Mis Reyes
Prometo que no esperaba nada porque no había escrito la carta, así que ha sido impresionante. Nada más abrir los ojos mi perra se ha subido a mi cama de un salto como cuando era cachorro. Catorce añitos que la han restado para nuestra dicha mutua. Después mi hijo ha aparecido pletórico: ¡tengo un mail, me han cogido! ¡Bravo, por fin un trabajo amable! Para mi compañera enfermita han dejado un pecho límpido y transparente, adiós a la quimio, preciosa. A mi vecina diabética un roscón con azúcar mágica para que se ponga las botas. A mis amigas verdaderas un certificado de lealtad que pueden canjear por lo que ellas deseen. Para todos los tristes que me rodean, dosis a demanda de serotonina natural sin efectos secundarios. Si lo que padecen es ansiedad puedan sustituirlo por otra sustancia también prodigiosa que serena y complace sin restricciones. Para mis maestros años de salud alegre. Para mis alumnos porciones de talento. Para mis colegas buenos un premio grande a elección. Y para los poderosos soberbios un corre que te vas con un cascabel atrás. Para los solitos una pandilla de gente amorosa. Para los mayores una varita mágica que al presionarla no aparezca una ambulancia, sino que desaparezca el tonto que les desprecia por su edad. ¡Y a mi nombre han dejado tres cosas! Un sobre gigante lleno de almas crecederas; unos ojos de segunda mano, pero casi en perfecto estado y un novio inteligente, simpático, saludable, soltero y no gay. En un sobrecito aparte me daban explicaciones al respecto. Mire usted, decía el escrito, las almas son para que las reparta a sus desalmados cercanos; no se preocupe que hemos dejado muchas otras en diferentes lugares del planeta. No hace falta que se arriesgue a dárselas en mano, puede enviarlas a través de internet. Los ojos le servirán para acabar esa obra que tiene entre manos sin tanto esfuerzo. Y el novio vendrá lo antes posible, todavía no hemos podido encontrar uno de esas características. ¡Vaya! Muchas gracias majestades.