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Descubren en Irak hachas de mano que podrían tener más de 1,5 millones de años de historia

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Entre las rocosas dunas iraquíes, un equipo de arqueólogos liderados por la Dra. Ella Egberts ha descubierto siete yacimientos paleolíticos

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Las tierras áridas en el enorme desierto de Sham -que abarca Jordania, Siria e Irak- esconden un pasado mucho más antiguo y fascinante de lo que observamos desde un mapa. Entre sus más de 500.000 km² el rocoso desierto de Irak ha vivido recientemente una larga historia de conflictos que han azotado Oriente Medio

No obstante, un equipo de arqueólogos liderados por Ella Egberts, investigadora y doctora en Geoarqueología por la Bournemouth University, ha descubierto en la región de Al-Shabakah una serie de herramientas de piedra que podrían remontarse a hace 1,5 millones de años. Esto proporciona nuevas pistas sobre la presencia humana en la región durante el Paleolítico y cambia por completo la narrativa sobre el desierto de Sham.

Este descubrimiento arqueológico marca, por tanto, un punto de inflexión en la comprensión de los primeros pobladores de la zona y su adaptación al entorno. ¿Quiénes fueron los portadores de dichas armas hace millones de años? ¿De dónde venían? El hallazgo de Egberts y su equipo resuelve muchas dudas sobre la prehistoria en toda la región del Cercano Oriente.

7 yacimientos en una pequeña zona del desierto

La expedición arqueológica, que tuvo lugar en los últimos meses de 2024, forma parte de un proyecto piloto destinado a identificar materiales en la superficie del desierto occidental Sham, integrado en el territorio de Irak. 

Tras un noviembre y un diciembre de arduas excavaciones, el trabajo de campo resultó ser un éxito rotundo. En un área de escasos 200 km², Ella Egberts y su equipo identificaron siete yacimientos paleolíticos. Uno de ellos fue seleccionado para un estudio sistemático con el objetivo de analizar la distribución de los materiales y llevar a cabo un primer análisis tipológico de los artefactos: unas hachas de mano que empuñaron hace milenios los habitantes del desierto.

Una ventana al Paleolítico en Irak

El desierto iraquí, donde hoy sólo quedan restos de antiguos cauces secos, rocas afiladas y wadis -valles y pantanos secos dentro del propio Sham que ahora no son más que tierra yerma- fue hace miles de años hogar de un gran lago que dominaba el paisaje durante el Pleistoceno. 

Las huellas de esa transformación geográfica de lago a desierto han quedado plasmadas en los vestigios encontrados por el grupo de Egberts con casi 1.000 artefactos, desde hachas de mano del Paleolítico Inferior hasta láminas del Paleolítico Medio, todas recogidas en superficie de tierra iraquí.

Egberts destaca la importancia de estos hallazgos, ya que aportan información sobre el uso del paisaje por parte de las primeras poblaciones humanas. “Todavía queda mucho por investigar. Esperamos poder extender la búsqueda a una zona más amplia y llevar a cabo un análisis detallado de los artefactos descubiertos”, afirmaba la geoarqueóloga para un artículo en la Vrije Universiteit Brussel.

Un trabajo con impacto social

Más allá del descubrimiento en sí, el proyecto también ha tenido un importante componente de alfabetización educativa. Durante la expedición, Egberts y su equipo decidieron formar a estudiantes de arqueología iraquíes en metodologías de campo y análisis paleolítico. 

Además, organizaron talleres en la Universidad de Al-Qadisiyah, donde compartieron sus hallazgos con estudiantes y académicos interesados en la prehistoria de Irak. Durante su divulgación en la ciudad de Karbala, Egberts presentó sus resultados en una conferencia multidisciplinaria e incluso los iraquíes más pequeños tuvieron la oportunidad de aprender sobre la arqueología y el patrimonio de su país a través de charlas interactivas en escuelas locales.

Excavar en un país marcado por la inestabilidad

Trabajar en Irak no está exento de desafíos. Si bien la expedición de Egberts se llevó a cabo sin mayores incidentes, la seguridad sigue siendo un factor a considerar. “Aunque hay numerosos controles militares, pudimos realizar nuestro trabajo sin problemas. La gente es amable y, en general, trabajar en Irak ha sido una experiencia muy positiva”, comentaba la investigadora.

El año pasado, la expedición tuvo que ser pospuesta debido a una alerta de inseguridad vinculada al conflicto en Gaza. Sin embargo, las autoridades iraquíes han mostrado interés en apoyar la investigación y han animado al equipo a continuar con su trabajo en la región. A pesar de que las relaciones entre Irak e Irán en la guerra contra Israel no son las mejores, Teherán ha conseguido cultivar muy buenas relaciones con milicias chiitas iraquíes que ha puesto en jaque en los últimos meses de 2024 al estado entero y la narrativa que se ha tomado sobre su seguridad en diversos medios.

A pesar de ello, remarcando que se ha sentido segura y pudo trabajar con total tranquilidad, el verdadero reto de Egberts será conseguir la financiación necesaria para profundizar en el estudio de los cambios ambientales del Pleistoceno y su relación con la presencia humana en el desierto de Sham. “Queremos reconstruir la evolución del paisaje y comprender mejor los patrones de comportamiento de nuestros antepasados”, concluye.

Por ello, encontrar hachas de mano en el desierto iraquí no solo nos permiten conocer más sobre la historia de la humanidad, sino que integran la región de Oriente Medio en el gran rompecabezas de la evolución humana en la península arábiga. Con nuevas investigaciones en el horizonte, el desierto iraquí podría convertirse en una de las piezas clave para entender los primeros pasos del ser humano en la Tierra.