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Joan Guinovart, el científico que salió del laboratorio

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Abc.es 
El día uno de enero nos trajo, junto con las expectativas del nuevo año, la noticia del fallecimiento del Dr. Joan Guinovart . Con Joan se nos va un científico excelente, un visionario sobre política científica y especialmente una persona singular, poliédrica, con intereses múltiples y una cultura humanista, inusual en el entorno científico. Joan se definía como «un señor de Tarragona», lugar de nacimiento y donde mantuvo anclada sus raíces hasta sus últimos días. Discrepando con su madre sobre si debía ser químico o farmacéutico, estudió las dos carreras y se doctoró en farmacia. Como muchos otros colegas inició el cursus honorem con un postdoc en USA, pero a diferencia de ellos, decidió retornar a Barcelona y traer con él otra concepción de la ciencia, totalmente disruptiva en aquel momento. Ocupó la cátedra del departamento de bioquímica en la Universidad Autónoma de Barcelona y posteriormente la del homónimo de la Universidad de Barcelona, donde en pocos años consiguió transformar un departamento anclado en modelos obsoletos en uno de los buques insignia de la ciencia catalana. Fue presidente de la Sociedad Española de Bioquímica, de la Federación Europea de Sociedades Bioquímicas, uno de los motores de la creación de la Confederación de Sociedades Científicas de España y una de los que más influyeron en la definición del modelo de investigación catalán. No obstante, la historia posiblemente lo recordará como el fundador y primer director del IRB Barcelona, uno de los centros de investigación más activos de Europa. Pensar en Joan me trae a la cabeza a María de la Pau Janer, que nos habla de personas translúcidas, aquellas que pasan por la vida como una sombra, sin dejar huella alguna, y de personas sólidas, aquellas que con su presencia llenan el espacio y que son el centro de las conversaciones. Sin duda, Joan era una de estas últimas, era, en lenguaje de Ortega, una persona singular, la que se marca retos imposibles, que huye del conformismo y la aceptación del status quo. Más de treinta años de relación con Joan me han permitido asignarle decenas de adjetivos, de definir muchas facetas de su personalidad, pero en esta lauda remarcaría su amor a la ciencia, su capacidad de liderazgo, su visión para definir objetivos y no reparar en el coste para conseguirlos. Joan vio antes que nadie la necesidad de que el científico saliera del laboratorio, que, no solo interaccionara con la sociedad, sino que se convirtiera en parte integrante de la misma. En lo personal de Joan valoraré siempre, su entusiasmo contagioso, su capacidad de analizar todos los escenarios, y especialmente su inteligencia; era una de las mentes más brillantes que he conocido. Joan, allá por donde navegues, todos los que te hemos conocido te deseamos viento largo, estrella clara y mar calmo.