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Chaves terminó cofaleado

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La imprudencia es un ungüento muy traicionero, porque quien lo aplica corre el riesgo de recibir una frotadita de su propio mejunje, como le ocurrió al presidente Rodrigo Chaves.

En su cada vez más decadente discurso de los miércoles, el mandatario incurrió en un nuevo exceso al burlarse de uno de sus blancos preferidos: Rodrigo Arias Sánchez.

No es la primera vez que Chaves arremete contra el presidente legislativo, como parte de su estrategia para desacreditar a quienes considera una amenaza para sus sueños autocráticos.

Sin embargo, la semana pasada, el gobernante llevó el tono de sus diatribas a un nivel desmesurado al manifestar que Arias se encuentra en el ocaso de su vida.

“¿Cuánto habrá que esperarse para quitarle el olor a Cofal a la oficina del presidente del Congreso?”, preguntó, con una sonrisa socarrona, al consultársele si planeaba postularse a diputado.

Semejante comentario causa repudio y rechazo, no solo porque constituye una afrenta a la investidura del aludido, sino también porque pisotea la dignidad de las personas de la tercera edad.

Esas no son maneras costarricenses. Son discursos copiados de otros países donde sus gobernantes acostumbran abrirse campo a punta de coscorrones y empujones.

Ridiculizar a alguien por su edad sin duda persigue un efecto descalificador, porque lanza una bomba de dudas sobre sus capacidades y destrezas.

¡Qué gran error! Peinar canas o tener entradas en la cabellera no es sinónimo de obsolescencia y caducidad, pero ser joven y vigoroso tampoco es garantía de brillantez ni de idoneidad.

Bien ganadas tiene el presidente las críticas que han lanzado diputados, geriatras, adultos mayores y ciudadanos por este torpe comentario.

En vez de cosechar el aplauso popular, el presidente terminó cofaleado, friccionado, restregado y cepillado por una corriente generalizada de indignación.

Posiblemente, esta vez tampoco prestará atención a las voces que lo llaman con insistencia a la compostura y el recato en virtud del cargo que ostenta.

No obstante, continuar con los ataques a mansalva irremediablemente provocará su propio descrédito. Y cuidado, podría ser que ni el Cofal ni el alcanfor le alivien los dolores y las chichotas.

rmatute@nacion.com