Hansi Flick se puso las manos en la cabeza
Hansi Flick ha descubierto Barcelona y está encantado. Vive a una manzana de Xavi Hernández y, casi a diario, se ve al alemán pasear por el barrio, por debajo de la parte alta de la Via Augusta. Anda con la compra del Veritas, mira un jersey en el escaparate de una tienda junto al Turó Park y, aunque no juega a golf, entra a ‘De Pique’ a comprar un paraguas. Pocos transeúntes le reconocen, casi nadie le saluda y él anda tranquilo, fiel a su talante. Tampoco en el banquillo pierde los nervios. Manda en la banda con poca oscilación emocional. No se inmuta ni ante el aluvión de errores arbitrales. Y, el día que hace un mínimo gesto de disgusto, aprovechan para expulsarse, no puede dirigir al equipo ante el Leganés y el Atlético y, sin él como faro, el Barça se desmorona.