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El día en que Carlos Gardel casi tumba el Templo de la Música en Costa Rica

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Hace 50 años, Costa Rica vio nacer, desarrollarse y fallecer en cuestión de días un episodio de la historia nacional que el escritor José Marín Cañas no tembló en calificar como “la burrada del siglo”. Era el año 1975 y una iniciativa en la Municipalidad de San José pretendió demoler el Templo de la Música, icónico quiosco del Parque Morazán, para reemplazarlo por una glorieta que llevara el nombre de Argentina, donde se luciría un busto en homenaje al célebre cantante Carlos Gardel.

¿Qué, qué? Así como lo leen. Cuarenta años después de su muerte, el Morocho del Abasto o el Zorzal argentino amenazó la edificación neoclásica, de origen jónico, diseñada y construida por el arquitecto José Francisco Chisco Salazar en solo 22 días e inaugurada en diciembre de 1920 para convertirse en uno de los símbolos de la capital.

Cosas veredes de nuestro país. Como es de suponerse, un proyecto de tal envergadura se hizo acompañar de una polémica muy encendida que dio al traste con la idea de marras. En medio hubo dimes y diretes, acusaciones, héroes y villanos y un final feliz con un rastro de amargura. Vamos con la historia completa.

Templo de la Música, símbolo de San José nacido en 1920

En 1975, el Templo de la Música ya era un habitante de 55 años de la capital. La Comisión de Festejos de San José, con el aval del Concejo Municipal, le encargó a Chisco Salazar la obra en noviembre de 1920, según ha explicado el arquitecto e investigador Andrés Fernández en su crónica acerca del conocido templete josefino.

La edificación llegó a la ciudad a sustituir el quiosco modernista o art nouveau, levantado en la glorieta entre la avenida 3 y la calle 7 de San José temporalmente en 1910, que fue demolido en abril de 1920 debido a su estado ruinoso y peligroso para los transeúntes.

Para levantar el Templo de la Música, hubo que correr contra el tiempo. “La única condición era que el trabajo debía estar terminado el 24 de diciembre en la noche, para lo cual faltaba poco más de un mes”, agregó Fernández en su texto.

Sin ganarse ni un cinco por esta labor y con cuadrillas de trabajadores laborando día y noche, Salazar cumplió la misión, tanto así que el 25 de diciembre se coronó allí a la Reina de los Festejos Cívicos y el 26 se inauguró oficialmente la obra.

Inspirado en el Templo del Amor y de la Música de Versalles (Francia), el edificio, con una sólida estructura de cemento armado, forma circular y con columnatas que sostienen el techo, fue epicentro de retretas y espectáculos musicales, tal cual funcionaba su antecesor, así como podio para políticos y escenario de grandes acontecimientos nacionales, ya que sirvió para que algunos presidentes de la República tomaran posesión.

¿Demoler el quiosco del Morazán en nombre del progreso?

Con toda esa historia y relevancia a cuestas, el quiosco parecía imprescindible para la capital, hasta que llegó al municipio josefino una ocurrencia vestida de modernidad y progreso.

El 17 de febrero de 1975, tres regidores (Rosa María Carvajal Montes de Oca, Flora Angulo Obando y Fernando Umaña Volio) propusieron una moción en la sesión municipal para demoler el Templo de la Música, agilizar el tránsito, ampliar la avenida tercera y construir una glorieta con el nombre de República de Argentina, donde se colocase el busto de Carlos Gardel, detalló la prensa de la época.

El bronce de la estatua había sido ofrecido por el Intendente Municipal de la Ciudad de Buenos Aires (Argentina), a causa de la activa fanaticada de Gardel en Costa Rica y sus constantes homenajes al cantor, así como por la amistad y buena voluntad entre nuestros pueblos. Su ubicación inicial iba a ser el parque Braulio Carrillo, conocido popularmente como el parque de la Merced; sin embargo, luego surgiría el Morazán como opción.

La regidora Carvajal Montes de Oca, quien aseguró ser “ferviente seguidora” de Gardel, le afirmó a La República que daría la batalla por la ampliación de las calles y le dijo literalmente al diario: “La verdad es que el Templo de la Música ya cumplió. La modernización y la civilización se imponen”.

Los impulsores de la moción con este proyecto pedían recursos para la obra y que fuese prioritaria.

Al informar del tema unos días después, La Nación detalló que el presidente municipal le dio trámite a la moción y envió el anteproyecto a la Comisión de Obras Públicas y Urbanismo para su estudio y posterior dictamen.

La llama estaba encendida y el polvorín no se hizo esperar. La opinión pública estalló en opiniones acerca de la propuesta. Fue entonces cuando el escritor José Marín Cañas habló en Excélsior de que la demolición era “la burrada del siglo” e insistió en calificar como “estupidez” no solo iniciativa de desaparecer el quiosco del Morazán, sino también de colocar la estatua de Gardel.

Por su parte, el profesor Ricardo Blanco Segura escribió un texto en La Nación en que recordaba que progresar no es demoler. “Se dice que es incómodo. Naturalmente, para los ticos o, más bien, para ciertos ticos, la comodidad está primero. Todo lo que lleve dentro de sí un valor sentimental, el eco de un pasado, un simbolismo estético, está de más. Tenemos que ser “modernos”... Y modernizar es destruir, acabar con todo lo que nos legaron nuestros antepasados”, publicó implacable.

La escritora y diplomática Carmen Naranjo, entonces ministra de Cultura, se opuso férreamente a la ocurrencia y tomó cartas en el asunto. El 22 de febrero le aseguró a este diario que el Templo de la Música no sería demolido porque lo declararían como monumento nacional, por medio de un decreto ejecutivo que redactaron, el cual impediría cualquier acción en su contra. “Existen en San José numerosos lugares donde podría ubicarse un busto de Carlos Gardel”, comentó y reiteró que no era necesario destruir “una estructura simbólica” para ello.

El entierro de la iniciativa para destruir el Templo de la Música

Frente a unos pocos comentarios favorables, otros regidores, exgobernadores, sacerdotes y otras figuras se unieron al coro que manifestaba su disconformidad con el proyecto. En cuestión de días, la peregrina idea fue enterrada sin posibilidad alguna.

A los regidores no les quedó más que respetar el criterio de Cultura. En marzo de 1975 cualquier duda quedó despejada cuando se publicó en La Gaceta N.° 49, del día 12, la declaratoria del Templo de la Música como monumento histórico, se especificó que se prohibía la demolición total o parcial del inmueble y la obligación de la Municipalidad de San José de encargarse de su mantenimiento, conservación e iluminación.

La donación argentina parecía quedar en el olvido y toda la polémica suscitada fue un amargo golpe a la iniciativa; sin embargo, se logró recuperar: el busto de Gardel sí llegó a San José y se colocó para conmemorar el 40 aniversario de su muerte en junio de 1975. Actualmente, la escultura, creada por Nilda Toledo Guma, se encuentra en el Paseo República de Argentina, que es la calle que se encuentra entre el Instituto Nacional de Seguros y la Cancillería en San José, luego de estar por años en la plazoleta frente a la Iglesia de la Soledad.

Aunque tal vez ya no despierta las pasiones como lo hacía hace medio siglo, pero conservando su estatus como uno de los grandes de la música en América Latina, Gardel tiene un espacio privilegiado en la capital costarricense y lejano quedó el día en que casi tumba el querido e histórico Templo de la Música. Sirva la presente para no olvidar la mentada “burrada”.