El escándalo arbitral empezó con Del Cerro Grande en Anoeta
Ayer Laporta hizo de Laporta. Defendió al Barça, arrimó el ascua a su sardina y estuvo listo para desviar la atención. Declaraba como imputado por una estafa de 4,7 millones y, ante la prensa, al salir del juzgado se quejó por el penalti no señalado sobre Koundé. “El arbitraje de Getafe es una vergüenza; un escándalo”. Ya no se habla de nada más. Y Laporta tiene razón. Que González Fuertes no pitase ese agarrón, pase, pero que Hernández Maeso, desde el VAR, se inhibiese no tiene ni pies ni cabeza. La realidad es que esta cadena de errores que han hundido el Barça en la peor racha liguera desde tiempos de Cruyff, Neeskens y Michels, empezó en el Reale Arena. Todavía hoy es incomprensible que Del Cerro Grande, desde la sala VOR, anulase el gol legal de Lewandowski que significaba el 0-1. Ni en el Comité Técnico de Árbitros entienden todavía esa línea mal tirada, que hizo pasar la bota del polaco por un pie que no era suyo. Allí empezó la mala racha de los ocho partidos con una sola victoria. Por deméritos propios y por una concatenación de errores en ambas áreas, pero también por clamorosos fallos arbitrales. Ante Las Palmas, en los últimos minutos, el pisotón en el talón a Cubarsí -al que rompieron el calcetín- era un penalti claro que Cordero Vega no quiso señalar. Tampoco el claro agarrón sobre Pau Víctor. Dos penaltis no señalados. En cambio, el VAR sí señaló el justito penalti en contra en el campo del Betis. Quizá no es casual que, con Pizarro en el VAR, siempre hay penalti en contra. En cambio, ante el Leganés, el VAR interpretó que el claro empujón de Cissé sobre Raphinha tampoco no era penalti. Como no se señaló el agarrón a Koundé en Getafe. Tanto fallo, no es casualidad. Huele a campaña.