Al Golani "convence" a Albares: España apoyará el fin de las sanciones a Siria
La última vez que un ministro de Asuntos Exteriores español pisó Damasco fue el 15 de marzo de 2011. A las puertas de la Mezquita de los Omeyas, Trinidad Jiménez y el grupo de medios que la acompañaba, entre los que se encontraba esta periodista, fueron testigos de la primera manifestación contra el entonces presidente, Bachar al Asad. La Primavera Árabe acababa de llegar a Siria, una protesta civil que contagió al mundo musulmán y que aquí abrió la espita de una guerra que ha durado trece años y ha acabado con la vida de medio millón de personas.
Hoy ha sido José Manuel Albares, actual jefe de la Diplomacia, quien ha vuelto a la capital siria en lo que parece ser el comienzo de otra era. Y lo ha hecho para entrevistarse con el nuevo hombre fuerte del país y hacedor de la caída definitiva del sátrapa alauí, Ahmed al Shara. Después de su encuentro de una hora en el Palacio del Pueblo, antiguo pabellón oficial de Asad, Albares ha asegurado que los primero pasos del presidente de facto van en la buena dirección y “España apoyará en la reunión de Bruselas del 27 de enero el levantamiento progresivo de sanciones”. Al ministro le han convencido las intenciones del islamista de caminar hacia una Siria “inclusiva” y basada en el respeto a las minorías religiosas y las mujeres.
España ha comprometido 11,1 millones de euros para apoyar la transición: 6 para ayuda humanitaria, 1,6 destinados a alimentos, 3 para la vuelta de los refugiados y medio millón para la “rendición de cuentas”. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, al menos un centenar de personas ya han sido ajusticiadas en el país por esta Administración de facto que apenas lleva cinco semanas en el poder. Nadie sabe a ciencia cierta cuál será su agenda en temas como las mujeres o las minorías religiosas, aunque varios países de la UE, entre los que se encuentra España, están a favor de ir levantando las sanciones (sobre todo financieras y energéticas) para facilitar la transición. Casos de Estados fallidos como Libia o Irak tras la caída de sus dictadores disuaden a la comunidad internacional de tomar otros caminos que imposibiliten cualquier recuperación.
El aspecto del centro de Damasco hace dudar de que haya tenido lugar aquí una lucha fratricida tan sanguinaria, pero a solo 15 kilómetros el paisaje es desolador. Los suburbios tienen barrios completos con todos sus edificios literalmente en el suelo. Machacados. Solo han pasado cinco semanas de la caída de Asad y el estado de ánimo de los damascenos fluctúa entre el alivio por el final del dictador y la cautela ante lo que traigan los islamistas. De momento, las mujeres mantienen una vida similar; algunas llevan el pelo suelto y otras se cubren con el pañuelo. Lo mismo que ocurría antes. Sin embargo, la procesión va por dentro. A la puerta de la embajada de España, Nasrin, trabajadora de la ONU, asegura sentirse “feliz y preocupada” a la vez. “Ya no me atrevo a salir sola por la noche a tomar algo por si alguien me para y me pregunta a dónde voy con quién”, explica a este periódico.
El pasado ocho de diciembre, casi a hurtadillas, un grupo de milicias islamistas comandadas por Al Shara se hizo con el control total del país. Él es el presidente de facto y el líder de la plataforma salafista Hayat Tahrir al Sham (HTS), considerada aún grupo terrorista por la UE y EE UU. En los últimos años ha experimentado una metamorfosis espectacular que empezó por su nombre. Conocido durante años por su apodo de guerra, “Abu Mohamed al Golani” (en referencia a los Altos del Golán sirios, de donde huyó su familia tras la ocupación israelí), ahora se presenta como un hombre de Estado llamado Ahmed Al Shara. Del atuendo yihadista cuando formaba parte de Al Qaida en Irak al uniforme de miliciano en la guerra contra Asad, islamista ha ido perdiendo longitud de barba y ganando ropa homologable al estilo occidental, corbata incluida, aunque no se le vea muy cómodo con traje.
La travesía ideológica de este hombre nacido en Riad (Arabia Saudí) hace 43 años despierta recelos pero también una moderada esperanza sobre el futuro sirio. Él mismo se ha declarado contrario al ataque a civiles extranjeros y ha reconocido su propia transformación. "A lo largo de su vida, una persona atraviesa diferentes fases. Alguien con 20 años tiene una personalidad diferente a sus 30 o 40″, aseguró en una entrevista reciente a CNN. Sin embargo, muchos no olvidan su papel de líder del frente terrorista Al Nusra, ex satélite del Estado Islámico (EI) y responsable, entre otros atentados, del secuestro del enviado especial de LA RAZÓN, Ángel Sastre, que permaneció cautivo 299 días en 2015 en Siria.
Por el momento, Al Shara ha dicho que en cuatro años se celebrarán elecciones y en tres habrá una nueva Constitución. Los retos que tiene por delante son ingentes. El primero pasa por aglutinar en torno a su liderazgo a los cerca de 40.000 milicianos que integran la heterogénea HTS. De momento se ha quitado de en medio a 15.000 luchadores internacionales de nacionalidades variopintas (chechenos, pakistaníes) que presentaban un enorme peligro potencial. Sobre todo en un país sin ley, ni Ejército, ni Policía.
Albares es el cuarto ministro de Exteriores en visitar a Al Shara después de Alemania, Francia e Italia. Como ellos, también ha visitado la cárcel de Sednaya, bautizada como el “matadero humano” por Amnistía Internacional y donde se ajusticiaba a los disidentes durante los 50 años de dictadura del clan de los Asad. Antes de acudir a la prisión el ministro ha presidido la izada de bandera en la Embajada española que se arrió en 2012 con la salida del anterior jede de la legación, Julio Albi. Por el momento Exteriores ha nombrado a un enviado especial para Siria, Antonio González-Zavala, aunque no se descarta nombrar a un nuevo embajador si continúan los pasos en la buena dirección.