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Starmer acerca posturas con China pese a la preocupación en Westminster

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El gobierno de Keir Starmer se ha marcado como principal objetivo impulsar el lento crecimiento económico del Reino Unido. Pero para ello ha realizado un arriesgado órdago: estrechar relaciones con China en un momento particularmente convulso en el tablero internacional.

La responsable del Tesoro, Rachel Reeves, inició ayer en Pekín un viaje oficial diseñado, ante todo, para atraer inversiones y recalcar que es imposible afrontar los desafíos globales, como el cambio climático, sin la cooperación del gigante asiático.

Sin embargo, la visita ha generado gran polémica en Westminster con fuertes críticas por parte de aquellos que advierten sobre los problemas que esto general para la seguridad nacional del Reino Unido y temen además las tensiones que implicará con la nueva administración de Donald Trump, quien se ha comprometido a imponer un arancel general de al menos un 10% a todas las importaciones y de hasta el 60% para los productos de China. En caso de guerra comercial, el Reino Unido se enfrentaría, según advertía The Times, a un golpe económico mayor que el del Brexit.

Desde luego que el viaje de Rachel no puede llegar en peor momento. Hace tan sólo unas semanas las autoridades británicas expulsaron del país un supuesto espía chino convertido en confidente del príncipe Andrés, hermano del rey Carlos III. Y también se acusó a ciberespías chinos de entrar en los ordenadores del personal del Tesoro de Estados Unidos, el último de un frenesí de piratería informática que en los últimos meses ha incluido a la Comisión Electoral del Reino Unido y a un contratista de nóminas del Ministerio de Defensa.

También se produce en medio de una creciente evidencia de la floreciente alianza antioccidental de China con Rusia, cuya agresión en Ucrania no sería sostenible sin el apoyo económico de Pekín.

La ministra del Tesoro británica es consciente de los retos. Estando en la oposición en 2023 ella misma sentenció que “una China en ascenso está desequilibrando el viejo orden global de un mundo unipolar... Un sistema globalizado puede ser manipulado por países como China que han socavado e ignorado las reglas del comercio internacional y han hecho imposible que el nuestro pueda competir”.

Con todo, Reeves quiere mejorar a toda costa el panorama actual económico del Reino Unido, donde la libra cayó esta semana a su nivel más bajo desde noviembre de 2023, después de las sólidas cifras de empleo en Estados Unidos. Si bien es cierto que el presidente electo Donald Trump es sumamente crítico con China, la empresa Tesla de su gran asesor Elon Musk, el hombre más rico del mundo, depende en gran medida de Pekín. Por lo que habrá que esperar cómo se desarrolla también este asunto en la Casa Blanca.

La auditoría en la que trabajan los ministerios para establecer la política del nuevo gobierno laborista hacia el gigante asiático está prevista publicarse en primavera. De momento, Downing Street asegura que “desafiará” a China en materia de abusos de los derechos humanos y su apoyo a Rusia en Ucrania; “competirá” en materia de comercio; y “cooperará” en intereses compartidos, como la salud global y el cambio climático. Se trata de un lenguaje similar al utilizado por otras potencias occidentales.

Pero está claro que la reunión mantenida en noviembre entre Starmer y Xi Jinping marcó el inicio de una nueva etapa, ya que fue el primer mandatario británico en protagonizar un cara a cara con el presidente chino en más de seis años. La cita tuvo lugar en Río de Janeiro, donde ambos mandatarios participaron en la cumbre del G20, con el objetivo de descongelar las gélidas relaciones bilaterales de los últimos años.

La posición del Reino Unido respecto al gigante asiático sufrió una gran transformación durante los últimos catorce años con los tories en el poder. David Cameron estrechó vínculos iniciando una “era dorada”. Theresa May viajó hasta Pekín para tomar el té. Con el Brexit, Boris Johnson también quiso estrechar lazos, pero tan solo seis meses después de abrir las puertas a Huawei, prohibió cualquier acceso de la compañía a la red 5G del Reino Unido, cediendo así a las presiones de Washington y parte de sus filas. La fugaz Liz Truss endureció aún más la postura, pero Rishi Sunak apostó por un “pragmatismo robusto”.