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Unos padres piden justicia por la muerte de su hija de cuatro años en una feria de atracciones: «Ni olvido ni perdón»

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Abc.es 
Los padres de Vera , la niña de cuatro años que murió en un accidente en un castillo hinchable ubicado en la feria de atracciones de la localidad valenciana de Mislata, han escrito una carta para suplicar que «no se olvide ni se perdone» a los presuntos responsables de no garantizar la seguridad de los menores y vecinos que se encontraban en el recinto aquel fatídico 4 de enero de 2022. En la misiva, a la que ha tenido acceso ABC, confirman que el Juzgado de Instrucción número cuatro de Mislata ha decretado una nueva prórroga -la quinta- de la instrucción para un plazo de seis meses para tratar de esclarecer la eventual declaración de un responsable del consistorio municipal. A continuación, este periódico reproduce la carta firmada por los padres de Vera: Ni olvido ni perdón. La frase sirve para las 223 víctimas mortales de la Dana y para las más de 200 familias rotas que más que indemnizaciones exigen respuestas. Ni olvido ni perdón. La frase la hacemos nuestra como padres que llevamos tres años esperando a que la justicia castigue a los homicidas que provocaron la tragedia de la feria de Mislata y dignifique la muerte de nuestra hija. El último avance en una instrucción enfangada es una nueva prórroga, la quinta. Tres años sin Vera y sin respuesta al doble homicidio por imprudencia al que apuntan la Policía Nacional y dos peritos independientes, uno de ellos designado por el propio juzgado. La historia ya la conocen: un hinchable sin anclar en una feria mal ubicada que ni revisaron los ingenieros ni supervisó un ayuntamiento que se desentendió de la seguridad. El resultado también lo conocen: dos niñas muertas y cero responsables. De momento tenemos cuatro investigados: los dos feriantes, su ingeniero y el técnico de Mislata, que también es ingeniero. Entre ellos se echan la culpa y tratan de huir de las sombras de Vera, cuatro años, y Cayetana, ocho años. La avaricia de esos feriantes y la desidia de quienes debieron controlar la seguridad de sus atracciones y no lo hicieron segaron dos vidas maravillosas. Hoy son dos sonrisas eternas que siguen reclamando justicia para los monstruos y protección para otros niños. La Fiscalía y los jueces no se deciden a citar a algún responsable del ayuntamiento que aporte esas respuestas. Solo pedimos que no quede impune la actuación de cualquier persona implicada en la cadena de negligencias, sea feriante, ingeniero, funcionario o cargo público. No nos interesa la política, solo nos mueve el sentido común de reclamar justicia para quienes pudieron provocar la muerte de Vera. A estas alturas sabemos cómo funciona esa máquina del fango de la que hablan políticos de distinto signo y condición, rodeados de un ejército de bots que convierten las redes sociales y los medios de comunicación en un campo de minas. Duele verse envueltos en el barro cruzado que se lanzan unos y otros, en la espiral de intereses que huele a podrido y no respeta a las víctimas. El relato se impone a la responsabilidad. Es aquí donde queremos aclarar una vez más nuestra postura, en especial a ese alcalde que nos acusa de calumniarle. Señor Bielsa, si usted se siente incómodo porque unos padres muertos en vida insistan en apuntar a su ayuntamiento para esclarecer los hechos, imagínese cómo nos sentimos nosotros teniendo a la institución pública enfrente, acusándonos de difamar. No somos ningún adversario político, solo una mujer que cada día revive el vuelo de su niña y el doble impacto mortal contra la tómbola y el suelo; y un hombre que se mantiene en pie sobre un vacío que no puede llenarse, tratando de recomponer los pedazos de una familia mutilada. Total, si ya no se puede hacer nada por las niñas, ¿verdad? Desde el minuto uno de la peor tragedia registrada en Mislata ha dado la espalda a las víctimas y sus familias, algo indigno del principal representante de la ciudad. A diferencia de sus vecinas y vecinos, no ha pensado en ningún momento en la memoria de Vera y Cayetana y el dolor de quienes sufrimos su ausencia. Tampoco su ayuntamiento ha facilitado las cosas ni a la policía ni a la justicia. Si recordarle esto para usted es calumniarle, asumimos las consecuencias de nuestra presunta conducta criminal. Lo que nuestro abogado ha pedido al juzgado de su ciudad es la citación del concejal que debió aprobar la licencia de actividad de la feria y la del que permitió abrir el recinto sin tener esa licencia. En ningún momento hemos reclamado su imputación. A lo que sí apelamos es a la responsabilidad política del hombre que camina entre el fango con los zapatos impolutos, sin salpicarse los bajos del pantalón. Esa que usted reclama a menudo para otros pero ni se la plantea para sí mismo. En la calle estamos hartos de ese tono marrón del barro que surge de combinar rojos, azules, verdes, naranjas y morados. No teníamos nada personal contra usted, pero se ha acabado ganando nuestro rencor sincero con esa falta de empatía y de humanidad que le incapacita para hablar de respeto y dignidad. Hemos dejado muy claro lo que pedimos a la justicia y lo que reclamamos a los cargos públicos, cuyo color nada importa. Responsabilidad y respuestas. Revivimos a diario el tormento de aquel maldito 4 de enero. Nuestra hija volando por los aires; los feriantes pendientes de alterar la escena en lugar de socorrer a los niños; el alcalde llegando para hacerse la foto y desaparecer mientras dos personitas se debatían entre la vida y la muerte en las ambulancias que llegaron tarde. Tres años pueden ser un mundo para quienes piensan en la recuperación de su negocio o en su proyección personal. Tres años son una eternidad para quien no encuentra la manera de salir del pozo. La muerte de nuestra hija no fue un accidente, sino un homicidio por imprudencia grave, pese a quien pese, incomode a quien incomode. Cada prórroga es un mazazo que alarga el sufrimiento y, a su vez, una puerta abierta a la esperanza. Ni olvido ni perdón para esos feriantes y las malas artes que ensucian una forma de ganarse la vida tan respetable como cualquier otra. Ni olvido ni perdón para esos ingenieros que hoy purgan sus conciencias porque no hicieron su trabajo. Ni olvido ni perdón para ese ayuntamiento que convirtió la suerte de la infancia en una ruleta rusa. Por Neizan, por Angelina, por Javi, por Hui, por Izan, por Rubén… Por cada uno de los ángeles que se llevó la Dana y, por supuesto, por Vera y Cayetana. Ni olvido ni perdón.