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Editorial: El periodismo necesario

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En 1947, una comisión establecida para estudiar la libertad de prensa en Estados Unidos publicó un informe que gravita hasta nuestros días sobre los debates en esa materia. El informe de la Comisión Hutchins, como se le conoce en homenaje al entonces presidente de la Universidad de Chicago Robert Maynard Hutchins, contiene una recomendación que, con el tiempo, ganó adeptos en el periodismo. Según el informe, la labor del periodismo no puede limitarse a relatar los hechos, porque el compromiso de los periodistas es decir la verdad sobre los hechos o, podríamos decir, la verdad detrás de los hechos.

La era del macarthismo, la guerra de Vietnam y el escándalo Watergate demostraron a los periodistas estadounidenses la razón de la Comisión Hutchins. Los informadores habían sido cómplices involuntarios del senador McCarthy, cuyas falsas acusaciones de infiltración comunista desataron una ola de terror que destruyó vidas y marcó época. McCarthy sabía que la ingenua idea de objetividad imperante entre los periodistas de aquel momento los obligaría a diseminar sus delirantes acusaciones en grandes titulares aunque luego, en la página editorial, los medios intentaran desnudar las falacias.

David Halberstam, periodista distinguido en Vietnam por informar la verdad detrás de los hechos, relata la historia de un colega que, en la época del macarthismo, asistía a las conferencias de prensa del senador para luego regresar a la redacción y escribir, con furia, toda suerte de improperios sobre las obvias y destructivas mentiras que acababa de escuchar. Apaciguada la frustración y resignado a ser fiel a aquel modelo de periodismo que le impedía decir la verdad sobre los hechos, rompía la página, ponía una nueva hoja de papel en la máquina y comenzaba a escribir una entrada conforme con los cánones de la época: “El senador Joseph McCarthy dijo ayer, en una conferencia de prensa celebrada en el Capitolio…”.

La carrera de McCarthy llegó a su fin cuando un par de periodistas, Edward Murrow y Fred Friendly, tuvieron el valor de apartarse de aquellos cánones para informar la verdad sobre los hechos. Rehusaron limitarse a repetir los infundios populistas del senador y los sometieron a examen. Así desnudaron las mentiras, sus consecuencias para las víctimas y los espurios propósitos del temible demagogo.

Un ejemplo de libro de texto es el informe de la comisión presidencial de alto nivel integrada en Estados Unidos, en la década de los sesenta, para saber si el fumado causa cáncer. Los prominentes científicos, entre ellos varios premios nobel, concluyeron que sí. Inmediatamente, las empresas tabacaleras emprendieron una ofensiva para poner en duda el informe. Los periodistas, interesados en los hechos y no en las verdades detrás de ellos, presentaron las dos versiones como equivalentes. Tanto pesaba el relacionista público de la industria cuestionada como el equipo entero de encumbrados científicos, sin interés personal en el resultado de la polémica. Sesenta años y millones de muertos más tarde, sabemos la verdad detrás de aquellos hechos, pero el periodismo de entonces, esclavo de la ingenua ideología imperante, no supo esclarecerla.

Ese es hoy el objetivo del buen periodismo y también su problema central, porque la verdad es escurridiza y a menudo se nos presenta borrosa o incompleta. Por eso, ni la misma ciencia se atreve a postular verdades absolutas y sus hallazgos están en perenne espera de la prueba en contrario. Así como en la ciencia toda verdad es provisional, para la democracia toda verdad es discutible. Como la ciencia, la democracia apuesta al debate abierto para avanzar, y los medios de comunicación son el foro más importante de ese debate.

Pero es mucho más fácil y seguro relatar los hechos y lavarse las manos, con la coartada de dejar al lector decidir por su cuenta y la arrogante pretensión de explicarle diversos puntos de vista sin privilegiar ninguno. El lector no necesita nuestro permiso para tomar decisiones, y en un mundo de superabundancia informativa, es absurdo pensar que lo hará a partir de una sola fuente. Sin embargo, merece de cada una de ellas el esfuerzo honrado, y la valentía, para proponerle una aproximación a la verdad detrás de los hechos.

La Nación tiene una larga trayectoria en procura de ese objetivo, convencida de que ese es el periodismo necesario, sobre todo en nuestros tiempos, cuando al reto de aproximarnos a la verdad se añade la imperiosa necesidad de defenderla de la posverdad y sus potentes mecanismos de difusión.

Editorial: Medios alternativos y periodismo