Padre Huidobro: camino a los altares
Proveniente del latín y que corresponde a padre o sacerdote, la figura del páter en el Ejército Español pertenece al capellán católico que les asiste religiosamente en situaciones de riesgo y fatiga, además de administrar sacramentos en ocasiones extremas. El páter, de hecho, ya aparece en tiempos de los Tercios de Flandes cuando los propios soldados eran los que le contrataban para que, con cruz y estola como aliado espiritual del guerrero, sus oraciones acompañaran las decididas acciones de aquellos valientes infantes.
Sería el jesuita Thomas Sailly (1553-1623), asesor y confesor de Alejandro Farnesio, el fundador de la misio castrensis acaparando la atención espiritual de aquellos combativos Tercios. Su labor ha llegado a nuestros días y las unidades militares cuentan entre sus filas con personal encargado de la asistencia religiosa de hombres y mujeres que, en su devenir diario, se ven acompañados en todo tipo de actos dentro y fuera de nuestras fronteras como las que acontecen en misiones internacionales en zonas de operaciones.
En 2013 el presidente estadounidense Barack Obama concedía a título póstumo la Medalla de Honor del Congreso a Emil Kapaun (1916-1951), capellán y capitán del Ejército de los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y Guerra de Corea, por su valor y méritos en esta última contienda bélica en la que fallecería tras ser apresado. Conocido como “el capellán de los soldados”, fue uno de los doce capellanes caídos en Corea, lo que le llevaría a ser declarado siervo de Dios por Juan Pablo II en 1993. “Nunca disparó un arma de fuego, pero tenía el arma más poderosa de todas: el amor a sus hermanos, tan poderoso que estaba dispuesto a morir para que ellos pudieran vivir”, dijo de él Obama en el acto de entrega de la condecoración.
Fernando Huidobro Polanco
El 10 de marzo de 1903 nacía en Santander Fernando Huidobro Polanco, sexto de los nueve hijos que tuvo el matrimonio formado por José Huidobro y María Polanco. En su adolescencia, nuestro protagonista fue criado y educado en Melilla, donde se trasladó toda la familia por motivos laborales de su padre (ingeniero de caminos, canales y puertos) al que se le había encargado la construcción del nuevo puerto de la ciudad autónoma en la primera década del pasado siglo XX. Ya en 1919 el joven Fernando se incorporaría a la Compañía de Jesús en el noviciado de Granada. En años sucesivos cultivaría su formación religiosa, filosófica y jurídica en diferentes centros de estudios en el extranjero como consecuencia de la expulsión de los jesuitas de España. Así, llegaría a Bélgica en 1932 y, posteriormente, a Holanda en 1933 donde se ordenaría sacerdote. Poco después, continuaría sus estudios en Friburgo (Alemania) donde llegaría a ser alumno del preponderante filósofo Martin Heidegger, cuya figura guiaría los pasos de su tesis doctoral.
Tras iniciarse la Guerra Civil en España y residiendo aún en el corazón de Europa, a finales de julio de 1936, decide regresar a la Patria que le había visto nacer y, sin exigencias de destino, llega a Talavera de la Reina a principios de septiembre de 1936 para convertirse en el capellán de la gloriosa IV Bandera “Cristo de Lepanto”. Ya en combate, en noviembre de 1936 es alcanzado por fuego enemigo y herido gravemente en la pierna en el frente establecido en la Casa de Campo de Madrid. Tras una corta convalecencia hospitalaria, el páter regresa con su unidad a los frentes del Jarama, Ciudad Universitaria y Hospital Clínico, donde no deja de auxiliar y encomendar a sus legionarios en una concatenación de acontecimientos que, sin duda, no sólo iban a ampliar las gestas de aquellos hombres, sino también la exhibición de sus virtudes heroicas ante propios y extraños.
Huidobro también acudió al rescate de soldados republicanos heridos que necesitaban de su atención suponiendo un aliciente más para acrecentar su notoriedad entre aquellos hombres bravos de sus filas. Ejemplo y referente en el centro de tan feroz contienda, el páter Huidobro se mostró como canalizador a la hora de humanizar los enfrentamientos de tan cruel y fratricida conflicto. Algunos autores apuntan a que llegó a escribirle a Francisco Franco para transmitirle su preocupación por una serie de hechos no sin antes redactar una serie de misivas en las que, bajo el título "Sobre la aplicación de la pena de muerte en las actuales circunstancias. Normas de conciencia", dio muestras de su acometividad y valentía en el terreno jurídico.
