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Illa, entre la Cataluña al 'baño maría' y la realidad

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Abc.es 
En términos culinarios, Cataluña ha pasado de la parrilla del 'procés' al baño maría del gobierno de Salvador Illa . Formas suaves, ninguna estridencia y beatífica templanza tras años de estrés, en lo político y en lo social. Se ha recuperado la normalidad institucional –lo que se traduce por ejemplo en la asistencia de representantes de la Generalitat, ayer, a la celebración de la Pascua Militar en Barcelona– y los desplantes institucionales que caracterizaron los años del 'procés' van quedando atrás. Otro tanto sucede con los elementos visuales que dominaron el paisaje en esos años, empezando por la cada vez más testimonial presencia de 'estelades' en los balcones... un remedo de aquellas «banderas rotas» que cantaba Labordeta. Como lo definía a este diario un gran empresario barcelonés, «el aburrimiento ha regresado a Cataluña», todo un avance tras la década negra procesista. En el seno del Govern socialista hay cierta tranquilidad tras unos primeros cinco meses de singladura en los que todo el ruido ha estado centrado en Madrid, y la oposición en el Parlament , despistada en sus cuitas internas, ha brillado por su ausencia. Sin querer caer en cierto triunfalismo, dentro del Govern casi se celebraba como una victoria que el gran asunto al que se agarró el independentismo para arañar a Illa en el último tramo del año fuesen las quejas por la incorporación de la Guardia Civil y la Policía Nacional al 112. El mensaje que sale de Palau es que si esta es la principal bandera de la oposición, al igual por ejemplo que las quejas por la presencia de Illa en el desfile del 12 de octubre en Madrid, no solo no se desgasta al Ejecutivo sino que se refuerza su mensaje de 'normalización'. No obstante, la recuperación de las formas y del sentido institucional casi han sido lo más fácil –bastaba con comportarse–, el mismo viento a favor que ayudó a Jaume Collboni en el arranque del mandato tras los años de Ada Colau. Únicamente por contraste con lo que había, se destaca en medios empresariales , el cambio es evidente. Pero de lo que se trata ahora, añaden, es de gobernar, sacar adelante proyectos, dejar atrás la parálisis, revertir el retroceso acumulado en una Cataluña con graves déficits y retos por delante, por ejemplo en Cercanías, seguridad, vivienda o educación. El problema para el Ejecutivo de Illa es que para esa tarea debe contar necesariamente con el concurso de los Comunes y de Esquerra Republicana, los mismos grupos que, ante la debilidad parlamentaria del PSC, permitieron la investidura de Illa y condicionan ahora su acción de gobierno. «Recuperar las formas y contar con un Govern que no nos avergüence era imprescindible, pero no suficiente. Cataluña lleva muchos años despistada, y necesitamos una Generalitat que gobierne», resumía otro empresario. Esas dificultades se hacen evidentes en el primer gran incumplimiento de Salvador Illa, que prometió contar contar unos Presupuestos para 2025 en tiempo y forma, esto es, tenerlos aprobados antes del 31 de diciembre. Las exigencias de los comunes y, sobre todo, la pausa en Esquerra Republicana a la espera de que resolviesen la renovación de su liderazgo, han impedido estrenar el año con nuevas cuentas, y de momento se sigue funcionando con presupuesto prorrogado. De alguna manera, y tal y como el propio Illa trasladó a unos 400 altos cargos de la Generalitat en un encuentro de trabajo antes de acabar el año, su ejecutivo es muy consciente de la situación de minoría con la que gobierna, algo no obstante que no debe impedir, advirtió, que se gobierne y se tomen decisiones. «Principio de realismo. Govern en minoría , que debe honrar los compromisos de investidura, pero un gobierno. Lo digo porque también a veces la gente cree que uno, cuando está gobernando a minoría, tiene que pedir permiso para ver a qué hora entra el despacho. No. El Govern gobernará», animó Illa a sus gestores. Queda claro que ningún consejero va a pedir permiso para entrar en su despacho, otra cosa es que una vez dentro pueda hacer lo que le plazca o cumplir con lo que eran promesas de calado en el programa electoral del PSC. Los ejemplos son numerosos, desde los ya citados Presupuestos para 2025 a la dificultosa reactivación de proyectos encallados por la indecisión, cuando no oposición directa, de la anterior Generalitat en manos de ERC. En cierta forma, Illa recorre el alambre: equilibrismo entre lo prometido y lo posible. En privado deslizaba en campaña que una de sus primeras medidas sería desbloquear la ampliación del Aeropuerto de El Prat, un proyecto al que ERC y comunes se oponen pero para el que hay un clamor favorable entre el empresariado. Otro tanto sucede con el macrocomplejo de ocio y casinos de Hard Rock en Tarragona , un proyecto que el PSC sigue apoyando al menos de puertas afuera pero que muy probablemente decaerá por su menor rentabilidad, una vez se retiren las exenciones fiscales al juego aprobadas precisamente para propiciarlo y que exigieron los socios del 'president'. Principio de realidad en toda la frente. La ruleta no gira. En el terreno de lo concreto, mucho por hacer: reforma para mejorar la eficiencia de la administración, políticas de vivienda, revertir las cifras de inseguridad o mejorar unas Cercanías pendientes de su traspaso a la Generalitat... Otras grandes promesas, como la imprescindible recuperación de la sexta hora en los colegios públicos, han quedado aparcadas en el fondo del cajón. Otra de las dificultades para el gobierno de Illa, o ventaja, según se mire, es que los asuntos nucleares de 2025 no dependen de su propia obra sino de la de Pedro Sánchez, o de lo que dicte el TC con respecto a la amnistía. En 2025, por ejemplo, deberían sentarse las bases de la « financiación singular » que, con el sí del Gobierno, sirvió para que ERC apoyase la investidura de Illa, del mismo modo que el TC despejará el futuro de Puigdemont. Asuntos sensibles, estos sí, que podrían alterar la Cataluña al baño maría de Salvador Illa. La Cataluña que circula por el carril central no quiere sobresaltos.