presentado en el Juzgado de Instrucción Número 3 de Pozuelo, junto con la correspondiente demanda civil, que fue admitida a trámite el pasado octubre.

La familia de Mónica reclama 35.498 euros al centro educativo por el sufrimiento causado a su hija, aunque afirma que el dinero no es lo importante. «No queremos dinero, sino una compensación moral para que mi hija pueda seguir adelante. Si el colegio reconociera que lo que denunció era una injusticia terrible y que hizo muy bien en hacerlo, sería reparador para ella. No aspiramos a que se admita el dolor, el daño y la persecución de los que ha sido objeto, sino a que simplemente le manifiesten que se han equivocado con ella y que le pidan perdón. Solo eso», declara la madre de Mónica.

La titular del Juzgado ha citado a declarar a las partes el próximo 25 de febrero, pero ha emitido una diligencia de ordenación en la que insta al colegio y a la familia a intentar un acuerdo que ponga fin al proceso, por lo que les ha convocado ese mismo día a una audiencia previa. Mónica ya ha expresado su deseo de estar presente porque tiene la esperanza de escuchar las palabras que tanto tiempo lleva aguardando: «Lo sentimos».

No es olvido

Sin embargo, el perdón, aunque indispensable para obtener paz, no significa olvido ni justifica el daño ni supone la reconciliación con el agresor. «En los casos de “bullying”, el perjuicio se produce en etapas críticas de la vida, como la niñez y la adolescencia, momentos en los que se está construyendo la personalidad, por lo que no lo podrán olvidar nunca, con el correspondiente impacto en su vida adulta», expone Cabrera.

Desgraciadamente, el caso de Mónica no es ni mucho menos puntual. «Aunque el ‘‘bullying’’ entre menores es el más conocido, hay muchos niños y adolescentes que sufren acoso institucional, aunque no siempre se denuncia. Pese a ello, no se puede decir que el sistema educativo español sea malo. El problema no está en los profesores, sino en el staff (directores, jefes de estudios, coordinadores...) de determinados centros, que suelen ser de grandes dimensiones, con un marcado carácter elitista e imbuidos por intereses empresariales. Esto los deshumaniza y los hace insensibles a las necesidades de los alumnos, ya que, con frecuencia, anteponen sus intereses al bienestar de los niños, algo que tiene gravísimas consecuencias para ellos desde el punto de vista emocional. Es terrible que se produzcan casos así, porque evidencian el fracaso estrepitoso de un centro escolar, algo que, como sociedad, no podemos consentir. Las instituciones educativas deberían reflexionar seriamente sobre sus comportamientos», añade el psiquiatra.

Por su parte, el British Council, a través de un comunicado, señala que «El bienestar y la protección de nuestros estudiantes son nuestra prioridad. Nuestra política hacia el acoso escolar es de tolerancia cero. Cualquier preocupación por el bienestar de nuestros estudiantes, o posible caso, aunque no sea susceptible de afectar a la estabilidad personal de cualquiera de nuestros alumnos, siempre es investigado siguiendo nuestros procedimientos internos de forma extremadamente cuidadosa y preservando ante todo la intimidad del menor».