El capellán de la IV Bandera seguía siendo un personaje icónico entre los suyos a la vez que convencía y arrastraba a la tropa: ¡Este cura es un valiente!, ¡Es un santo!, decían aquellos legionarios que lo vieron con mono azul y crucifijo como relata el general Dávila en sus publicaciones. Admirado hasta la fecha y exponente de la humanización en una barbarie, héroe legionario y referente para los que se acercan a su historia, su gesta, la de sembrar razón en la sinrazón de la guerra, se sigue estudiando y reconociendo.
Fernando Huidobro, tras celebrar una Misa de campaña en la Casa de Campo, moriría en el frente de Madrid el 11 de abril de 1937; concretamente, en la Cuesta de las Perdices, actual carretera de La Coruña, a las órdenes del capitán Iniesta. Huidobro sería enterrado en un pequeño cementerio de Boadilla del Monte. Posteriormente, el 6 de noviembre de 1943, sus restos fueron trasladados al cementerio de la Compañía de Jesús en Aranjuez para, finalmente, reposar desde 1958 en la Parroquia de San Francisco de Borja en Madrid. En 1947 se abrió su causa de beatificación en Roma y, después de un parón de varias décadas en ese camino hacia la santidad, la Providencia ha querido que el eco de sus valores y virtudes resuene con mayor fuerza en los últimos tiempos.
El padre Pascual Cebollada S. J, postulador general de la Compañía de Jesús en Roma, asegura que, tras haber leído los relatos de los testigos, el capellán castrense falleció instantáneamente después de recibir el impacto de un proyectil enemigo que le destrozaría el cráneo mientras atendía a uno de los heridos en el puesto de socorro que se había convertido en su particular Gólgota. Días antes y ante la evolución del enfrentamiento, el propio Huidobro había hecho constar por carta a su hermano sacerdote la intuición del destino que le aguardaba: “Está la necesidad de morir para dar fruto”. Tras recibir la fatal noticia, el comandante de la IV Bandera exclamó: ¡Acaba de perder la Legión a un verdadero padre; la religión, un santo y España, un héroe!
El pasado 19 de julio de 2024 sus restos mortales eran reubicados en la Iglesia de San Francisco de Borja junto a los del santo jesuita D. José María Rubio. Este nuevo emplazamiento permitirá un mayor número de visitas de fieles y devotos. El acto de inhumación fue presidido por D. José Cobo, cardenal arzobispo de Madrid. Entre las autoridades religiosas y militares que acompañaron la celebración estuvieron presentes el arzobispo castrense, D. Juan Antonio Aznárez, y D. Juan Antonio Martínez Camino, obispo auxiliar de la capital. También, D. José Agustín Carreras Postigo, general jefe de la Brigada de la Legión y el teniente general Antonio Jesús Cabrerizo Calatrava, general jefe del mando de personal del Ejército de Tierra. La solemne y sencilla ceremonia estuvo acompañada por un piquete de honores procedentes de la IV Bandera con sede en el II Tercio Duque de Alba de Ceuta que, a su vez, se encargaría de portar la urna hasta el nuevo mausoleo en el claustro del templo.
La razón principal que sostiene la causa de su beatificación, de la que hoy 8 de enero de 2025 se cumplen cuatro años de su inicio por parte del Arzobispado Castrense y la Compañía de Jesús, está relacionada con sus continuas muestras de santidad y la práctica de virtudes heroicas en vida. La historia del páter Huidobro habla de reconciliación en un complicado mundo actual no exento de fracción y polarización. Y bien es conocedor de ello D. Emilio Domínguez Díaz en “Padre Huidobro, héroe de almas legionarias”, un reciente libro biográfico sobre el capellán de la concordia que está divulgando por toda España o, también, la novela de Pedro Miguel Lamet S. J. titulada “Las trincheras de Dios”.
El Arzobispado Castrense de España, coincidiendo con el centenario de la Legión Española en 2020, impulsaba la causa que permanecía detenida desde 1947 para, si cabe, dotarla de mayores razones e intensidad divulgativa en el mundo legionario a la espera de recibir noticias de Roma. Para la Legión Española, su páter es santo desde aquel funesto 11 de abril de 1937.
Una gran piedra de granito le testimonia en el kilómetro 8 de la carretera de La Coruña, lugar en el que entregó su vida para alcanzar la eternidad. En sus días no recibió ni distinción ni reconocimiento por su entrega como sí había ocurrido con Kapaun. Abanderado de Jesucristo, príncipe de la paz, con vocación de servicio y heroicidad, los dos capellanes se dan la mano en una ejemplar muestra de dedicación y alicientes que han de llevar a Fernando Huidobro Polanco, páter legionario y jesuita, al justo y recto camino de los altares de la cristiandad en espera de la más alta condecoración: su santidad.