Esta noche es Nochebuena
Me gusta la Nochebuena como si fuera una niña. Me encanta hacer excesos, pequeños excesos que dan un punto extra de felicidad y, sobre todo, de ilusión, que es de las cosas que jamás se deben perder ni siquiera con el paso de los años, con la vejez y con el desencanto que nos sobreviene con la vida que tantas veces decepciona.
Ese detalle pequeño de unos nuevos platos que den ambiente a una mesa donde se van a reunir los amigos y los que más quieres da ese plus de satisfacción que nos falta en lo cotidiano porque olvidamos que hay siempre que hacer el esfuerzo en cada día, en cada mes, no solamente en Navidad.
No sé si a Trump le motiva su nuevo corte de pelo, cuyos motivos ignoramos: el tan traído y llevado “cambio de imagen” no debería estar permitido a un personaje tan nternacionalmente conocido porque desorienta no verlo con el punto que más lo caracterizaba, que era su peinado. Ahora es un americano más, con un peinado tipo cepillo típicamente yanqui al que debemos acostumbrarnos.
Igual que Sarkozy deberá acostumbrarse también al brazalete electrónico que su condena le obliga a llevar. Resulta chocante que un presidente francés –o del sitio que fuere-, vaya como un quinqui del montón para estar siempre localizado, pero no deja de ser justo y hasta ejemplarizante. ¡Cómo estamos deseando en nuestro país ver a unos cuantos, no con brazalete, sino entre rejas!
Sin embargo no nos sorprende que el Rey de España con sus hijas y su mujer vayan a Catarroja, uno de las zonas que tanto ha padecido la gota fría (me niego a decir DANA), donde gentes que han quedado si nada agradecen el apoyo de quien es la primera autoridad del Estado junto con su heredera y demás familia, y se coma una paella en una taberna donde los paisanos se acercan para verlo de cerca y comprobar si es cierta la inesperada visita.
Son las cosas de la Navidad, del espíritu navideño que dicen por ahí, algo que debemos aspirar a no perder ni con cien años.