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Francia se pregunta por el espíritu Charlie Hebdo diez años después del atentado

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Los ramos de flores han vuelto a aparecer en el número 10 de la calle Nicolas-Appert de París, a pocos metros del boulevard Richard Lenoir, en el este de la capital. En la pared, una placa cubierta que no se puede ver y que espera al homenaje a las víctimas de mañana en presencia de Macron y la alcaldesa Anne Hidalgo. La redacción de Charlie ya no se encuentra aquí pero el lugar sigue marcado por el horror. «Lo recuerdo como si fuese ayer», nos cuenta Richard, vecino del barrio que se encontraba en su casa aquel 7 de enero de 2015 que marcó un antes y un después en la historia de Francia. Un atentado que fue muy significativo por todo lo que encerraba y al mismo tiempo, fue tan sólo fue el primero de una larga lista de ataques que sembraron el terror en Francia durante aquellos años de plomo del terrorismo yihadista cuya onda expansiva ha llegado hasta hoy. Diez años después, Francia se pregunta a sí misma qué queda del espíritu de Charlie Hebdo. Con motivo del aniversario, y entre múltiples homenajes, la revista satírica pretende dar respuesta a esa incógnita con un sondeo nacional que aparecerá mañana en su número especial diez años después en el que, además, publicará varias caricaturas de un concurso internacional que Charlie Hebdo lanzó hacia mediados de diciembre. El espíritu de reírse de todas las religiones y de la blasfemia como conquista social está vivo aún, pero sus enemigos no son menores que en 2015.

«Hay un debilitamiento claro del espíritu de Charlie debido al crecimiento de los movimientos identitarios extremos tanto de izquierda como de derecha», asegura para LA RAZON Pedro García, sociólogo de la Universidad de Nanterre añadiendo que ese proceso de debilitamiento ha ido «paralelo» al proceso de desgaste de las democracias occidentales. En su opinión, hoy en día son muchos menos los adherentes al eslogan «Je suis Charlie», «algunos con agenda política intencionada y otros por pura ignorancia».

Coincidiendo con el aniversario, Francia no sólo rinde tributo a las doce víctimas mortales de aquel ataque, ocho de ellas de la redacción, sino que también se interroga sobre la evolución que la laicidad y las libertades han tenido en estos diez años para saber en qué punto se encuentra. «Detrás de la palabra laicidad, que es la misma, hemos ido incorporando contenidos que han ido evolucionando en estos diez años», relata para LA RAZON Christophe Bertosi, uno de los mayores investigadores en Islam y laicidad de Francia.

«En origen, la laicidad es un principio de ciudadanía. La ley de 1905 recoge como principios básicos: la neutralidad del estado y la libertad religiosa, que todo el mundo tenga derecho a creer o no en lo que quiera. Pero desde aquel atentado contra Charlie esto ha cambiado. Desde entonces la laicidad es entendida como un principio cultural identitario de Francia. Y se pide a minorías y grupos una demostración de adhesión a los valores franceses a través de la laicidad. Es una demostración de calidad del buen francés», añade. La laicidad se ha convertido en esta década en un elemento más de la batalla política y ha abandonado el terreno consensual que tenía antes de aquel atentado. «Es un efecto claro, directo o indirecto, de los atentados de 2015 porque hicimos de la laicidad una cuestión primordial en la respuesta al terrorismo. Paradójicamente los procesos de radicalización tienen poco que ver con la laicidad, tienen que ver con individuos concretos y no con que la sociedad sea más o menos laica, pero hemos hecho de esta cuestión algo identitario exigible a ciertas minorías», nos dice. Frente a los ataques del estamento militar o de asociaciones conservadoras, que demandaron repetidamente a Charlie Hebdo en los años 1970 por su tono irreverente, se ha pasado a los ataques legales de asociaciones de comunidades minoritarias, recuerda el historiador Christian Delporte en las páginas del diario Le Monde.

Cerca de la antigua sede de Charlie, ya en el boulevard Richard Lenoir, un grupo de veinteañeros recuerdan el momento. «Hubo un debate en clase sobre la libertad de expresión», cuenta Claire, parisina de un barrio acomodado. En su caso, relata «sí hubo consenso en la adhesión a ‘Je suis Charlie’», pero sus amigos relatan casos de discrepancias ya por aquel entonces. El debate en las aulas de muchos suburbios de Francia fue encendido y una década después sigue siendo objetivo de bronca política recurrente cada cierto tiempo.

Mientras, los vecinos de este distrito once de París siguen recordando a la perfección aquella mañana fría y gris en la que los hermanos Said y Cherif Kouachi salieron de la sede de Charlie tras haber disparado indiscriminadamente, gritando «¡Hemos matado a Charlie Hebdo!». Desde entonces, la revista sigue siendo publicada, y su reducida redacción de dibujantes y periodistas vive bajo grandes medidas de seguridad. La revista tuvo un extraordinario auge de ventas tras el ataque. Vendió ocho millones de ejemplares justo después de la tragedia, y en la actualidad se mantiene con unos 30.000 abonados y 20.000 ventas en quioscos. Pero desde entonces la publicación ha tenido que afrontar otras críticas, algunas de las más feroces por parte de intelectuales y políticos de la izquierda radical que reprochan a sus dibujantes que persistan en su tono satírico, que consideran islamófobo. Hace un año la revista Charlie Hebdo publicó unos dibujos que se burlaban del líder supremo iraní, Ali Jamenei, y días después el sitio comercial de la revista fue pirateado.

«Uno tiene todo el derecho a que no le gusten los dibujos de Charlie Hebdo, su humor, sus provocaciones, las ideas de sus periodistas. Pero ‘ser Charlie’ hace diez años significaba rechazar que hombres y mujeres mueran por expresar sus ideas», ha explicado el exdirector de seguridad de la revista, Éric Delbecque, en entrevista publicada por el diario Le Figaro. Delbecque acusa en su libro recién publicado «Les irresponsables» lo que considera la «cobardía» del Estado y responsables políticos ante la amenaza islamista.

Los ataques de Charlie Hebdo marcaron el inicio de una oleada de atentados en Francia. El 13 de noviembre de 2015 se producían los ataques en la sala Bataclan y en otros bares y restaurantes de París, con un saldo de 130 muertos. Y el pasado 23 de diciembre un tribunal condenó a ocho personas vinculadas con la decapitación del profesor de secundaria Samuel Paty en el año 2020. Paty había mostrado las caricaturas de Mahoma de Charlie Hebdo en su clase de secundaria, lo que provocó una «campaña de odio» que acabó en su asesinato, según recordó el tribunal que juzgó el atentado.