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Esto es lo que decide hacer una española en el Camino de Santiago al terminar la etapa y encontrarse todos los albergues cerrados

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El 1 de enero, mientras el mundo despertaba lentamente tras las celebraciones de Año Nuevo, Sara Ardanaz comenzaba una aventura que cambiaría su vida. A las puertas de Burgos y con 500 kilómetros por delante, emprendía su Camino de Santiago, un reto en solitario de 21 días hasta la capital gallega.

“Necesito un camino, disfrutar del camino y pasar tiempo a solas. Tengo que entrenar la disciplina”, confesaba antes de dar sus primeros pasos. Para Sara, este viaje no era solo un desafío físico, sino también una oportunidad para reflexionar, fortalecerse y compartir sus aprendizajes diarios.

Sin embargo, el Camino, como la vida, está lleno de imprevistos. Y su primera etapa dejó claro que los retos no tardarían en aparecer.

Una travesía marcada por el invierno

El día comenzó con un clima que parecía conspirar contra los peregrinos. Burgos amaneció con una sensación térmica de -5C, niebla densa y heladas que cubrían el paisaje. A pesar de las condiciones adversas, Sara completó los 22 kilómetros que separan Burgos de Hornillos, su destino inicial.

Sin embargo, al llegar al pequeño pueblo, se encontró con una sorpresa desalentadora: todos los albergues estaban cerrados. “Es festivo, obviamente la gente está con su familia, pero todos los hostales están cerrados”, relató en un vídeo grabado mientras procesaba la situación.

Una decisión valiente

Frente a esta adversidad, Sara no se dejó vencer. En lugar de buscar alternativas para detenerse, tomó una decisión audaz: caminar hasta Castrojeriz, 30 kilómetros más allá y el siguiente pueblo con un hostal disponible.

“He echado un par de ovarios, una botella de agua, me he abrigado porque ya el sol se está poniendo, y me voy a doblar etapa”, explicó con determinación. Sara comenzó a caminar hacia su nuevo destino, consciente del desgaste físico que implicaba extender su jornada a más de 50 kilómetros en un solo día.

Mientras avanzaba, el peso de su mochila y el cansancio comenzaron a hacer mella. Fue entonces cuando el Camino le ofreció una valiosa enseñanza: “Tengo que dejar cosas en el camino para poder seguir, y así es la vida, chicos”. Sus palabras reflejan la esencia de esta experiencia: aprender a soltar para avanzar.

"Cansada, pero en paz"

Finalmente, tras horas de esfuerzo, Sara llegó a Castrojeriz. Allí pudo descansar y reponer fuerzas antes de continuar su travesía. “Podría estar amargada, pero la verdad es que sólo estoy cansada, y muy feliz”, dijo con una sonrisa al finalizar su relato.

Un inicio que marca el espíritu del Camino

La historia de Sara en esta primera etapa es un recordatorio de que el Camino de Santiago no se trata solo de recorrer kilómetros, sino de enfrentar desafíos, adaptarse a lo inesperado y encontrar lecciones en cada paso.

Para Sara, el Camino es más que un destino; es una metáfora de la vida. Y como ella misma expresó: “Hay veces que hay que dejar cosas en el camino para poder seguir”. Estas palabras resumen no solo su jornada, sino también el espíritu de quienes buscan algo más profundo en cada paso hacia Santiago.